“¿Abusan de ti? ¿Te hacen bullying? ¿Te sientes inseguro? ¿Acaso tu factor limitante es que creciste con tanto apoyo y tanto confort que nunca te forzaste a ir más allá?”: de estas preguntas nació el libro “Can’t Hurt Me”, en el que el triatleta ofrece estrategias —entre ellas, “la regla del 40%” y “espejo de la rendición de cuentas”— para sacar lo mejor de sí cuando uno se siente peor
Las estadísticas no son buenas para los niños que no tienen acceso a la salud, que se desempeñan mal en la escuela, que sufren la discriminación racista, que crecen en la violencia y la pobreza. David Goggins fue la excepción gracias a un esfuerzo consciente basado en un principio básico: él era el único recurso con el que contaba.
Era un joven de 23 años que pesaba 135 kilos y trabajaba como exterminador de cucarachas por un salario escaso en el turno de la madrugada de la compañía Ecolab. Hoy es un autor, orador motivacional, triatleta, corredor de ultra maratón, ciclista de ultra distancia y el único militar de los Estados Unidos que completó tres especialidades: las Fuerzas de Operaciones Especiales de la Marina (Navy SEAL), la Escuela de Rangers del Ejército y la de Control Táctico de la Fuerza Aérea (TACP). También tuvo el récord Guinness de flexiones (4.030 en 24 horas) y participó en la guerra de Irak.
Y para él, todo eso no fue el punto de llegada, sino el de partida hacia una vida distinta. Una vida en sus propios términos.
Tal vez por eso le gusta tanto la cita de Heráclito que incluyó en Can’t Hurt Me (No me puede hacer daño), un libro que publicó de manera autónoma y que vendió 900.000 ejemplares en cuatro meses, se mantuvo en las listas de best sellers y le consiguió la representación de William Morris Endeavor, una agencia de talento de Los Angeles:
De cada cien hombres, diez ni siquiera deberían estar allí, ocho son sólo carne de cañón, nueve son los verdaderos luchadores y somos afortunados de tenerlos, pues ellos darán batalla. Ah, pero uno, ¡uno es un guerrero! Y él traerá de vuelta a los demás.
“Desde el momento en que respiras por primera vez, eres candidato a morir. También eres candidato a encontrar tu grandeza y convertirte en Ese Guerrero”, escribió en esta mezcla de autobiografía y autoayuda con la que quiso transmitir cómo lograr la excelencia en el plano físico, psicológico o profesional por medio del dominio de sí mismo.
“Depende de ti equiparte para la batalla que te espera”, continuó. “Sólo tú puedes dominar tu mente, que es lo que hace falta para vivir una vida valiente llena de logros que la mayoría de la gente considera más allá de su capacidad”. Su historia, estimó, iluminará a quien la lea una senda hacia el dominio de sí mismo y le dará el poder de “enfrentar la realidad, asumir la responsabilidad, ir más allá del dolor, aprender a amar lo que se odia, disfrutar del fracaso, vivir al máximo del potencial y descubrir quién realmente es uno”.
Goggins formula una pregunta engañosamente simple: “¿Sabes quién eres realmente y de qué eres capaz?”. Todo el mundo cree que sí, analizó; después de todo, la experiencia ha enfrentado a cada persona a sus capacidades y sus límites. Eso, sin embargo, es una ilusión psicológica. “La negación es la máxima zona de confort”, advirtió.
“No te preocupes, no estás solo. En cada ciudad, en cada país, en todo el mundo, millones deambulan por las calles, inexpresivos como zombies, adictos al confort, aceptando una mentalidad de víctima y sin conocer su verdadero potencial”, explicó. Algunos porque desde que nacieron sólo conocieron el amor, el cuidado y la comodidad, y nunca tuvieron necesidad de valerse por sí mismos. Otros, como él, porque tuvieron una vida muy difícil.
Nació en una casa de Buffalo, en el norte del estado de Nueva York, dominada por un padre brutal. Sus abusos físicos, psicológicos, emocionales y económicos contra la madre la mantenían reducida a una suerte de servidumbre; los hijos tenían que trabajar, no recibían atención médica y asistían escasamente a la escuela. Cuando la madre logró escapar, Goggins creció en la pobreza, en casas subsidiadas y con asistencia alimentaria. La segunda pareja de su madre murió violentamente: cuando Goggins ingresó al secundario ya había visto mucho más que lo que muchos adultos llegan a conocer.
