LA OTRA CARA: “Elecciones en dictaduras” Por José Luis Farías

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La decisión política es muy clara: “no participaremos en ninguna farsa electoral”, dijo este sábado, en su primera rueda de prensa luego de su regreso al país, un Juan Guaidó fortalecido en su liderazgo y con un apoyo internacional consolidado.

Por José Luis Farías / La Patilla

Resta la tarea de explicar detallada y extendidamente las razones del porqué no vamos a participar y el porqué el llamado a las elecciones parlamentarias en una farsa de Maduro y sus aliados de la Mesita.

No es suficiente la acusación de tramposos y fraudulentos contra el madurismo y de los pseudo opositores participantes del contubernio con el Pranato. Entre los defensores de la participación electoral a todo trance la fauna es variopinta e incluye a no pocos actuantes de convicción y buena fe que nada tienen que ver con el régimen. A ellos hay que convencerles no imponerles.

Aquellos soviéticos

En su obra “Dictadores” cuenta el historiador Richard Overy que a “las 6:30 de la mañana del 12 de diciembre de 1937 la esposa de un profesor soviético de ingienería ferroviaria escribió en su diario una crónica de cómo había votado, hacía sólo media hora, en las elecciones nacionales para el primer Soviet Supremo, bajo la recién ratificada Constitución de Stalin”.

La mujer y su esposo hicieron todo lo posible por ser los primeros en ir y al salir a la calle encontraron había gente que se dirigía apresuradamente a votar. Sin embargo, los dos lograron ponerse a la cabeza de la cola de su colegio electoral donde los organizadores del evento se afanaban por tenerlo todo listo.

La pareja entró cada uno al recinto privado donde habían dos sobres, para garantizar el secreto al voto, y dos papeletas, una para las elecciones locales y otra para las nacionales. El detalle es que en cada papeleta solo estaba impreso el nombre de un solo candidato del único partido político permitido.

Sin embargo, la emoción de la esposa del profesor fue tan grande que apuntó en su diario que sintió “una especie de excitación en mi alma”, había dormido tan solo dos horas pensando que ella y su marido serían “los primeros de los primeros votantes en las primeras elecciones de este tipo en el mundo”.

La hermana de la mujer, quien también había hecho lo posible por inscribirse a tiempo para votar, tampoco pudo ocultar su entusiasmo y recordó un antiguo refrán que resumía su convencimiento ciudadano de formar parte de un gran poder democrático: “El más diminuto de los pececillos puede agitar las profundidades del océano”.

Hoy en día es fácil reírse de la ingenuidad de esos soviéticos que votaban por un candidato previamente aprobado por un solo, partido y sin oposición, pero la verdad es que esos rusos, educados, estaban convencidos de formar parte de un extraordinario experimento democrático.

La mejor constitución del mundo

La Constitución de Stalin fue promocionada como la “constitución más democrática del mundo”, calificación que también hizo suya Chávez y su régimen con apenas una ligera variante: “la mejor constitución del mundo”.

La carta magna venezolana, no por azar, empleó métodos similares a la soviética en su elaboración como forma de fortalecer su legitimidad que una vez aprobada serviría para cubrir con ella cualquier desmán e incluso cualquier violación de la misma.

“Los preparativos -narra Overy- para la nueva constitución empezaron en febrero de 1935 con el nombramiento de una Comisión presidida por Stalin en persona. Después de un año dedicado a redactar el borrador, se reservaron cinco meses para debatir públicamente la constitución. Según datos oficiales , el número de mítines celebrados en toda la nación alcanzó la extraordinaria cifra de 623.334, con la participación de alrededor de las cuatro quintas partes del electorado. Se recibió un total de casi ciento setenta mil enmiendas y sugerencias en ciudades y poblados de toda la Unión Soviética, aunque sólo 48 se incluyeron en la constitución.”

En realidad “había mucho interés -prosigue Overy- por los asuntos que planteaba un documento que prometía derechos civiles plenos, incluida la libertad de expresión, de reunión y de conciencia; muchas personas corrientes vieron el debate popular como un intento sincero de hacer que el pueblo participara democráticamente en la construcción de su futuro y aprovecharon la oportunidad para hacer preguntas embarazosas sobre el aparato de represión bajo el que vivían en realidad. A pesar del carácter evidentemente restringido , muchas personas corrientes vieron en las elecciones de 1937 la oportunidad de tomar parte en la formulación de un nuevo orden constitucional. La participación alcanzó el 96,8 por ciento del electorado”.

Dictadores

A los dictadores les desagrada que los identifiquen como tales y suelen hacer esfuerzos por vestir sus regímenes como democráticos. Stalin no fue la excepción y se presentó siempre como “la representación verdadera de los intereses populares”.

Y por supuesto a Maduro tampoco tiene porque agradarle que lo llamen dictador y en tal sentido hará todo lo posible por encubrir democráticamente su tiranía. A eso obedece su empeño por buscar el auspicio de Zapatero y sus nuevos mejores aliados de la Mesita para montar unas elecciones parlamentarias que le sirvan para deshacerse de Guaidó y la AN, con la mala suerte que no serán reconocidas por el mundo democrático representado en sesenta países encabezados por EE.UU., que apoyan irrestrictamente a Juan Guaidó y solo reconocen y reconocerán a la actual Asamblea Nacional.

La patraña que se prepara para las elecciones parlamentarias debe ser desenmascarada en cuanto a cuál es la verdadera necesidad de país dado el cambio político requerido que solo puede ser realizado con una elección presidencial con un nuevo CNE designado por la Asamblea Nacional, con observación internacional y con todas la garantías que implica unas verdaderas elecciones presidenciales limpias, y también en cuanto a todos los procedimientos turbios y violadores de la legalidad con los cuales se van a montar dichas elecciones. Guaidó arrancó con buen pie al hablar con claridad y contundencia.