¿Un Premio Nobel de la esclavitud?

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Los aproximadamente 50.000 médicos que Cuba mantiene en el exterior son blanco de algunas de las actividades más antiguas e infames de la historia universal: la trata de personas y la esclavitud

Por Leonardo Coutinho / Infobae

Cada año, China exporta miles de toneladas de cabello humano. Parte del producto se obtiene en campos de trabajos forzados donde más de un millón de personas de la etnia uigur están encarceladas. Pero, ¿y si el Partido Comunista de China, en lugar de vender las hebras, decidiera donarlas a la producción de pelucas para niños y mujeres que perdieron el cabello como efecto secundario de las terapias contra el cáncer? ¿Será menor o nulo el delito de mantener presos a opositores y minorías, bajo el argumento de “reeducación”, sometiéndolos a trabajos forzados, si al final del proceso resulta en algo bueno?

Las preguntas pueden parecer estúpidas y deberían ser innecesarias. Pero el improbable escenario descrito anteriormente sirve para presentar un proceso en curso que une a un régimen totalitario, organizaciones políticas y de cabildeo en torno a un plan para recompensar la esclavitud con el Premio Nobel de la Paz. Pero esto no se trata de China. El ejemplo de los uigures sirve para ilustrar cómo el mal, en este caso la esclavitud, puede disfrazarse de virtud. Organizaciones con sede en los Estados Unidos y Europa lideran una campaña para que Cuba, la dictadura más longeva de Occidente, sea reconocida con el Premio Nobel de la Paz. La petición enviada al Comité Nobel describe las misiones médicas enviadas al exterior por el régimen como actos de humanismo y altruismo. Se envió a médicos cubanos para actuar en algunas de las mayores tragedias humanitarias de los últimos dieciséis años. Y la pandemia de covid-19 se ha convertido en una oportunidad. Cuba envió los médicos a 27 países.

Los cubanos son el pueblo latinoamericano que más tiempo vive bajo una dictadura. A lo largo de 62 años de historia, el régimen ha logrado una hazaña. Mucha gente no solo tolera su existencia, sino que la exalta. La imagen de la isla pobre que resiste las presiones de la mayor potencia económica y militar del planeta alimenta a quienes celebran la resiliencia mientras hacen la vista gorda ante los crímenes que el régimen ha cometido.

Aquí viene la relación aparentemente improbable entre uigures y cubanos. Organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch definen como crímenes de lesa humanidad las sucesivas violaciones impuestas por el Partido Comunista Chino a minorías encerradas en unidades de “reeducación”, que hacen referencia a la infame memoria de los campos de concentración.

Es innegable que la presencia de profesionales de la salud representa un alivio para las comunidades desatendidas, víctimas de tragedias y pandemias. Así como una peluca hecha a miles de kilómetros de los campos de reeducación de Xinjiang puede aliviar el sufrimiento de quienes se enfrentan a terapias invasivas contra el cáncer. ¿Pero hay bien que redima el mal que está en su origen?

Uno de los mensajes de propaganda más poderosos del régimen es que la isla es un paraíso médico. Con la tasa más alta de médicos del planeta, Cuba cuenta con una fantástica cantidad de 84 médicos por cada 10.000 habitantes. Pero más de la mitad de ellos son enviados a trabajar en el extranjero en “acciones humanitarias”. Los aproximadamente 50.000 médicos que Cuba mantiene en el exterior son blanco de algunas de las actividades más antiguas e infames de la historia universal: la trata de personas y la esclavitud.

Cada uno de estos médicos es una fuente de dólares para el régimen que confisca sus sueldos en porcentajes que van desde el 75% (como fue el caso de Brasil entre 2013 y 2018) al 90%, como en la mayoría de los demás países donde operan. El uso de mano de obra médica, además de ser un instrumento para promover la imagen solidaria del gobierno cubano, es la principal fuente de dólares del régimen, superando incluso los ingresos por turismo.

Mientras les confiscan sus sueldos, a los médicos también les aniquilan la libertad. Quienes lograron liberarse del cautiverio estatal cubano denuncian el clima constante de vigilancia, amenazas y castigos que conlleva el proceso de control de los médicos en el exterior. En una demanda en curso en los tribunales de Estados Unidos, cuatro médicos cubanos que trabajaban en Brasil denuncian violaciones al régimen. Piden una indemnización, pero sobre todo el fin de la esclavitud disfrazada de ayuda humanitaria.

La demanda se interpone contra la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que entre 2013 y 2018 actuó como intermediario entre los gobiernos de Cuba y Brasil, siendo responsable de confiscar la mayor parte de los sueldos de los médicos y enviarlos al régimen. Los montos recaudados por la dictadura cubana, a través de la confiscación de salarios y la opresión de más de 15.000 médicos que trabajaban sólo en Brasil, superan los 1.000 millones de dólares.

Cualquiera que encuentre una oportunidad, pide asilo o refugio. En 2018, una huida masiva, quizás la más grande desde el éxodo de Mariel en 1980, expuso dramáticamente el problema de los médicos cubanos. De inmediato, 2.600 profesionales decidieron quedarse en Brasil luego de que el régimen ordenara su regreso inmediato al enterarse de que el gobierno recién electo ya no aceptaría la confiscación de sus sueldos.

Eso es lo que los entusiastas de la dictadura creen que merece un Premio Nobel de la Paz.

Las protestas populares que estallaron en el país caribeño expusieron otra consecuencia de la explotación del trabajo de los médicos como fuente de dólares. El sistema de salud de Cuba colapsó con la pandemia de coronavirus. No solo faltaban medicamentos y suministros. No había doctores suficientes. Más de la mitad de ellos están en el extranjero, generando ingresos y alimentando la propaganda solidaria cubana.

La pandemia de coronavirus reforzó para el mundo la nobleza y la relevancia de los trabajadores de primera línea, que arriesgan sus vidas para salvar a otros. Cuba vio algo más. El régimen no quiere perder la oportunidad de obtener una ventaja más con su esclavitud al bien. Ellos esperan un Nobel por la esclavitud.