Un impactante estudio de la Universidad Católica de Caracas concluye que Venezuela es el país con mayor prevalencia de esclavitud moderna de Latinoamérica
No es difícil imaginar a qué se debe esta deshonrosa calificación. Venezuela cuenta con una respuesta muy débil para la prevención, investigación, sanción y reparación de las víctimas de este fenómeno. La crisis ha dejado al desnudo la incapacidad del Estado para enfrentar el fenómeno. Según estimaciones del Índice Global de Esclavitud, ya ha cobrado las 174.000 víctimas.
No es cosa del pasado
Mucha gente cree que la esclavitud es cosa del pasado. Cuando se oye hablar de esclavitud se asocia con épocas donde las personas eran sometidas a la servidumbre. También a realizar oficios en condiciones denigrantes y sin libertad ni posibilidades de ascenso social.
Pero tales cosas siguen ocurriendo hoy. Según el informe GSI (Índice Global de Esclavitud), en la actualidad más de 40 millones de personas viven bajo esta condición de «esclavos modernos». Estas personas siguen padeciendo las consecuencias de la injusticia y la crueldad.
Es preciso recordar acá, que una de las denuncias más recientes de esclavitud moderna, fue consignada ante los organismos internacionales de derechos humanos contra el gobierno cubano. Sucedió por el trato a sus equipos sanitarios, los famosos “médicos cubanos” que exportan cual si fuera mercancía.
Se dice que unas de las mayores fuentes de ingresos del régimen cubano – después de haber destruido su economía y de la falta de apoyo del petróleo venezolano- proviene de los “sueldos” que los gobiernos están supuestos a pagar por el trabajo esos médicos. Algo que desarrollan a veces en precarias condiciones, especialmente en tiempo de pandemia, sueldo que ni ellos ni sus familias disfrutan pues va directo al bolsillo del Estado comunista.
El 10 de junio de 2021, se publicaba una histórica decisión, tomada por mayoría absoluta contra la violación de los derechos humanos en Cuba. La Unión Europea (UE) condenó las prácticas de esclavitud moderna de las brigadas médicas de Cuba en el exterior.
La UE, mediante esta resolución, unió sus criterios con el informe de las Relatoras Especiales contra la Esclavitud y contra la Trata de Personas, con el punto 24.230 del Estudio Universal de Cuba 2018 (ES / EN / FR). También con el Informe Anual 2020 de la CIDH capítulo IV.B sobre Cuba (ES / EN). Lo mismo con el informe de Human Rights Watch sobre las misiones médicas cubanas (ES / EN), con el informe de Human Rights Foundation (EN) que las describe como “esclavitud moderna”.
Y también y con el British Medical Journal (EN), donde ya en 2010 se denunciaba la “esclavitud” de los médicos cubanos en Portugal. Además de cientos de periódicos, radios y televisiones mundiales que han denunciado el testimonio de 622 médicos cubanos presentados ante Naciones Unidas y la Corte Penal Internacional, según publicó Prisoners Defenders (Prisoners Defenders International Network). Aquí una institución enraizada en el más profundo humanismo, cuya misión es la relatoría de derechos humanos, la acción jurídica y la defensa pro-democrática.
El concepto y el Papa
La definición más aceptada de esclavitud moderna, refiere a aquella condición por la cual, en la actualidad, una persona es obligada a trabajar en condiciones infrahumanas sin que pueda negarse debido a la coerción, las amenazas o el abuso de poder. Por supuesto que la pobreza, la necesidad, la marginación, el “descarte” como dice el Papa Francisco, hacen de las personas presas fáciles de los esclavistas de nuestra época.
No es exagerado decir que muchas personas ignoraban esta realidad. El Papa Francisco la convirtió en uno de sus temas-bandera. Lo hizo denunciando abiertamente el sufrimiento de tantos seres humanos víctimas de este crimen. Muchos se han sensibilizado. Quienes denodadamente y con serios riesgos para sus vidas luchan para salvar a las personas de un destino terrible han sido visibilizados. Los gobiernos han presionado y, cuando no toman cartas en el asunto, han evidenciado su negligencia.
La vulnerabilidad de estas personas es la razón por la que, a veces de manera voluntaria pues no tienen alternativas o más frecuentemente bajo engaño, sean propensas a caer en alguna de las formas de moderna esclavitud que existen. Aparecen ahí el trabajo en servidumbre, el forzoso, la explotación sexual. También la trata de personas, el trabajo infantil y el matrimonio infantil forzado que ocurre en varias culturas y países. Y lo más triste, con la venia de sus familiares.
