Un estudio reciente realizado por la Red Amazónica de Información Socioambiental (Raisg) revela que el 42% de los bosques de la Amazonía que no han sufrido intervenciones humanas desde 1985 están en peligro de desaparecer debido a la falta de un régimen especial de gestión territorial. Por otro lado, la otra mitad de los llamados «bosques estables» se encuentran protegidos por ser áreas naturales protegidas o formar parte de territorios indígenas.
En la actualidad, el 69,9% de la superficie de la Amazonía está cubierta por este tipo de bosques. Sin embargo, entre 1985 y 2022 se ha perdido un total de 80 millones de hectáreas de bosques en la región, mientras que las extensiones destinadas a actividades económicas han aumentado un 168,7%. Esta situación pone en riesgo a las áreas no protegidas, que son más vulnerables a la deforestación causada por actividades agropecuarias, petroleras, mineras y madereras.
Según los datos de la Raisg, el 86% de la deforestación ocurrida en este periodo tuvo lugar fuera de áreas protegidas o territorios indígenas, los cuales desempeñan un papel fundamental como barreras contra la deforestación y la degradación de los bosques. Natalia Calderón, directora de la Fundación Amigos de la Naturaleza de Bolivia, advierte sobre la importancia de los bosques estables para evitar un aumento de 1,5 °C en la temperatura del planeta, lo cual podría tener consecuencias catastróficas para la humanidad.
Estos bosques estables se encuentran distribuidos en Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Guayana Francesa, Perú, Surinam y Venezuela, y almacenan aproximadamente 79.000 millones de toneladas métricas de carbono. Es crucial tomar medidas urgentes para proteger y preservar estos valiosos ecosistemas, que desempeñan un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático y la conservación de la biodiversidad en la región amazónica.