Las elecciones del pasado 21 de noviembre sirvieron para validar varias hipótesis clave de la crisis política venezolana, y para impulsar un nuevo mapa político en el país
Por Jesús Seguías / El Nacional
1. El mapa de Venezuela se cubrió de rojo luego de las elecciones del pasado 21 de noviembre. Sin duda, eso es lo que más destaca en la mente de la opinión pública, especialmente la internacional. Pero lo que no destaca es lo que hay debajo de ese mapa rojo.
2. ¿Cómo es que un gobierno que es rechazado firmemente por más de 70% de los venezolanos logra esa proeza electoral?
3. ¿Cómo explicar a un extranjero desprevenido -por ejemplo- que, en medio del peor caos jamás vivido por país alguno en América Latina, el gobierno haya arrasado con más de 80% de los cargos con el apoyo de apenas 24% de los venezolanos que votan en Venezuela, en unas elecciones razonablemente transparentes y con una observación internacional que no logró obtener pruebas para denunciar fraude electoral (diferente a trampas y ventajismo) en algún lugar del país? (a esta hora no sabemos si Barinas será la excepción).
Diez hipótesis quedaron validadas en las elecciones
4 . Las elecciones del pasado 21 de noviembre sirvieron para validar varias hipótesis clave de la crisis política venezolana, y para impulsar un nuevo mapa político en el país.
5. La primera hipótesis. La participación de los electores sería superior a 50%. Con el éxodo de 4 millones de electores aproximadamente al exterior, el Registro Electoral Permanente (de quienes votan en Venezuela) quedó reducido a 17 millones aproximadamente en términos reales. Votaron 8.924.060, lo cual representa el 52% del REP que realmente existe. Y la participación real es la que debe tomarse en consideración para un análisis político correcto.
6. La segunda. La abstención de opositores da legitimidad al gobierno. Es un error pretender deslegitimar políticamente los resultados de unas elecciones tomando como referente la participación de los electores en un proceso donde además no hay impedimentos para que la inmensa mayoría vote en secreto. Claro, no todos pueden hacerlo pues el “voto asistido” priva para muchos electores cautivos del chavismo (no de la oposición, por cierto).
7. El 2 de noviembre hubo elección de alcalde en Miami, la participación fue de 14,12%, y el ganador sólo obtuvo el apoyo de 9,3% de los electores registrados para votar. Francis Suarez, el alcalde reelecto, cobró su pírrica victoria y sigue ejerciendo el poder de una manera totalmente legítima.
8. Asimismo, el 21 de noviembre hubo elecciones presidenciales en Chile, y la participación fue de 47% en esa primera vuelta. Con toda seguridad el ganador final será el presidente legítimo de Chile sin que nadie lo cuestione por el nivel de participación electoral.
9. El mismo 21 de noviembre hubo elecciones locales en Venezuela y la participación real fue de 52%. Y los ganadores fueron los chavistas quienes ejercerán el poder de manera real y no imaginaria.
10. Lección política: no sólo la participación da legitimidad a los ganadores sino que la abstención también lo hace.
Protocolo de votación
11. La tercera. Las elecciones del 21 de noviembre serían razonablemente transparentes, especialmente en el protocolo de votación. Bien se sabe que el CNE no está estructurado equitativamente y que tolera irregularidades al gobierno y sus candidatos, pero también se sabe que todo voto que se emite es un voto que se cuenta, y esto es lo que más importa a la oposición (lo demás es irrelevante cuando se cuenta con una mayoría cautiva abrumadora).
12. Los observadores de la Unión Europea ratificaron que el protocolo de votación se mantuvo dentro de los estándares internacionales. El gobierno era el más interesado en que así ocurriera pues necesita ganar con apremio algunos puntos con la comunidad internacional.
13. La cuarta. Los votos opositores que se fueron al exterior (quizás 3,5 millones) pesan un mundo en estos momentos. Es casi la mitad de la máxima votación histórica opositora, la de 2015 cuando obtuvo 7,7 millones de votos en las elecciones parlamentarias.
14. La base electoral opositora quedó muy debilitada con el éxodo, y casi equilibrada con la del chavismo. Por eso, hoy día cada voto pesa, y cada alianza que se logre de aquí en adelante es vital para obtener cualquiera victoria mientras se crean las condiciones del retorno de millones de electores opositores en diáspora. Eso no lo entendieron algunos actores clave opositores.
