Un mes de protestas que no pierden fuerza en Colombia

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Todo comenzó hace cuatro semanas, con miles de manifestantes contra la reforma tributaria, pero ahora cientos de miles protestan contra los numerosos abusos en el país. ¿Qué impulsa a la gente a salir a la calle?

DW

Cuando este viernes 28 de mayo los colombianos vuelven a salir a las calles, en la que probablemente es la manifestación más grande en exactamente un mes de protestas, ‘Ele’, ‘Ojitos’ y ‘Flaca’ están con ellos. Marchan en primera fila, directamente en la mira de la Policía y la temida unidad especial ESMAD. Su nombre ‘Mámás en primera línea’ no es casualidad. Corean: «si nuestros hijos se manifiestan y van a la batalla, las madres los apoyaremos y lucharemos con ellos».

El grito de batalla de estas 14 madres de Bogotá suena marcial, pero refleja cómo en Colombia las manifestaciones pacíficas de unos pocos contra la reforma tributaria se han convertido en un gran movimiento de protesta con enfrentamientos en las calles que han dejado más de cuarenta muertos.

Por un lado, una sociedad que está harta de la enorme disparidad de ingresos y ya no quiere vivir en un país donde una pequeña élite toma las decisiones. Los manifestantes denuncian la pobreza desenfrenada, la corrupción y la falta de perspectivas. Por otro lado, hay un Estado que ha decidido aplastar las protestas como ha aprendido a hacer en 50 años de guerra civil: con severidad y en ocasiones con violencia excesiva.

«Somos mujeres de todos los estratos, desde maestras de tango hasta amas de casa, de 18 a 38 años. Pero todas somos madres. Protestamos todos los días porque nuestros hijos y la sociedad están simplemente al límite», dice una madre que prefiere no revelar su nombre.

La identificación del grupo es un escudo negro con letras blancas. Con sus cascos azules y sus máscaras contra el gas lacrimógeno, parece como si fueran a la guerra en medio de la ciudad. «Si atacan a una de nosotras, nos atacan a todas» es su lema. Y se aplica no solo a las protestas, sino también ante las acusaciones de que algunas se han dejado instrumentalizar por dinero. Han dejado a un lado el miedo ignorando las amenazas.

«La gente defiende el derecho a la Salud y la educación», dicen, parapetadas tras sus característicos escudos las ‘Mamás de primera línea’.

Los policías, dicen, también tienen madres, después de todo. Quieren manifestarse hasta que algo finalmente cambie en Colombia: «No queremos reformas a medias en educación o en el sistema de salud, que no merecen siquiera ese nombre. Queremos una vida digna por fin».

Mar Tello Sánchez puede entender bien a las madres, aunque en realidad pertenece a quienes están en el lado confortable de la vida en Colombia. Escuela, universidad, graduación en Ciencias de la Comunicación y, con tan solo 26 años, trabajo en la Secretaría de Infraestructuras de Cali. Un currículum perfecto que está fuera del alcance de la mayoría de los colombianos.

Tello Sánchez podría, en lugar de protestar, cerrar los ojos a la realidad, como todavía hacen muchos privilegiados. ¿Por qué sale a la calle? «No podemos simplemente mirar para otro lado ante la realidad, necesitamos un cambio, progreso. Colombia no se ha movido en 60 años, la guerra civil siempre se ha utilizado como excusa», dice. «Desde entonces, el poder siempre ha estado en las mismas manos y las clases medias y bajas se ven a diario privadas de oportunidades».

El hecho de que su ciudad natal, Cali, se haya convertido en el foco de las protestas, tiene que ver con una fuerza policial que no tiene ningún problema en perseguir a los manifestantes por las calles y apretar el gatillo rápidamente. Según Tello Sánchez, este es «el modus operandi para reprimir las protestas». Por otro lado, está la desigualdad social particularmente grande en Cali: de cada diez personas en Colombia que están por debajo de la línea de pobreza, según las estadísticas, una de ellas proviene de la metrópoli del sur.

Hace dos semanas, el instituto estatal de estadísticas DANE publicó nuevas cifras sobre la pobreza y la desigualdad social después de un año de pandemia. Resultado: los indicadores se han duplicado. «Cinco millones de personas en Colombia ya no comen tres veces al día, sino solo una», dice Tello Sánchez. «Lo que está sucediendo ahora es un estallido social, pero también el resultado de una mala política gubernamental durante décadas».

Para Esteban Franco, estos días son mucho más que un estallido social. Para este estudiante, el mundo se ha colapsado desde principios de mayo. Y al mismo tiempo ha caído la creencia de que Colombia es un país que protege a sus jóvenes. «Mi amigo Elvis Vivas fue presuntamente víctima de la violencia policial durante las protestas. Después de una operación de siete horas, estuvo en coma durante una semana y luego murió a causa de las heridas en el cráneo».

Franco puede relatar todos los detalles de las últimas horas de su amigo, un caso que sacude a toda Colombia. Son muchos los testimonios, hay videos que circulan en las redes sociales de Vivas en la comisaría, que está investigando la Fiscalía. «Vivimos en un país donde los derechos humanos son pisoteados y donde no hay justicia», dice Franco, de 28 años. «Estamos rodeados de violencia extrema y represión por parte del Estado».

Sin embargo, Franco está de nuevo en las calles el viernes. Se lo debe a su amigo fallecido. No cree que las protestas se vayan a acabar pronto, como espera el gobierno. «Sobre todo, debemos finalmente poner fin a la corrupción. Si no hay cambios fundamentales aquí y la gente no tiene futuro, muchos se irán del país». (lgc/dzc)