¡SOBREVIVIENDO! Venezolanos “no enchufados” rematando recuerditos familiares de oro que les quedan

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En Caracas, se multiplican los negocios de compra de oro. A través de las redes ofertas se mantienen en contacto con los interesados, que a su vez deben ser muy cautelosos al momento de decidir en donde acudir a concretar la venta.

Venezolanos liquidan prenditas de oro para sobrevivir o invertir – Crónica

Cada día muchas personas acuden a comercios dedicados a comprar oro a ofrecer sus pocas prendas familiares y obtener efectivo para lidiar con problemas económicos más urgentes en estos tiempos de hiperinflación, dolarización, falta de crédito bancario y bajos salarios en Venezuela.

Para algunos las prendas pueden tener un valor sentimental y es muy difícil tomar la decisión de venderlas, pero más puede la necesidad del momento.

Son las 9 de la mañana, un equipo de El Estímulo -sin identificarse como reporteros- recorre las calles del centro de Caracas, por los alrededores de la Asamblea Nacional. A cada paso pululan los llamados “tarjeteros”, que ofrecen comprar prendas de oro a los transeúntes.

“Oro, oro, compramos su oro, plata, evaluamos sus prendas, también compramos su dólar y euros”, es el grito más escuchado en la zona. Los potenciales vendedores, hombres y mujeres se acercan a los tarjeteros para escuchar ofertas, en busca de una cotización justa por el gramo del precioso metal.

Avalúo gratis
“¡Mi reina! Te evaluamos tus prendas gratis, te damos el mejor precio y seguridad”; “Sin compromiso, si tiene prendas y quiere venderlas somos su mejor opción”, “Somos profesionales, discretos y pagamos bien”, son algunas de las ofertas que pregonan los compradores de oro.

En la entrada del edificio Plaza Capitolio, cerca de la plaza Bolívar no menos de cinco compradores de oro salen a nuestro encuentro. Elegimos a uno de ellos casi al azar. Queremos conocer el proceso para avaluar unas prendas.

Nos conduce a un cubículo dentro de un edificio, donde se encuentran dos hombres más. Hay un escritorio destartalado, sobre el que reposa una pequeña balanza electrónica y un frasquito como un gotero. En la habitación también hay un viejo sofá, con su forro roto.

Explicamos que tenemos que vender varias prendas que tenemos en casa, (dejamos claro que no teníamos el oro con nosotros) y que queríamos conocer el proceso. ¿La razón de la venta?, pues preparábamos un viaje para abandonar el país y necesitamos el dinero en efectivo.

En Venezuela no existe el mecanismo del crédito al consumo: las tarjetas de crédito que en el pasado -como en cualquier país normal- también financiaban un gasto de emergencia, aseguraban el ingreso a una clínica, una compra de comida o unas vacaciones están pulverizadas por la hiperinflación. El límite de crédito de una Visa o Master Card no llega a 25 centavos de dólar para un alto ejecutivo.

Hasta pruebas PCR falsas
– Quiero vender mi anillo de grado, la cadena de bautizo de mi hija y una cadena de mi esposo.
– Aquí te pagamos el gramo de oro en $140. Si las prendas se encuentran en buen estado te podemos aumentar $20; te pagamos en efectivo, le sacamos copia a los billetes y además te prestamos seguridad cuando hagamos la transacción. Te acompañamos hasta el carro.

En medio de la relajada conversación, nos informaron que también compran plata, y que pagan $400 por el kilo de este metal.

Nos contaron que diariamente allí va mucha gente a vender oro para poder obtener dinero extra que ayude a saldar deudas pendientes, completar los montos para comprar un carro o una casa o irse del país.

Los negocios informales parecen diversificarse.

Además de ofrecer comprarnos las prendas de oro, también nos ofrecieron “su ayuda” por si necesitábamos los certificados de las pruebas de PCR ya con resultados negativos del covid-19, para nuestro viaje “sin la necesidad que se realice la prueba”.

Salimos de allí rodados por una avalancha de otros compradores de oro que prometían mejorar la oferta que nos había hecho los otros.

En Venezuela los hospitales del estado están en ruinas y la gente suele morir más por la falta de atención oportuna, tratamiento, equipos y medicinas que por las propias enfermedades curables. De este modo, ante cualquier emergencia una familia está obligada a recurrir a la caridad pública de amigos y de los desconocidos en las redes sociales para enfrentar cualquier problema de salud y financiar el ingreso a una clínica.