Herida profunda
Tan grave es el asunto que el Papa Francisco no deja de referirse al problema con frecuencia y angustia. En 2019, durante la Conferencia internacional dedicada a la implementación de las Orientaciones Pastorales sobre la Trata de Personas, y tras recordar que él mismo ha denunciado repetidamente esta tendencia de mercantilización del otro, el Santo Padre agregó que una de las manifestaciones más dramáticas de la “mercantilización” de los seres humanos es, precisamente, la trata de personas.
En sus múltiples formas, dijo:
“Constituye una herida en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una herida profunda en la humanidad de los que la sufren y de los que la llevan a cabo”.
El 30 de julio se celebra el Día Mundial contra la Trata de Personas, instituido por la ONU en 2013. Este flagelo es una de las actividades ilegales más lucrativas del mundo. Hay 40 millones de víctimas.
Internet y redes como instrumento de captación
El estudio de la UCAB encontró que las mujeres, los niños y adolescentes son las poblaciones más vulnerables. El trabajo forzado, la prostitución y la incorporación a redes de contrabando o tráfico de drogas se cuentan entre las formas más comunes de explotación. Las redes sociales y la internet son las principales vías de captación de las víctimas. Las engañan, las enrolan en proyectos supuestamente beneficiosos y lucrativos y, cuando menos lo piensan, están presas dentro de las redes de trata.
Según la investigación, las circunstancias en que ocurre la migración desde Venezuela hacia otros países de la región exponen a los caminantes a condiciones de vulnerabilidad que incrementan las posibilidades de que sean víctimas de dinámicas de esclavitud moderna.
En el documento se analizan los patrones de salida, recepción y las legislaciones vigentes en dos países fronterizos (Colombia y Brasil). Se indica cómo afectan a las personas migrantes y refugiadas.
Sin instituciones es más fácil
La debilidad institucional del país es la explicación a dos aspectos que dificultan el combate a la esclavitud moderna en Venezuela. La carencia de cifras oficiales, la falta de unidad de criterios entre quienes reciben las denuncias y el sistema de justicia. En este caso desacreditado y sometido al Ejecutivo.
Esta vergüenza, en toda su dimensión y gravedad, es abordada en el mencionado informe derivado de la investigación realizada por el Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello. El trabajo se titula “Formas de esclavitud moderna y su impacto en personas migrantes forzadas y refugiadas venezolanas”.
Los obispos de países como Brasil, Ecuador, Colombia y las islas del Caribe, constantemente denuncian la trata de personas y sus consecuencias. Esto especialmente para los migrantes y refugiados. En el caso de Venezuela, este problema reviste mayor complejidad. Además crece a la par que lo hace el éxodo a través de las peligrosas rutas fronterizas.
Bajo la falsa promesa de regularización migratoria y empleo, caen en manos de mafias de trata que obligan a los migrantes a practicar lo que artificiosamente llaman relaciones sexuales transaccionales o bien a ejercer la prostitución consensuada. Las cifras son espeluznantes, como este dato: en el Norte de Santander –Colombia- el 90% de las trabajadoras sexuales son venezolanas.
Un tratamiento equivocado
“La investigación – explica el Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica-también permite entender cómo, a pesar de la indudable decadencia de las instituciones venezolanas y una incuestionable emergencia humanitaria compleja que agudiza la precariedad del modus vivendi de sus ciudadanos, las personas venezolanas siguen recibiendo tratamiento de migrantes voluntarios, es decir, como cualquier otro migrante que decide salir de su país, sin tomar en consideración todos los factores exógenos de la situación venezolana, que ineludiblemente han forzado a millones de nacionales a movilizarse fuera de su país de origen”.
El estudio
El CDH-UCAB documentó algunas formas de esclavitud moderna que afectan a los migrantes venezolanos:
● Un informe elaborado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Panamá, Trinidad y Tobago, República Dominicana, Costa Rica y Guyana reveló que 21% de un total de 4.600 encuestados fue obligado a trabajar sin recibir ningún tipo de remuneración o fueron retenidos contra su voluntad desde que salieron de Venezuela. De este mismo grupo, 2% fue obligado a trabajar.
● Se conoce que existen venezolanos que son llevados al exterior, previamente contactados por redes sociales (Facebook e Instagram) a quienes se les ofrece empleos como cuidadoras, atención al cliente, estudio de idiomas o cursar otros estudios y luego son víctimas de redes de trata.
● El CDH-UCAB registró casos de mujeres que por cuenta propia o bajo engaño han sido trasladadas a Trinidad y Tobago, Colombia y Brasil con ofertas engañosas de empleo o de “prostitución consensuada” y una vez en el exterior, son obligadas a prostituirse. En Trinidad y Tobago deben cancelar hasta $2.000 por su libertad a líderes de las bandas organizadas.
Medios
● En cuanto a los migrantes y refugiados venezolanos que se dirigen a Brasil, se encontraron elementos suficientes para hablar de la existencia de redes de trata de personas que captan a estas personas con fines de explotación. “Los medios utilizados para la captación consisten ofrecer servicios de transporte y ubicación en este país”, detalla el informe de del CDH-UCAB.
