La enfermedad de Venezuela es el caza-rentismo, exacerbado porque además el cartel de mafias no solo se ocupa del petróleo o la minería sino cualquier otro negocio relacionado, como la droga. Eso tiene connotaciones geopolíticas internacionales; nuestro cartel está relacionado con Cuba, China, Rusia, Irán. Quienes integran la mafia buscan fuerza política y geopolítica para mantenerse en el poder. No se trata de cambiar de hombre en el poder, porque aún suponiendo la salida de Maduro, llegaría otro gobierno, que también será corrupto. Entonces, la solución es quitarle al gobierno el control de esta renta, sea petrolera, minera, u otra.
Barráez/ La Razón
Así lo señala para Infobae el economista con maestría y doctorado en la Universidad de Chicago, Felipe Fernando Candelario Pérez Martí, quien fuera ministro de Planificación de Hugo Chávez desde mayo de 2002 hasta abril de 2003. Entró a formar parte del gobierno chavista después del golpe del 11 de Abril. “Chávez llegó mansito. Hizo una comisión de diálogo en la que estaba Janeth Kelly y yo, para plantear qué hacer para arreglar las cosas”, recuerda. Un mes después lo nombró Jefe del Gabinete Económico, Jefe de la Comisión de Transformación del Estado y Jefe de la Comisión de Democratización.
Lo llamaban con burla “Chicago Boy o Iesa Boy”, porque promovía el mercado. “Pero también soy alguien a quien le interesan los desvalidos, los pobres, los trabajadores, los viejitos, los niños, las mujeres, los excluidos”, dice el ex funcionario, quien hoy dirige el Movimiento Libertadores y promueve el Pacto Republicano.
Dice que cuando la boda de la hija de Chávez que se celebraría en Miraflores le dijo al entonces Presidente “que eso no debía ser porque es un edificio público, que pertenece a los ciudadanos. Me negué a ir, aunque muchos pensaron que no había sido invitado. Sencillamente, no fui porque no iba a traicionar mis principios. En otra oportunidad, Chávez llamó a unas personas para conseguirle empleo al esposo de su ex esposa. Eso me pareció incorrecto”, recuerda.
—¿Qué vio en el Gobierno de Chávez que lo hizo apartarse?
—Él me nombra con intención, aseguro que sincera, de llegar a un acuerdo con el sector privado y la Oposición. Me dio mucho poder, por lo que designé a los Ministros de Producción y Finanzas, así como al presidente de Banco de Desarrollo (Bandes) y las corporaciones regionales. Elaboré un plan de consenso nacional y fui a hablar con Fedecámaras, Consecomercio, Asociación Bancaria, Conindustria y con la Oposición, gobernadores. Con la premisa de la Teoría de las Profecías Autocumplidas partía que, si los principales líderes de opinión en lo económico llegan a un acuerdo y lo visibilizan, van a liderar lo que se llama, en Juegos de Coordinación, un equilibro bueno; eso solo es posible con las acciones.
—¿Qué pasó entonces?
– Tuvimos el mejor régimen cambiario de toda nuestra historia, porque el mercado fijaba la tasa de cambio que era una sola y se estabilizó por completo. No había inflación, las reservas internacionales se estabilizaron. Contrario a lo que se piensa, Chávez le dio una oportunidad al mercado; no era comunista o socialista. Siempre entendí que las sociedades con armonía social y política son las que crecen, no sucede así con las conflictivas o muy desiguales.
—¿Qué falló?
—El sector privado, y que nuestra Oposición no quería una economía de mercado, lo que querían era el caza rentismo, usar al Estado para beneficios no relacionados con la productividad y quisieron a Chávez de títere, pero él era muy singular para sus cosas, no era manejable. Anteriormente Carlos Andrés Pérez también intentó una economía de mercado y quienes no lo dejaron fue el caza rentismo.
—Qué es el caza rentismo?
