Michael Penfold es un imprescindible al momento de buscar una evaluación certera del ahora más complicado escenario político venezolano donde finalmente la oposición se ha bifurcado con el renacimiento de un agresivo Henrique Capriles enfrentado a Juan Guaidó. Profesor de Ciencias Políticas en Universidades de Colombia, París y Estados Unidos, asesor económico de organismos multilaterales y de oenegés, Penfold examina aquí los más recientes titulares y regala algunas sugerencias a los involucrados.
PorElizabeth Fuentes / El Cooperante
-¿La reciente postura de Henrique Capriles rompe el escenario de eso que usted ha llamado «la inercia en la oposición»?
La inercia política en Venezuela ya tiene un tiempo considerable. Es decir, hay un estancamiento en la capacidad de producir un cambio político e iniciar una transición democrática. En muchos sentidos, hoy pareciera que estamos más lejos de esa transición de lo que estábamos 18 meses atrás. Y esa inercia tiene varias características. No quiere decir que no estén ocurriendo cosas: hay un escenario actual donde se han venido incrementando las sanciones, en especial las sanciones secundarias, pero también ha habido un proceso en el plano interno de resistencia y de cohesión en la élite oficialista para poder resistir a la presión internacional. Y ese escenario hasta ahora también ha estado caracterizado, particularmente en el contexto de la pandemia, por una creciente desmovilización social a pesar de un contexto económico tremendamente adverso.
Pero además de eso, las condiciones de hoy- comparadas con las que tenías 18 meses atrás- son muy diferentes. No creo que la discusión actual hoy es sobre si «el mantra» aplica o no aplica. Yo creo que la discusión es qué tipo de estrategia funciona dadas las nuevas condiciones que está enfrentando la oposición en Venezuela. Y esas condiciones están marcadas, a mi juicio, por cuatro elementos que son relativamente diferentes a los que hubo 18 meses atrás: la primera es que ya no hay el mismo nivel de alineación internacional. Más bien uno empieza a observar posiciones relativamente distintas entre Estados Unidos y Europa, por ejemplo. Luego, en el caso de América Latina hay una menor atención a la crisis venezolana como producto de la pandemia y de la profunda crisis económica que está viviendo la región.
También hay un contexto de indictments que no tenías antes y eso cambia totalmente el juego, porque genera muchísima incertidumbre para actores claves que podrían determinar si ese proceso de cambio político se da o no, en particular el sector militar y sectores importantes dentro del chavismo. Y finalmente, aparecen fricciones internas en la oposición que no tenías 18 meses atrás y que están centradas en disputar el liderazgo de Guaidó y que evidentemente no provienen solamente Henrique Capriles sino también de María Corina Machado.
Entonces por un lado tenemos un escenario de inercia (no es que no esté pasando nada pero no se logra materializar el cambio), y por el otro, condiciones muy diferentes.
-¿ Y Capriles no puede romper esa inercia?
Pues no. No la rompe en el cortísimo plazo pero sí creo que mueve el tablero. Y mueve el tablero de una forma que tiene un riesgo, es una jugada de un altísimo riesgo, porque para que logre triunfar, va a tener que hacer tres cosas: mostrar no solamente que es capaz de liberar prisioneros y obtener concesiones en cuanto a la liberación de los presos políticos – que fue un hecho importante, liberar que estaba injustamente presa-, sino que además necesita mostrar que tiene cierta capacidad de coordinación incluso dentro de la oposición. Es decir, que tiene capacidad de arrastrar a otros factores del marco opositor y además es capaz de movilizar y convencer a los votantes de salir de la estrategia que está proponiendo Guaidó, mucho más centrada en la abstención.
Capriles no rompe la inercia pero además de mover el tablero, pone muchísima presión sobre el liderazgo de Guaidó, una presión que no solo viene del lado de Capriles sino de un ala que propone una salida diferente en términos del papel de la comunidad internacional, que es lo que ha venido proponiendo María Corina. Guaidó tiene esta disyuntiva y es una disyuntiva que no es menor.
¿Qué opina de su intervención? ¿No cargó excesivamente Capriles en contra de Juan Guaidó y eso hizo lucir su propuesta más como un asunto personal que político?
