Venezuela mantendrá el sistema 7+7, es decir, actividad económica reducida de una semana, seguida de otra de cuarentena, hasta que haya una vacuna para controlar la COVID-19, lo que deja al país en una situación incierta, y a expensas de un sistema prueba-error en el que se encuentran inmersos 80 grupos de científicos en todo el mundo.
Sabela Bello y Gonzalo D. Loeda / Diario Libre
‘Seguiremos el 7+7 y perfeccionaremos el 7+7 hasta que haya vacuna y tratamiento 100 % efectivo, por eso se llama una nueva normalidad’, manifestó el presidente Nicolás Maduro durante una reunión del comité gubernamental encargado de frenar la pandemia, dejando el futuro económico y social en manos ajenas.
El mandatario confía en que los fármacos que devolverán la actividad total a Venezuela estén disponibles en 2021, una afirmación que ni siquiera los científicos más optimistas y experimentados se atreven a hacer, pese a las numerosas pruebas que se están realizando en diversos países.
¿CUÁNDO?
Las compañías farmacéuticas están probando en humanos 10 vacunas para frenar la COVID-19, de las cuales dos se encuentran en la fase II, de las tres necesarias, antes de poder comercializarlas, mientras que existen otras 114 que están en distintas etapas de investigación, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pese al avance alcanzado en los últimos meses en la investigación, la disponibilidad de la vacuna no será inmediata, puesto que las personas sometidas a los ensayos deber permanecer, al menos, un año en observación antes de que se pueda confirmar la eficacia total.
La farmacéutica estadounidense Moderna y el Instituto de Biotecnología de Pekín -empresa del Ejército chino- lideran la carrera por ser los primeros en presentar al mundo la solución definitiva frente a la COVID-19.
Ambas confían en que, si todo va bien, habrán concluido las tres fases fundamentales de prueba a finales de 2020, cuando se conocerá si pueden ser comercializadas con garantía de eficacia testada y pasar a su fabricación y posterior distribución.
Pero este sería el mejor de los escenarios, sin contemplar errores o reacciones que impidan que la vacuna sea puesta en el mercado y haya que empezar de nuevo o esperar fórmulas de otros laboratorios.
No obstante, Maduro, que no precisó si cuenta con planes adicionales a la espera del fármaco para dinamizar la economía venezolana, se mostró confiado en que en 2021 la solución llegará al país en dosis suficientes para inmunizar al país.
UNA ECONOMÍA EN TERAPIA INTENSIVA
‘Hay una batalla mundial que en Venezuela se amplifica entre la lógica sanitaria y la lógica económica. Parar un país tiene un costo brutal (…) En el caso venezolano recibimos la cuarentena en terapia intensiva económicamente hablando’, explica a Efe el economista y presidente de Datanalisis, Luis Vicente León.
No en vano, Venezuela arrastra seis años consecutivos de fuerte recesión y, además, según recuerda León, el aislamiento y las sanciones promovidas por EE.UU. han afectado gravemente la liquidez del país.
‘Los ingresos en divisas están en el piso. Los ingresos petroleros que el año pasado fueron de cerca de 14.000 millones de dólares, este año no van a superar los 4.000 millones’, detalla.
Por todo ello, considera que, más allá de la COVID-19 o su posible solución con una vacuna universal, Venezuela es ‘candidato a la asfixia total en términos económicos’.
En ello tiene un peso específico que los trabajadores informales, aquellos que tienen que salir a diario a trabajar para conseguir sus sustento, el ‘rebusque’ venezolano, es cerca de la mitad de la población.
Esa población apenas tiene ingresos con lo cual depende de las ayudas del Estado en un momento en que los ingresos se han reducido.
Por tanto, según subraya León, para obtener recursos ‘tendría lo que crear (dinero) artificial’ y eso supondría ‘más inflación y devaluación’ del bolívar soberano y por tanto traería ‘más destrucción económica’.
‘No resolvería el problema, lo amplificaría’, sostiene.
VENEZUELA EN EL RÁNKING COVID-19
Según datos oficiales, Venezuela está a la cola en número de contagios y fallecidos a causa del coronavirus, con poco más de 3.000 infectados y 25 decesos, lo que ubica al país en un lugar privilegiado frente a la pandemia, gracias a la reacción inmediata del Gobierno para atajar su expansión desde que se detectaron los primeros casos.
Con estas cifras, Venezuela no es un país prioritario para suministrar la vacuna, debido a la escasa afectación de la COVID-19, contrario a lo que ocurre en Estados Unidos, Brasil, España o Italia, entre otros.
Esta sería la parte negativa en el momento en que los laboratorios consigan el antídoto definitivo y lo comiencen a distribuir de forma masiva.
El número de dosis que se pondrán en el mercado en una primera remesa será insuficiente para una distribución global, por lo que comenzará a aplicarse en grupos de riesgo y países más afectados, según explicó recientemente la patronal farmacéutica Farmaindustria.
Si se tiene en cuenta esta premisa, Venezuela será uno de los últimas naciones en contar con el antídoto de forma masiva, pese a que la OMS reiteró que las vacunas contra la COVID-19 deben ser reconocidas como bienes públicos para todo el mundo.
Asimismo, recordó que ‘todos los países deben contribuir’ en el desarrollo de la vacuna.
DATOS EN DUDA, MEDIDAS UNIVERSALES
Sin embargo, a la hora de considerar las cifras, León, como muchos venezolanos es escéptico puesto que el Gobierno ‘ha decidido no publicar datos de desabastecimiento o inflación’ durante años y por tanto genera dudas entre los ciudadanos y analistas.
Eso sí, subraya que ‘más allá de las dudas, es obvio que el impacto de la enfermedad es inferior a lo que se esperaba que ocurriera’, al menos según datos oficiales, y mucho menor al de los países vecinos.
Además, el economista considera que si se observa el nivel de los hospitales en Venezuela se puede observar que no están colapsados, por lo que destaca que ‘no hace falta tener la estadística oficial para entender que en Venezuela el nivel de penetración (de la COVID-19) no es equiparable al de los latinos’.
Eso es, en buena medida, posible porque Venezuela ‘ha estado aislada antes del coronavirus’, por razones ajenas a la enfermedad.
‘El número de pasajeros que podía entrar a Venezuela era, en una semana, el número de pasajeros extranjeros que entraba en el aeropuerto El Dorado de Bogotá en una hora y media’, recuerda León.
Lo que considera es que medidas como el 7+7 es una forma de protegerse ante una posible segunda oleada y la debilidad de la estructura médica.
En todo caso, León, como muchos, considera que ‘cuando el Gobierno habla de un tiempo indefinido’ para el 7+7 ‘en realidad y básicamente lo que está diciendo es que arrancó un proceso de flexibilización sin tener claro cuando lo va a terminar pero que no es, en mi opinión, para nada firme que eso se va a quedar así hasta la vacuna de la COVID-19’.
Para León es apenas ‘una forma de expresión’ para comenzar a trabajar con la flexibilización económica que no se debe tomar ‘de manera textual’. Para otros es un temor que se puede prolongar y pone en pausa el país de forma indefinida. EFE