«Que alguien de un golpe», esta frase se la oí a una señora que se bajaba del metro; era una señora normalita, quizá empleada, pelo tan corto como su estatura, rostro visitado por pocas arrugas, la mirada denunciaba una vida de penurias, y la sonrisa llegaba de tiempos mejores, el acento andino, en la mano una cartera de tela rústica y una bolsa que anunciaba una pequeña compra.
La frase resumía la conducta política que distingue a la masa de este país. ¡La masa en condiciones normales de sumisión es oportunista! Funciona como un rebaño. Reacciona con el cálculo egoísta, no corre riesgos: que otro resuelva el mandado. Mide muy bien su actuación, no se moviliza tras pendejos, sólo se mueve cuando huele una opción de poder. Esta conducta hace posible la democracia burguesa, basada en promesas materiales (no importa si no son cumplidas), y explica el comportamiento de los políticos tradicionales, que prometen, reparten alguna pequeña prebenda, pero no ponen en peligro el sistema, al contrario, son instrumentos de la dominación. La dominación capitalista se fundamenta en una asociación de conveniencia entre la masa oportunista y los líderes estomacales.
La señora del metro, con su pureza, nos resume en aquella frase la conducta de la masa y sus dirigentes, cuando no aguijoneados por razones sagradas: «todo está muy malo, pero yo no me muevo, espero que alguien responda». Se demuestra así la relación mercantil entre la masa y sus dirigentes opiáceos. En realidad, los dirigentes no dirigen, se pliegan, manipulan las apetencias materiales de la masa, no la contradicen, la engañan con promesas, se aprovechan de la falta de memoria. Es la política de las encuestas y la mentira. De esta manera se produce la trivialización de la política, no hay cuestionamiento del sistema protegido en la castración de las masas.
Otra historia es cuando una idea altruista, del bien común, con visión de sociedad, de humanidad, encarnada en un líder, en una dirección toma cuerpo en las masas, en ese momento la movilización es por razones sagradas y es capaz de fundar mundos.
Es labor de la vanguardia revolucionaria romper el cerco de la política mercantil, del voto mercancía, pasar a dirigir y dotar a la masa de razones sagradas que le den sentido a la vida, diferente al de sobrevivir en un espejismo que reduce la existencia al estómago, a la prebenda material, a la cacería de humanos que se venden como mercancía. La vanguardia revolucionaria dice la verdad, por dolorosa que sea. No busca el apoyo fácil, no promete, convoca a luchar juntos por la construcción del nuevo mundo.
Al principio es un grupo pequeño, que tiene, por sus acciones, un alto valor moral frente a la masa, rompe con el comportamiento oportunista, asombra por su entrega.
Otro día, en el mismo metro, la misma señora, arengaba al bajarse: «voy para la fiscalía a reclamar la libertad para los presos políticos, no conozco a ninguno, pero eso es una injusticia y debemos protestar. No podemos esperar que alguien nos haga el mandado, el golpe comienza con el esfuerzo de cada uno».
Algo había cambiado… Hay esperanzas…
Por: Toby Valderrama Antonio Aponte
Fuente: Aporrea