La historia está llena de hechos inesperados, qué duda cabe. Estamos llenos de “cisnes negros” que han nos han impactado. Basta ver la pandemia que sufrimos ahora mismo o recordar que Colón partió camino a las Indias Orientales, pero se encontró con el “Nuevo Mundo”. Uno los llaman accidentes y casualidades de la historia; otros, fortuna o tragedia.
Oscar Morales Rodríguez / Efecto Cocuyo
A decir verdad, pese a todos los ejercicios de análisis político o económico rigurosos que intentemos hacer, el futuro es incierto —también resbaloso— y estamos repletos de acontecimientos que ni Nostradamus presagiaría. Así, en un tris, ocurrió el desplome de la Unión Soviética o la irrupción de Internet.
Cuando se cumple un año de aquel intento de subversión, sería bueno reflexionar unos minutos y preguntarnos: ¿qué ha cambiado? Desgraciadamente, poco o nada. O si somos más objetivos, diríamos que sí, porque, ciertamente, nuestro líder se reunió con los mandatarios de las principales potencias mundiales. Además, hoy Nicolás Maduro y sus amigos por interés tienen precio, el país sufre un mayor colapso. Y, por último, la industria petrolera es cosa del pasado. Siendo así, la verdad es que hemos tenido cambios, aunque no sean los mejores.
¿Hasta cuándo?
Por más que busquemos algún indicador fiable para pronosticar cómo y cuándo Nicolás Maduro dejará su desgobierno, lo máximo que lograremos es estar cerca. Pero vaticinar cómo terminará esto, honestamente, raya en lo imposible.
Lo que sí podemos asegurar es que la mentira no es para siempre. Las circunstancias, en extremo vulnerables, de la población obligarán a Nicolás Maduro a dos cosas: seguirá con su tendencia adictiva de controlarlo todo o procurará negociar sin subterfugios. Hasta ahora, todo indica que está eligiendo la primera opción, pues, la arremetida —por enésima vez— contra las pocas unidades productivas privadas, desnuda su propósito ruin.
La agonía sigue extendiéndose. Reparar todo el daño que ha significado poner en marcha un modelo económico inviable, claramente costará un esfuerzo sin precedentes. La mayoría del país clama por ese “cisne negro” que la despierte de esta catástrofe para empezar a caminar la larga travesía de construcción nacional que demandará esta ruina.