Su familia era la única afroamericana en el pueblo de Brazil, en e estado de Indiana, y en la escuela fue el blanco habitual de la discriminación racista. Como faltaba mucho y tenía dificultades de aprendizaje, consecuencia del estrés postraumático de la violencia doméstica, estuvo a punto de ser expulsado. A los 18 años se inscribió en la Fuerza Aérea y, si bien tuvo algunas dificultades en el entrenamiento —descubrió que le tenía terror al agua, donde se realizaban muchos de los simulacros de operaciones—, se sintió por primera vez seguro.
Pero entonces le diagnosticaron una anemia falciforme, una enfermedad hematológica por la cual corría peligro a mucha profundidad, gran altitud y condiciones duras. Asustado, se retiró de las tareas físicas y se entrenó como asistente en tierra de las misiones. Cuando terminó el servicio había engordado tanto que, aun con su altura de 2,1 metros, estaba en pésimo estado.
Una noche, trabajando como exterminador, encontró un nido de cucarachas enorme. Hizo un buen trabajo. Pero sintió angustia de pensar que, 30 años más tarde, mirase atrás y encontrara que ese había sido uno de los mejores momentos de su vida.
“Muy poca gente sabe cómo se siente estar en el fondo, pero yo lo sé. Es como arena movediza”, comparó. “Te atrapa, te succiona hacia las profundidades, no te suelta. Cuando la vida es así, resulta fácil dejarse llevar y seguir eligiendo el mismo confort que te está matando, una y otra vez”. Es algo natural: es la manera en que funciona la mente humana.
A veces se intenta cambiar la actitud, buscar una motivación: Goggins no cree mucho en eso. “Aun la mejor arenga o el mejor truco de autoayuda no son más que una solución temporal. No van a reprogramar tu cerebro. No van a amplificar tu voz o elevar tu vida. La motivación no cambia a nadie. Solo a mí me tocaba arreglar la mala jugada que era mi vida”.
Una tarde tuvo una epifanía: miraba un programa en Discovery sobre el entrenamiento de los Navy SEAL y lo sintió como un mensaje metafórico. La vida es una lucha. Algunos la enfrentan, otros renuncian.
Llamó a los reclutadores. Los primeros se rieron en su cara: con tanto sobrepeso nunca podría aspirar a inscribirse. Uno lo escuchó con más empatía e hizo unas cuentas: tendría que bajar 48 kilos para llegar a los 87 que eran el límite para alguien de su estatura. Emprender ese esfuerzo demoraría un tiempo que no tenía para inscribirse.
Se propuso hacerlo. Al día siguiente se levantó a las 6 de la mañana y salió a correr. Iba a hacer 5 kilómetros. “Me concentré y me comprometí a encontrar la grandeza en mi interior”, recordó. Comenzó a correr.
“A los 400 metros me detuve y volví a casa. Bajé la cabeza y comprendí la realidad del fracaso diario”, siguió. “Saber que me iba a sentir como una mierda casi todos los días de esta travesía fue una gran lección. ¡Mi aptitud para correr era pésima!”.
Estuvo a punto de tirar la toalla, pero hizo un plan distinto. Se entrenó primero en bicicleta fija, luego en una cinta, luego volvió a correr: un día 5 kilómetros, otro 6, otro 7. Cada día de la semana trabajó un grupo muscular diferente. Se puso a dieta: redujo su desayuno a una banana, su almuerzo fue una porción de pollo deshuesado de 250 gramos con tres cuartos de taza de arroz y una taza de brócoli al vapor. Su cena era un batido de proteínas.
Cada día, durante tres meses, comió el equivalente a 800 calorías, 82 gramos de carbohidratos, 13 gramos de grasa y 89 gramos de proteína, y cumplió con un entrenamiento intensivo.
Adelgazó los 48 kilos. Ingresó a los Navy SEAL. Luego haría otros dos entrenamientos militares y prestaría servicio en Irak.
Su libro es una propuesta individual, que literalmente usa un diario íntimo y un espejo como herramientas; su planteo evoca su pasado de uniforme. Can’t Hurt Me abre como una “Orden de Advertencia”, jerga militar para expresar “un aviso preliminar de una orden o acción que va a seguir”, que un comandante emite al recibir una orden superior, para maximizar el tiempo de preparación de toda la tropa.
Organización de la tarea: misión individual
1. Situación: Te encuentras en peligro de vivir una vida tan confortable y suave que vas a morir sin darte cuenta de tu verdadero potencial.
2. Misión: Liberar tu mente. Deshacerte para siempre de la mentalidad de víctima. Apropiarte de todos los aspectos de tu vida, por completo. Construir un cimiento irrompible.
3. Ejecución
A. Lee esto de punta a cabo. Estudia las técnicas que contiene, acepta los 10 desafíos. Repite todo otra vez. Repetir endurecerá tu mente.
