Pablo Montero o la decadencia, Por Gustavo Tovar-Arroy

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El mediocre desconocido

No lo conocía, peor aún, no tenía ni idea de que existía y para un venezolano-michoacano, cuyos ancestros mexicanos fueron benefactores de José María Morelos (y su movimiento universitario) y financistas en cierta medida de la revolución independentista mexicana, esto es, que tiene mucha tradición recorriendo sus venas, y que además ama con pasión la ranchera, el mariachi, la pirekua y toda expresión musical mexicana, incluso la prehispánica, no conocer, o peor, no tener idea de quién es un vocalista mexicano sólo se explica por dos razones: la mediocridad del músico o su novatería. No hay otra.

¿Quién no conoce a Vicente Fernández, a su hijo Alejandro, a Pepe Aguilar, Luis Miguel, Pedrito Fernández o a Marco Antonio Solis?

Pero Pablo Montero, ¿quién es ese?

El cabeza hueca

El talento jamás pasa desapercibido. Gústenos o no un artista cuando es talentoso o carismático tiende a ser reconocido, uno sabe quién es. Puede ser que no sigamos su trayectoria o éxitos, pero por lo general sabemos de quién se trata y qué hace. Cuando escuché a Pablo Montero entendí instantáneamente el porqué no lo conocía: tiene una voz plana, poco melodiosa y trabajada, su timbre fastidia porque no es capaz de variar tonalidades ni colores, además desafína. Es decir, un fiasco.

El mundo del espectáculo es especialista en crear estos personajillos cuyas carreras a la postre terminan siendo un fiasco por su poco talento, son, como se dice, pura “carita”, galancitos cabeza hueca

Eso trágicamente es Pablo Montero, un carita cabeza hueca.

Los llaman “tarugos”

No soy cruel con él, lo mío es una crítica constructiva. La verdad, el muchacho me causó más que molestia, compasión: es como pasmado el pobre (en México, los llaman “tarugos”). Como artista debe mejorar sus capacidades y cualidades, debe esforzarse más, saber que es deficiente —él lo sabe, de ahí su inseguridad como artista y persona— y con humildad volver a clases de canto para aprender de los grandes maestros. Su carrera está decadencia, deja de ser “carita” porque envejece, sólo le queda su falta de talento y la cabeza hueca. Es compleja la situación, muy compleja, por eso limpia sabañones a tiranos.

Si tuviera algo de cerebro, una migaja de sensatez, por más que estuviera muerto de hambre (que obvio lo está) nunca hubiese dado el show que dio frente a un criminal como Maduro. Nunca.

Pero ni cerebro ni sensatez, tarugo, no entiende un carajo.

La decadencia que desafina

Decaer es una forma de muerte, quien decae, a su modo, desfallece y muere. No conozco la carrera de Montero, pero el error de juicio en el que incurrió presentándose ante un reconocido criminal mundial y haciéndole vergonzosamente la barba, arrastrándose sin necesidad, al margen de la estrepitosa —insisto— falta de talento (desafina, gime, aplana), muestra que su trayectoria decae, va en caída libre hacia un final muy triste en el que lo veremos cantándole a narcos (como “artista”), asesinos en serie, corruptos y violadores de niños.

Y dirá, cabeza hueca como es, “soy artista, no tengo partido político”, ni ética, ni moral, ni tengo dignidad ni mucho menos honor. Necesito el dinero aunque sea ensangrentado.

Dale unas monedas y su decadencia tendrás.