15. La quinta hipótesis. La división entre “puros” y “alacranes” fue inmenso desacierto, un autogol. Haber tomado estas elecciones como una ocasión propicia para dirimir asuntos domésticos e intrascendentes, cargados de consideraciones éticas que se convierten en un bumerán para muchos, fue un gravísimo error.
16. Algunos dirigentes (que al parecer aún viven en una adolescencia prolongada) sacrificaron neciamente el objetivo clave de estas elecciones: impedir que los candidatos del PSUV obtuviesen una victoria arrolladora y que el mapa de Venezuela quedara cubierto de rojo, pues eso los legitimaría internacionalmente (más que debilitarlos), y pondría en tela de juicio la legitimidad popular de la oposición. No haberlo logrado traerá graves consecuencias a la oposición de aquí en adelante.
17. La división entre “puros e impuros”, entre honestos y “alacranes” fue una acción suicida y torpe. Cuando Morel Rodríguez, de nuevo militando en AD (la que dirige Bernabé Gutiérrez para mayor precisión) ganó las elecciones en Nueva Esparta, nadie pintó ese estado con el color rojo sino con el azul. Igual hubiese ocurrido con Táchira, Lara y tantos otros estados y municipios que se perdieron.
Compleja votación
18. La sexta. La preeminencia de los partidos sobre los candidatos en el tarjetón de votación trastocaría muchos resultados. Tanto el PSUV como la MUD así lo aprobaron, y trabajaron para “entubar” la votación por partidos políticos haciendo muy compleja la votación cruzada por candidatos. En el G4 calculaban que la tarjeta de la MUD iba a arrasar al igual que en 2015, lo cual no ocurrió.
19. La séptima. El PSUV es líder de las minorías. El gobierno chavista, reducido a 24% de la población electoral que vive en Venezuela, sólo ganará elecciones mientras ocurran tres cosas: que ese 24% vaya a votar masivamente, que los opositores no vayan a votar, y/o que los opositores concurran al proceso fragmentados, divididos. Y justo eso fue lo que ocurrió el 21 de noviembre.
20. Por cierto, la abstención y la división fueron decisiones políticas muy voluntarias de varios dirigentes de oposición. La mayoría de la dirigencia media en estados y municipios quería la unidad opositora total pero unos pocos actores nacionales se negaron a ello. Privaron razones subalternas y sectarias. Con sus decisiones no sólo pintaron de rojo al país sino que llevaron a la tumba las legítimas aspiraciones de miles de dirigentes regionales y municipales, a quienes de nada les valieron su inmenso esfuerzo y sacrificios personales.
21. La octava hipótesis. En política, la unidad no es un fin en sí misma ni es mágica. Ella es útil para alcanzar objetivos comunes. Y allí radica el mayor problema opositor: no hay objetivos comunes. Unos asumieron la ruta electoral por convicción política mientras otros la asumen forzados por las realidades pero siguen aferrados a las fantasías, y/o a intereses creados, o a la nada. Esas dudas (nada razonables) y la falta de convicciones son mortales en la política.
22. La novena. Casi todos los partidos políticos del país adolecen de democracia interna. Esta crisis de democracia en la oposición condujo a una selección autoritaria y sectaria de los candidatos. Unas amplias elecciones primarias (esencia de un partido democrático) hubiesen hecho la diferencia entre la derrota y la victoria, y hoy el mapa venezolano estuviese vestido de azul. No abrigamos la más mínima duda al respecto.
23. La décima hipótesis. Al igual que el PSUV, los partidos políticos del llamado G4 tampoco representan a la mayoría de los venezolanos. En estas elecciones, casi todos los dirigentes del G4 se lanzaron con mucho esfuerzo y euforia a buscar el voto de los venezolanos. Sólo 13% de los electores confió en ellos. La Alianza Democrática, Fuerza Vecinal, El Lápiz, y otros partidos tienen el mismo poder de convocatoria que el G4. Todos ellos suman 14% de las preferencias de los venezolanos versus 13% de la MUD.
24. Queda mucha reflexión por delante, pues esos errores los pagan muy caro millones de venezolanos.