B. Si cumples con tu tarea lo mejor posible, te dolerá. La misión no consiste en hacerte sentir mejor. La misión consiste en ser mejor y dejar una huella mayor en el mundo.
C. No te detengas cuando estés cansado. Detente cuando hayas terminado.
4. Reservado: Esta es la historia sobre el origen de un héroe. El héroe eres tú.
Ese es el mensaje central del libro: la transformación sólo puede salir de uno mismo.
Goggins tiene la convicción de que todas las personas ocultan el potencial de ser más, y su libro presenta una serie de estrategias para lograrlo.
“Los seres humanos cambian por medio del estudio, del hábito y de los relatos”, planteó. “Por medio de mi relato aprenderás hasta dónde pueden el cuerpo y la mente cuando se los impulsa a su capacidad máxima, y cómo llegar hasta allí. Porque cuando estás motivado, sea lo que sea aquello que tienes enfrente, sea racismo, o sexismo, o lesiones, o un divorcio, o una depresión, o la obesidad, o una tragedia, o la pobreza, se convierte en combustible para tu metamorfosis”.
Entre los conceptos principales se destaca “la regla del 40%”: según Goggins, en el momento en que alguien está exhausto, mental o físicamente, en realidad le queda el 60% de su potencial. “Cuando crees que estás liquidado, estás sólo en el 40% de la capacidad de tu cuerpo. Ese es solamente el límite que nos ponemos a nosotros mismos”.
Lo comparó con el motor de un automóvil: nunca se usa la velocidad máxima, porque mucho antes el aumento de las revoluciones hace que distintas señales nos alerten sobre el esfuerzo, como el temblor del volante o el ruido de la operación. Del mismo modo, una persona es mucho más capaz de lo que cree. La clave consiste no sólo en salir de la zona de confort, sino en abrazar la zona de incomodidad.
“En 1999, cuando yo pesaba 135 kilos, mi primera carrera fue de 400 metros. Adelantemos a 2007: corrí 330 kilómetros en 39 horas, sin parar”, ilustró. “No lo logré de la noche a la mañana, y no espero que tú lo hagas, tampoco. Tu tarea es ir más allá del punto donde te detendrías normalmente”.
De a poco cada día. Hasta crear un hábito y que lo extraordinario se vuelva normal. “Cuando corres o haces flexiones, llega al punto en que estás tan cansado y dolorido que la cabeza te ruega que te detengas. Entonces haz un 5% o un 10% más. Si el máximo de flexiones que has hecho en una sesión es de 100, haz 105 o 110. Si normalmente corres 50 kilómetros por semana, corre 10% más. En resumen, la vida es un juego psicológico”.
Otra idea a la que le dedica mucho es el del “espejo de la rendición de cuentas”: Goggins solía hablarse a sí mismo frente al espejo para combatir los pensamientos que lo mantenían atado a su zona de confort.
“Si te miras al espejo y ves a una persona gorda, no te digas que tienes que perder un par de kilos”, escribió. “Di la verdad. Estás condenadamente gordo. No pasa nada. Di que estás gordo si estás gordo. El espejo sucio que ves todos los días te va a decir la verdad siempre, así que ¿por qué sigues mintiéndote a ti mismo? ¿Para poder sentirte mejor durante unos minutos y seguir igual? Si estás gordo tienes que cambiar el hecho de que estás gordo porque es muy poco sano. Lo sé porque me ha pasado”.
Sincerarse sobre las verdaderas razones de las limitaciones de uno permite “convertir esa negatividad, que es real, en combustible”, propuso. “No hay más tiempo que perder. Las horas y los días se evaporan como arroyos en el desierto. Por eso está bien ser cruel contigo mismo, en tanto comprendas que lo haces para mejorar. Todos necesitamos curtirnos para mejorar en la vida. Ser blando cuando te miras al espejo no va a inspirar los cambios totales que necesitamos para reorientar nuestro presente y abrirnos al futuro”.
Además de mostrar la verdadera imagen de uno, el espejo sirve para visibilizar los pasos que hace falta dar para cambiarla. Goggins escribía en papeles adhesivos sus objetivos y los pegaba al espejo. Cada día que lo enfrenta los leía y se rendía cuentas a sí mismo. El día que lograba cumplir con uno, despegaba el papel.
Un tercer concepto de importancia es el de evitar el reflejo del “no puedo” y en cambio preguntarse, con curiosidad cándida, “qué pasaría si”. ¿Qué pasaría si vas más allá de tu zona de confort cuando sientes que ya no puedes más? ¿Qué pasaría si reemplazaras todas las razones que hacen que algo sea imposible por razones para lograrlo?