—Tiene varios síntomas, entre ellos la corrupción endémica; alrededor de la renta se organiza un cartel de mafias que involucra al gobierno y al Estado, captura líderes de oposición, medios de comunicación, encuestadoras, líderes de opinión y opinadores políticos. El Estado maneja los hilos de ese teatro de titiriteros del cartel. En Venezuela, se ha generado esta mafia, que ha traído consigo la nefasta situación actual. Otro síntoma, el militarismo; los militares dejan a un lado su función de defensa nacional, para ser parte de la mafia, por prebendas. Maduro es un títere a la merced de la dominación de ese cartel. El tercer síntoma es centralismo institucional y territorial; la capital domina a las regiones por completo, coloca gobernadores paralelos. No existe independencia de poderes, el gobierno domina la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo, el CNE, la Defensoría del Pueblo, la Fiscalía. Al cartel de mafias lo que le interesa es el Poder para controlar la renta.
—¿Son tres características o cuatro?
– Faltan dos. Una es el populismo rentista y el clientelismo político. A la hora de unas elecciones, el cartel de la mafia compra a la gente con los CLAP, bonos, etc., la convencen también mediante los Medios, y la dominación que tienen en cuanto a los votos. El último síntoma, es la cultura del rentismo, haciéndole creer a la gente que lo importante de la economía no es producir en una sociedad, sino la viveza. En Venezuela, esta característica del caza-rentismo, está exacerbada, porque además ese cartel de mafias no solamente se ocupa del petróleo, van a la minería o a cualquier negocio, como la droga. Esto tiene connotaciones geopolíticas internacionales, porque ese cartel se entronca en la geopolítica; el cartel nuestro está relacionado con Cuba, China, Rusia e Irán.
—¿Cuál es el remedio?
—El más apropiado es aplicar un fondo petrolero tipo Noruega, pues la renta va a este fondo en el exterior, que es la plata de todos los venezolanos, por igual, va a toditos los venezolanos a un fondo de pensiones, generando ganancias. El remedio para el caza rentismo, es eliminar el cartel de la mafia. Si la mafia no cuenta con dinero para corromper a los militares, éstos tendrán que encargarse de su función y la democracia mejoraría, porque es un sistema de control de la gestión administrativa. La cultura del rentismo entonces no va a poder comprar gente ni votos porque no tiene con qué. El último síntoma es la volatilidad y la inestabilidad macroeconómica.
—¿Cuál era su relación con Chávez para que él lo hubiese escogido como Ministro?
—Yo no tenía relación con él directamente. El entonces gobernador de Guárico, William Lara, me buscó, porque eran conocidos mis artículos en el IESA y El Universal, donde cuestionaba cosas estándares en Venezuela, yendo a la raíz del problema.
—Ya en el cargo, ¿cómo fue esa relación con Hugo Chávez?
—Al principio muy buena, porque él basó sus esperanzas en mí, en esos cambios. Recuerde que eso fue después que él llegó mansito del golpe del 11A y quería a una persona que podía favorecer el acuerdo, pero también alguien en quien confiaba por tener la idea de que a los pobres no se les podía abandonar. Chávez me dio un tremendo poder, me el cambio del régimen cambiario, que los bancos no querían, pero que cuando se instauró, les callé la boca a banqueros y a corruptos del Banco Central, quienes pasaban datos confidenciales a la banca.
—¿Cuándo se echaron a perder las cosas?
—Las cosas empezaron a dañarse cuando los caza-renta vieron peligro en lo que yo estaba haciendo al frente de la Comisión de Transformación del Estado, donde impulsé un mecanismo para que todos los ciudadanos pudieran hacer seguimiento de los gastos e ingresos del gobierno, la contratación de empresas, las licitaciones, trámites administrativos; cualquier persona podía tramitar una gestión por sí misma, a través de Internet, era un plan sencillo y nadie tenía que pagar por tales servicios. Esto perjudicaba por completo al cartel de mafias. Entonces los políticos y empresarios se preocuparon, entre ellos José Vicente Rangel, uno de los políticos más nefastos que hemos tenido en la historia de Venezuela y probablemente en la historia del mundo. A los militares, por su parte, no les gustó que pusiera a Pierre Curosi a representar a Venezuela en el Banco Mundial. El caza rentismo me percibió como un enemigo, porque Chávez sería guiado por mí para cambiar el Estado, por eso no quisieron mi plan de consenso nacional, e impulsaron el paro petrolero.