Recuerdos familiares
Ya nuevamente en la calle, otro de los “tarjeteros” accede a contarnos su experiencia.

-Diariamente a esta zona llega una gran cantidad de personas vendiendo sus prendas de oro: cadenitas de bautizo, anillos de matrimonio, esclavas, pulseras, entre otras prendas. Ese oro significa el ahorro que mantenían en caso de alguna emergencia.

El comprador cuenta que algunos vendedores señalan tener la necesidad de vender sus prendas, por la urgencia de pagar tratamientos médicos, comprar comida, pagar un alquiler, o marcharse del país.

“Pero también nos toca lidiar con gente de muy mala conducta”, asegura.

En un día de buena compra un negociante de estos puede ganar hasta $ 300 por el día.

Tanto los tarjeteros, como los compradores de oro no preguntan nombres, tampoco piden facturas de las prendas. Se llega, se pesa el oro, se paga, se despiden y se concluye el negocio.

No hay recibos, ni otro documento que verifique la transacción comercial, tampoco facturas, por lo cual tampoco necesidad de pagar impuestos al Estado.

Siempre es una angustia
Más allá del centro de Caracas está el bulevar de Sabana Grande, donde también hay negocios de este tipo. Acompañamos a un caballero, potencial vendedor, que prefiere mantener su nombre en el anonimato por razones de seguridad. Lo llamaremos Jesús Acosta y quiere vender una cadena de oro.

“No es la primera vez que vendo mis prendas de oro. Yo trabajaba en la banca pública y hace muchos años pude comprar varias piezas a personas que vendían, por cuotas quincenales, toda clase de prendas. Tuve la oportunidad de adquirir sortijas, cadenas, esclavas y zarcillos para mis hijas, los cuales tenía guardados en casa”, explica.

Relata que la primera vez que estuvo en medio de un apuro económico, y con el consentimiento de su esposa fueron y empeñaron un par de anillos. Les dieron un recibo con la fecha tope en la cual deberían cancelar la deuda, pues de lo contrario perderían las prendas.

“En ese momento, las cosas estaban económicamente muy difíciles y no logramos pagar, perdimos los anillos”, dijo Acosta.
Con el pasar del tiempo, se divorció y guardaba con mucho sentimiento su anillo de matrimonio.

El oro o el teléfono
“Soy comerciante independiente, tengo una tienda por Internet y dependo de mi teléfono celular para realizar todas mis ventas. Lamentablemente fu víctima de un atraco y los ladrones se llevaron mi celular, entre otras pertenencias, ante la necesidad y con mucho pesar vendí el anillo de matrimonio para poder comprar un nuevo teléfono”, explica.

Explicó que requería comprar más mercancía, y para no pedir dinero prestado y mantenerse endeudado, buscó otra de las cadenas que le quedaban guardadas para venderla.

“Buscar un lugar en donde poder vender oro, siempre te genera una angustia, pues hay muchos cuentos de bandas delictivas que siempre están pendiente de los comercios en donde compran oro, para luego atracarte, en la entrada o en la salida. Nunca voy solo a estos negocios, siempre le pido algún amigo que me acompañe”, dijo.

Llegamos al bulevar de Sabana Grande, seleccionamos al primer local, el encargado dice que solo debe pasa la persona que va a vender. Pero la transacción fue fallida pues no se llegó a un acuerdo con el precio de la prenda.

“Ya me habían evaluado la cadena. Tengo el peso y el valor, pero en este local me estaban ofreciendo $50, por debajo de la última oferta que me hicieron”, dice el vendedor.

Segundo intento
Llegamos a otro local. A las afueras nos da la bienvenida un cartel con la foto de un diamante amarillo y un letrero que dice “compramos oro y plata al mejor precio”. En la puerta una joven bien vestida y arreglada, nos preguntó si requeríamos evaluar alguna prenda.

Junto con su amigo, Jesús Acosta ingresa al local, nos cuenta que allí volvieron a pesar la cadena, acordaron el precio y la vendió, hasta por un precio un poquito más alto de lo que aspiraba. Le pagaron en efectivo y quedo satisfecho.