Más allá de la locución de Capriles, yo si creo que es clave entender que esto viene precedido por una serie de posiciones públicas, como el Comunicado de la Conferencia Episcopal Venezolana, en particular, así como pronunciamientos que se han hecho también desde el sector empresarial y de algunos liderazgos sindicales, etc. y esto es una manifestación política que plantea una disyuntiva. Creo que todas esas posiciones, desde el ámbito de la iglesia y en esta caso de una personalidad política, están diciendo básicamente lo mismo.
Están diciendo que las condiciones cambiaron y que es importantísimo establecer la conexión social con los problemas de los venezolanos. La atención humanitaria es vital y no podemos resguardar el esfuerzo de promover un proceso de cambio político simplemente por el apoyo que pueda dar la comunidad internacional y muy especialmente Estados Unidos. Creo que esa necesidad de rebalancear lo interno con lo externo es fundamental. En ese sentido, el discurso de Capriles apunta a algo que ya estaba en el ambiente.
Sí creo que en el fondo hay que definir muy bien el tema de las condiciones electorales y eso no es un tema menor, es un tema importante, pero tampoco creo que uno puede dejar de escuchar lo que está en el ambiente y no tratar de recomponer la unidad a partir de eso que se está diciendo ya públicamente en distintos corrillos. Y eso plantea una disyuntiva de seguir apoyándose cada vez más en lo que es el apoyo internacional o asumir un poco más de riesgo y empezar a explorar cosas que hasta ahora se han mantenido completamente fuera de las condiciones estratégicas.
Y eso es lo que más rescato de la intervención de Henrique. Al final no veo que haya una ruptura en cuanto al objetivo que todos están persiguiendo, pero sí creo que hay un tema central en reconocer primero, que las cosas como están no van bien, y segundo, que hay que arriesgar en explorar otras posibilidades, sobre todo en el plano interno porque ese apoyo internacional, por sí solo, difícilmente va a lograr el proceso de cambio político en el país.
Juan Guaidó ha sostenido que entre el gobierno de Maduro y el suyo, hay un «empate catastrófico», donde ninguno avanza ni retrocede. ¿Está de acuerdo? ¿Como salir de esa parálisis donde hasta ahora nadie ha ganado nada?
Yo creo que esa idea del empate catastrófico ya no aplica. Eso fue una realidad que se materializó entre enero de 2019 con el ascenso de Guaidó a la Asamblea Nacional y el inicio de la Presidencia interina. Y creo que se mantuvo a lo largo de los primeros ocho meses de ese proceso de presión desde la Asamblea Nacional para intentar producir una transición democrática en Venezuela. Pero ese empate empezó a deteriorarse a partir del 30 de Abril, que marcó un momento de gran debilidad para la coalición democrática y en particular para el liderazgo de Guaidó, sobre todo a partir del colapso del proceso de negociación en Oslo, en agosto.
Y partir de septiembre u octubre, justo después del cierre del capítulo de Oslo y los eventos de «La Mesa de Noche», cuando el gobierno forzó al exilio o apresara a algunos diputados de la AN, más el posterior esfuerzo de Maduro de no permitir la juramentación formal de la AN en enero de este año, todo eso fue minando un poco la capacidad de respuesta de la oposición. Hubo un momento de repunte, donde se volvió a plantear el empate catastrófico, que fue durante la gira internacional de Guaidó, pero luego, con la Operación Gedeón, se volvió a ceder un espacio y a partir de allí, solo ha habido esta inercia que acabo de describir.
Entonces en este momento no diría que hay ese empate catastrófico y en ese sentido, Maduro hoy se siente mucho más cómodo de lo que probablemente estaba 18 meses atrás. Hoy la transición está más lejos, pero eso no quiere decir que no pueda haber un cambio porque la política es dinámica. Pero en este momento hablar de empate catastrófico es equivocado. En este momento no hay exactamente un empate sino una gran tragedia que está reflejada en la situación humanitaria, económica y social de Venezuela.
Usted ha dicho que a la oposición se le olvidó que estaba liderando una rebelión social y democrática ¿ Por qué estrategia la sustituyó? Es decir, ¿Qué es lo que lidera ahora?
Es evidentemente que en algún momento Guaidó logró conectar con el sentimiento de cambio de la gente. No es casual que haya llegado a tener más de 56 % de niveles de aceptación entre enero y abril de 2019. Pero el momento de cambio, cuando se empezó a debilitar esa conexión, tiene que ver con dos problemas básicos. El primero es que él empezó a construir su propia identidad y entonces más que como un líder que estaba rebelándose ante el poder establecido, optó más bien por construir una presidencia interina y un gobierno que en la práctica es poco relevante porque no tiene ningún control sobre el territorio, más allá de los activos que pueda controlar en el extranjero.