—¿No recibió apoyo de los Medios de Comunicación, de sectores opositores o del propio chavismo?
—No. Al contrario, a mí los Medios me ridiculizaban, decían que yo era el ministro místico. En el chavismo el único que me apoyaba era Chávez, quien finalmente se dejó arropar por una serie de comentarios sin fundamento, pues mi único propósito era controlar los recursos públicos.
—¿Cómo fue Tobías Nóbrega?
—Nóbrega no sabía absolutamente nada de economía, era un diente roto, se la pasaba hablando para que la gente creyera que sabía mucho, era un ignorante.
—¿Entonces ni chavistas ni opositores?
—Los chavistas me atacaban de los dos lados. Después del paro petrolero que ganó, Chávez cayó en las manos de Fidel, quien le hizo creer que la burguesía y el imperialismo lo querían tumbar, y le dio un diagnóstico equivocado, porque quienes lo querían fuera de Miraflores eran los caza-renta rojos y azules.
—¿Cómo fue su relación con el entonces vicepresidente José Vicente Rangel?
—Antes le tuve admiración, porque creía que era un tipo justo, democrático, honesto, ocupado de los derechos humanos, de los presos, pero trató de corromperme desde el primer día, empezó a mandarme casos de corruptelas. Me envió a su hermana para que yo le diera un empleo a su esposo, en un cargo de fiscal en la Corporación del Centro. Le hice saber que mi función no era dar empleo. Básicamente, mi relación con José Vicente se tornó ácida. En resumen, pude observar mucha corrupción en el gobierno. El presupuesto que se hizo allí en el 2003 consistía en sumar todo lo que pedían los ministerios; el presupuesto era la suma de todas esas peticiones de ministros, una cosa si razón. Se organizaron para quitarme. A los militares no les gustó que yo pusiera a Per Kurowski a representar a Venezuela en el Banco Mundial, porque querían el cargo para ellos, igual que el PSUV. Como empecé a hacer cosas que les molestaban trataron de corromperme.
—¿En qué cosas por ejemplo?
—Permítame narrar esto un poco fuerte; José Vicente Rangel y el dueño del Banco Federal, Nelson Mezherane, que financia a varios políticos en el exilio, se pusieron de acuerdo para armarme una emboscada en la embajada árabe. Un vicepresidente del Banco Federal me dice: ‘Te tenemos unas princesitas’. Inicialmente no le entendí que se refería a un harén de muchachas. Me fui de allí y ni me enteré. La segunda vez, advertido por los compañeros del Ministerio, ya iba sobre aviso. Rangel me lleva a la emboscada, porque no había ninguna razón para que fuera a esa embajada árabe; llega otro vicepresidente del Banco, y me dice ‘recuerda que te tenemos una princesita, ésa que va por allí es una de ellas’, me dijo al pasar una muchacha como de 19 o 20 años, muy bella, vestida como una chica normal. Entré en cólera, me puse rojo, de broma no le doy un trancazo en la nariz a ese tipo en medio de la fiesta. José Vicente me mandaba cada caso. Envió a un tipo que quería que el BANDES le diera un crédito, casi sin soporte, para comprar ocho barcos mercantes; le respondí que no podíamos hacer eso, porque eran créditos para el empleo, pequeña y mediana industria. Su justificación es que allí van a estar empleados los marineros. Eran corruptelas de cualquier tipo.
—Poco revolucionarios, pues.
—Yo me decepcioné de todos ellos, dígame, Aristóbulo Istúriz, muchos de ellos actuaban con nepotismo, con amiguismo, creían que llegaron al gobierno para apropiarse de una empresa, de una hacienda. A Tobías Nóbrega lo propuse yo para ministro; pero Nóbrega resultó ser un corrupto que me traicionó desde el primer día, porque en lugar de un economista honesto y capaz, puso en la Superintendencia de Bancos a un tipo de la banca que vivía en Miami, zamuro a cuidar carne. No tuve éxito porque no me apoyaron ni los del chavismo, ni los de la oposición y Chávez se tiró en los brazos de Fidel.