Mientras que esperábamos a las afueras del local, llegaron otras personas interesadas en vender su oro, un par de jóvenes hablaban de sus planes de terminar de completar para comprar una moto, para trabajar como “delivery”, haciendo entregas a domicilio, uno de los pocos negocios que han proliferado en medio de la pandemia y la severa crisis energética que sufre Venezuela.

También aguardaban su turno unas chichas y dos adultos mayores.

“Cuando decides vender alguna prenda que tiene un valor sentimental, es más difícil tomar la decisión. Yo quería conservar mi anillo de matrimonio, no quería vender mi cadena, pero más puede mi necesidad económica”, dijo Acosta.

Cuidado con el precio muy muy alto
Nos indicó que el precio que le cancelaron por el gramo del precioso metal fue menos de la mitad de lo que nos ofrecían en el centro de Caracas cuando fuimos a sondear el negocio. Aquello era demasiado atractivo para ser verdad, si hasta ofrecieron la prueba falsa del coronavirus para facilitarnos la salida del país.

“Ese precio que ofrecieron en el centro de Caracas, no se ajusta con el precio del mercado. Yo creo que lo que querían era estafarte, o montarte un paquete chileno para quitarte tus prendas”, señaló Acosta.

Oro, venta
La venta o empeño de las prendas es una opción de emergencia o para planificar otras inversiones en un país donde no existe el crédito. Foto: Daniel Hernández/El Estímulo

Vender mi oro por una buena causa
“En casa guardaba la cadena y medalla de bautizo de mi único hijo, un regalo que le dio su padrino hace 25 años. También tenía un par de zarcillos y una cadena mía. Decidimos vender todo para completar el pasaje para que mi hijo se fuera para Chile, en donde viven sus primos. Esas prendas significaban el ahorro familiar, creo que sirvieron para una buena causa”, dijo Esmelys Escobar, habitante de la zona de Catia, en el oeste de Caracas.

En la capital se multiplican los negocios de compra de oro que mantienen a través de las redes sociales ofertas actualizadas para los interesados. Pero todos deben ser muy cautelosos al momento de decidir en donde acudir a concretar la venta.

Para iniciar un emprendimiento
Mónica Carrillo, era trabajadora administrativa en un organismo público. Todos los días se quejaba del bajo salario que percibía y que no cubría ni un presupuesto básico.

“Ese salario no me alcanzaba ni siquiera para pagar los pasajes desde mi casa al lugar de trabajo”, señaló.

Para ganar un dinero extra, hacía tortas que vendía entre sus amistades. Con esta repostería informal ganaba mucho más dinero que trabajando diariamente por un salario mensual básico de $3.

“Junto a mi hermana decidimos comenzar nuestro emprendimiento basado en elaboración de tortas, dulces y pasapalos, para lo cual requeríamos comprar un buen horno, moldes y materia prima. No teníamos dinero, pero en casa guardábamos algunas prendas de oro, que decidimos salir a vender. Visitamos varios locales, revisamos varias páginas web, hasta que encontramos un lugar confiable en un centro comercial en el este de Caracas, para la venta”, explicó.

Señala que hasta unas lágrimas rodaron por su mejilla, al momento de entregar las prendas. “Allí estaba una cadena que me había regalado mi papá, que falleció hace algunos años y la guardaba como uno de sus recuerdos. Pero la necesidad de montar mi propio negocio para ayudar económicamente a mi familia era mi nuevo compromiso. Y estoy segura que si mi padre estuviera aquí, me apoyaría en mi decisión”, señaló Carrillo.

Con ese dinero del oro familiar logró comprar lo necesario para montar su negocio, que con el paso del tiempo ha ido creciendo y logrado alianzas con restaurantes, empresas de festejos, así como también se han acelerado las ventas por internet.

“Fue una buena decisión vender mis prendas de oro, para montar mi negocio. Igual ya no las podía usar para lucirlas, ya que lo más seguro era que fuera víctima del hampa”, señaló.

En Venezuela prácticamente tampoco existen préstamos para emprendedores, pequeños y medianos inversores, que pueden conseguir el capital para arrancar o repotenciar sus negocios.

La restricción y eliminación del crédito es uno de los artificios usados por el gobierno chavista de Nicolás Maduro para tratar de evitar que los bolívares se orienten a la compra de divisas y ello acelere más las constantes devaluaciones del bolívar.

Fuente: El Estímulo