“Las conversaciones más importantes que tendrás en la vida las tendrás contigo mismo. Te despiertas con ellas, deambulas con ellas, te acuestas con ellas y finalmente actúas según ellas. Sean buenas o malas”, resumió. “Todos somos la persona que más nos odia y que más duda de nosotros, porque dudar de uno mismo es una reacción natural a cualquier intento audaz de cambiar tu vida para mejor. No puedes evitar que la duda brote en tu cerebro, pero puedes neutralizarla, y todo el demás cotilleo externo, preguntándote ¿qué pasaría sí?”.
Quizá la idea más subrayada de Can’t Hurt Me sea la de ir un poco más allá, sacar lo mejor cuando uno se siente peor. Goggins se repitió a sí mismo infinidad de veces que “toda penuria emocional y física se termina”. Propuso: “Sonríele al dolor y obsérvalo mermar durante un segundo o dos. Si puedes hacerlo, puedes unir esos segundos y durar más de lo que se supone que puedes, y eso puede ser suficiente para recuperar las energías”.
En su experiencia, duplicar la apuesta cuando el sentimiento es de derrota es todo lo que hace falta para cobrar fuerza. “Lo más duro es llegar a ese punto, porque el camino a la victoria generalmente se reduce a sacar lo mejor cuando te sientes peor”.
Las estrategias para aplicar esos conceptos están organizadas como ejercicios en el libro: hay 10 desafíos, uno detrás de cada capítulo. El primero, por ejemplo, consiste en escribir un diario a los efectos de identificar el estado de cosas y las dificultades reales.
“Mi mala suerte comenzó temprano y se quedó un buen rato, pero la vida nos desafía a todos en algún momento. ¿Cuál fue tu mala suerte? ¿A qué clase de mierda te enfrentas? ¿Te pegan? ¿Abusan de ti? ¿Te hacen bullying? ¿Te sientes inseguro? ¿Acaso tu factor limitante es que creciste con tanto apoyo y tanto confort que nunca te forzaste a ir más allá?”, preguntó. “¿Cuáles son los actuales factores que limitan tu crecimiento y tu éxito? ¿Alguien te obstaculiza en el trabajo o en los estudios? ¿Te subestiman y te pasan por alto en casa oportunidad? ¿Qué dificultades enfrentas en el presente? ¿Eres un obstáculo en tu propio camino?”.
Desplegar la historia entera, darle forma al dolor, le quita poder, argumentó. “Utilizarás tu historia, esta lista de excusas, estas muy buenas razones por las cuales no valdrías nada, como combustible para tu éxito final”.
El segundo desafío utiliza el espejo de la rendición de cuentas para detallar las inseguridades, los sueños y los objetivos: para hacerlos visibles ante uno mismo. El tercero, consiste en comenzar a curtir la personalidad saliendo por un momento, conscientemente, de la zona de confort. Goggins recomienda “hacer cada día algo que te fastidie”, como ejercicio para avanzar un paso.
Otros desafíos organizan las estrategias como un esfuerzo para hacer algo en competencia, internamente, con otra persona; visualizar el éxito de un objetivo y el camino hacia él, incluidos sus obstáculos; anotar en el diario, y recordar, en un momento difícil, los logros obtenidos en otra ocasión, como premios para mantener la motivación; tomar notas de la rutina de vida real y planificar los cambios en actividades que quepan en bloques de 15 o 30 minutos (que se pueden sumar), para hacerlos realizables; ponerse un obstáculo a propósito, para “mantenerse en búsqueda constante” y estimular “el esfuerzo sin fin”; apenas se fracasa en algo, volver a intentarlo.
La vida, sea más amable o más terrible, nunca es como se espera. Y toda ayuda exterior estará siempre allí: fuera de uno, en manos de otro. La única persona que puede ayudar a alguien es ella misma. Para Goggins eso es otra manera de decir que cada quien es un guerrero y que el dolor es parte del progreso.
“Nuestra cultura es adicta a las soluciones rápidas, los trucos prácticos, la eficiencia”, concluyó. “Todo el mundo está en busca de un simple algoritmo de acciones que produzca la ganancia máxima con el mínimo de esfuerzo. No se puede negar que esta actitud te puede regalar algunos de los adornos del éxito, si tienes suerte, pero no te llevará a una mente resiliente ni al dominio de ti mismo”. Nada reemplaza al esfuerzo, al hacer. “Porque la pasión y la obsesión, e incluso el talento, sólo son herramientas útiles si tienes la ética de trabajo para darles sostén”.