Y en segundo lugar, en la medida en que ese esfuerzo por construir esa idea sobre esa identidad, de que soy gobierno más que oposición, terminó básicamente privilegiando unos temas que no necesariamente eran los temas que la gente estaba demandando, que era satisfacer sus expectativas de cambio. Entonces , a partir de ese momento, la gente empezó a sentirse frustrada porque tenía una gran expectativa de cambio pero no veían que ese proceso, en la práctica, estuviese avanzando, así como tampoco sentían que esa coalición política se estuviese amplificando socialmente a lo largo y ancho de todo el territorio. Esa dinámica de sentirse gobierno interino, le restó mucha fuerza y capacidad de conexión con los problemas sociales que vive Venezuela.
¿No sería más práctico que toda la oposición exigiera la suspensión de las parlamentarias? Porque no cumplen las condiciones mínimas que garanticen unas verdaderas elecciones libres y democráticas. ¿Esa no sería una bandera fácil de levantar?
Yo creo que evidentemente el objetivo de la oposición tiene que ser suspender ese proceso electoral de las legislativas y exigir mejoras en las condiciones electorales. Lo que no puedes hacer es decir, «Yo no voy a participar pero tampoco voy a luchar por mejorar esas condiciones» y sencillamente mantenerse en la posición de ser Presidente interino y proponer la continuidad administrativa y postergar algo que pareciera evidente, que efectivamente hay un final del periodo constitucional de la AN y que el piso jurídico sobre el cual se plantea la idea de la continuidad administrativa, es una idea bastante débil constitucionalmente.
Lo que no quiere decir que eso haga constitucional el mandato de Maduro. Venezuela, a partir de enero del 2021, entra en un proceso de mayor profundización de su crisis actual porque en el fondo no vas a tener ningún poder constituido democráticamente, al menos que tengas una validación internacional de algún tipo de las condiciones sobre las cuales se da ese proceso.
Claro que tiene mucho sentido proponer que las elecciones se suspendan y pospongan, pero eso se tiene que poder batallar porque, adicionalmente, no solo no existen las condiciones electorales idóneas, sino porque la situación de la pandemia limita mucho la movilidad y capacidad de los electores de informarse y atender al proceso. Y además limita mucho la capacidad de los partidos, que están en estos momentos sin sus símbolos, sin sus liderazgos naturales bajo control de esas organizaciones y sin capacidad de movilizarse a lo largo del territorio.
Entonces el COVID- 19 también es muy relevante. Y creo que eso es lo que está pidiendo Europa en este momento. Josep Borrell lo que está diciendo es «Esas elecciones tocan, hay un final del periodo constitucional de la Asamblea. Lo lógico es posponer esa elección en medio del Covid, atender la situación humanitaria y modificar las condiciones para que la UE, en coordinación con las Naciones Unidas, puedan realmente entrar a validar que esas condiciones realmente existen y después, monitorear todo lo que es el problema electoral como tal». Eso es lo que debería estar ocurriendo.
Hay distintas visiones sobre eso. No creo que la visión de Capriles sea desconocer esa realidad. Creo que él ha dicho que no hay las condiciones, eso no implica que no sea una oportunidad para movilizar y luchar por los derechos de los ciudadanos. Y creo que la posición de Guaidó en estos momentos es que no podemos participar en un proceso que no tiene esas características, no podemos validar esa nueva AN y por lo tanto se mantiene la actual la Presidencia Interina. Pero sin decir exactamente qué va a pasar de aquí al 6D, cómo exactamente vamos a mejorar esas condiciones electorales.
Y para mí eso pasa por un proceso de negociación que no puede ser a la sombra, al margen, sino un proceso de negociación formal que valide ese proceso electoral. Porque unas elecciones en Venezuela, sin un acuerdo previo claro y transparente, difícilmente va a resolver el asunto institucional del país.
Pero adicionalmente también creo que es inconveniente no aceptar que esas elecciones corresponden y que a partir de esas elecciones, también hay que repetir las elecciones presidenciales. Eso debe pasar por una negociación formal y para mí, en el fondo, pasa por retomar las negociaciones de Oslo exactamente donde las dejamos el año pasado.