—¿Cuánto tiempo duró usted en el gobierno de Chávez?
—Once meses, exactamente, desde mayo de 2002 hasta abril de 2003. Fue José Vicente quien me comunicó la decisión de Chávez, ofreciéndome el cargo de representante de Venezuela en el Banco Mundial o de embajador en Argentina; le respondí que no estaba interesado. Tiempo después estando en la Casa del Padre, en Táchira, Chávez llama para preguntarme qué había decidido. Le ratifiqué mi decisión de no aceptar cargo alguno. Le dije que mi único Comandante Supremo era Dios. Me pidió que le ayudara a promover un arreglo entre el gobierno y el sector privado, una cosa promercado con la oposición.
—¿Cómo funcionaba el Gobierno de entonces?
—Ahí había gente que no actuaba por principios, sino por la influencia, por el poder, incluso personas a quienes yo había nombrado me traicionaron, me dejaron solo y el Ministro de Planificación no era jefe de nada en la práctica. En esos últimos tiempos en el Gobierno como creyeron que había perdido el favor de Chávez, porque no fui a la boda de su hija, ya ellos no tenían por qué ser amigos o contactos míos.
—Lo que me indica con lo de la boda de la hija de Chávez, es que el valor estaba en tener el favoritismo de Chávez, es una imagen de ministros mediocres, siguiendo al ídolo. ¿Cómo eran las reuniones de Gabinete?
—Cuando Chávez las presidía eran interesantes, pero no así con José Vicente y fue cuando me di cuenta de muchas cosas malas en las que andaba, porque cuando JVR presidía, lo que se hacía era aprobar contratos militares, compra de aviones, de lanchas, de municiones, un dineral en armas que no se usaban y que ahora sabemos que muchas eran chatarra.
—¿No le dijo a Chávez eso?
—Ante las críticas que en diversas oportunidades formulé, Chávez me aconsejó que no me metiera en esos temas, porque los militares estaban molestos, porque a esa cúpula militar corrupta lo que le preocupaba era el dinero que obtenían de sus corruptelas. Al discutirse el presupuesto de 2003, tuve un conflicto tremendo estando Chávez allí, yo les alertaba sobre la inflación de un presupuesto demasiado elevado, pero en esas reuniones había muchos adulantes. El Ministro de Relaciones Exteriores, Roy Chaderton y yo, éramos los únicos que manteníamos una posición contraria, los demás asentían a todo, para congraciarse con Chávez.
—¿Anécdotas con gente de oposición?
—Te puedo contar algunas. Cuando había esas pugnas políticas contra Chávez, el diario El Nacional, por ejemplo, empezó a atacar a Chávez y éste le quitó toda la publicidad del gobierno. Entonces El Nacional me llamó a mí y a otro ministro, para que le dijéramos a Chávez que si él regresaba la publicidad no lo volvían a atacar políticamente. Me enojé tanto que no le dije nada a Chávez.
—Después de aquella llamada de Chávez cuando usted estaba en la Casa del Padre ¿volvió a hablar con él, volvieron a verse?
—Sí. Cuando salí del gobierno, me dediqué a promover la Democracia desde la base, y fundé la organización Conexión Social, hacía reuniones en los barrios y urbanizaciones, donde les decía que los ciudadanos deben empoderarse y desde allí, elaborar una república, conquistando, retomando lo que es su propiedad, Venezuela. Chávez me mandó a decir con el ministro de Obras Públicas, Haiman El Troudi que no hiciera eso. Giordani me mandó a decir, enojadísimo, que yo no podía hacer eso. Le respondí: ‘Vamos a seguir en esto’. Chávez llamó para apoyarme, me mandó a unos guardias nacionales, a una asamblea en Carora, en la que civiles como militares se pusieron de acuerdo para votar y declarar socialista a Conexión Social; me opuse, pero vencieron y yo renuncié a la organización.