● En Colombia, Ecuador y Perú existen reportes que dan cuenta que migrantes venezolanos, entre ellos mujeres, niñas y personas Lgbti, han tenido que recurrir a relaciones sexuales transaccionales. En Colombia se han identificado madres que empujan a sus hijas a realizar estas prácticas y hombres y adolescentes que se dedican al contrabando de combustible y drogas.
Fronteras
● En la frontera con Brasil y con Colombia las mujeres son captadas mediante ofertas engañosas de empleo que les ofrecen redes criminales transnacionales. Se les ofrece trabajar en labores agrícolas o en tareas domésticas, en fincas y barequeo (minas de oro); pero una vez que llegan al lugar son explotadas sexualmente en negocios controlados por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y grupos armados de delincuencia organizada.
● En el Norte de Santander, 90% de las trabajadoras sexuales son venezolanas. También se evidenció que hombres colombianos ofrecen ayuda a mujeres venezolanas con niños a cambio de situaciones que implican servidumbre doméstica y esclavitud sexual. En el Catatumbo se constató la existencia de prácticas de explotación sexual y sometimiento de niños y adolescentes venezolanos no escolarizados en situaciones similares a la esclavitud.
● En Bucaramanga (Colombia) fue denunciada la existencia de una red de alquiler de niños venezolanos que son utilizados para pedir limosnas en las calles. Se conoció que los propios padres son quienes alquilan a sus hijos a estas redes criminales. Ellos someten a los niños a estas prácticas. También fue reportado que estos niños son dopados por sus tratantes a los fines de que se mantengan quietos durante todo el día.
Países receptores
● En un estudio regional que abarcó cuatro países receptores de venezolanos (Colombia, Curazao, Ecuador y Trinidad y Tobago) sobre la explotación sexual y trata de mujeres y niñas venezolanas migrantes forzadas y refugiadas se registró que estas suelen llegar a los países de la región con escasos recursos, desnutridas y pocas pertenencias personales. Este contexto ha generado que el trabajo sexual se convierta en el medio más común con el que cuentan para ganarse la vida.
● Los tratantes prometen regularización migratoria y empleo, pero una vez que llegan al país de destino, las personas en movilidad se ven forzadas a trabajar sin percibir ninguna remuneración, y a tener sexo para poder sobrevivir. También existen reportes de que, en los cruces fronterizos irregulares desde Venezuela a Colombia, las mujeres que no tienen dinero para pagar a los grupos armados que controlan la zona, son forzadas a pagar con sexo. Mientras que, en algunos casos, los menores de edad son reclutados por estos grupos armados. En parte, esta situación se debe a la imposibilidad que estas personas tienen para migrar a otros países por vías regulares.
A pesar de la decadencia de las instituciones venezolanas y la emergencia humanitaria que vive Venezuela, los venezolanos que huyen fuera de sus fronteras buscando mejor calidad de vida siguen recibiendo un trato de migrantes voluntarios. Lo hacen dejando de lado los factores exígenos de la situación venezolana que los empuja a movilizarse de manera forzada.
Para el Centro de Derechos Humanos de la UCAB, “la falta de reconocimiento de los venezolanos como sujetos de protección internacional obvia de forma agravada las prerrogativas que les asisten de acuerdo a las normas de carácter internacional, generando una revictimización soportada en el menoscabo de sus derechos fundamentales”.
Lavarse las manos no es opción
El CDH-UCAB insiste en decir que es indispensable que los países receptores acaten el cumplimiento de los principios de protección internacional, el no rechazo en frontera, el acceso, la no devolución y la unificación familiar, entre otros aspectos del respeto a sus derechos y garantías fundamentales.
Sin duda alguna, ayudaría mucho el que los países receptores acataran los principios de protección internacional. También las garantías fundamentales que consagran para los migrantes y sus familias. Esto comenzando por el reconocimiento, en este caso del estatus de los venezolanos que protagonizan uno de los mayores éxodos que ha visto la humanidad, facilitando la protección internacional para ellos.
Otra contribución importante la recuerda el subsecretario de la Sección Migrantes y Refugiados de la Santa Sede, Cardenal Michael Czerny:
“Si cada uno de nosotros abre sus ojos, sus oídos y su corazón, y ve en su vida cotidiana señales concretas de este flagelo, hay que denunciarlo inmediatamente a la diócesis”, la que nos corresponda.
Como el mismo Papa Francisco ha dicho, captando perfectamente que se trata un crimen contra toda la sociedad y que todos debemos involucrarnos en su combate:
“No podemos lavarnos las manos si no queremos ser, de alguna manera, cómplices de estos crímenes contra la humanidad”.