La incertidumbre frente a la variante Ómicron afecta la salud mental

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Durante 2021, aumentaron los casos de personas que tuvieron la necesidad de recibir apoyo psicológico. Qué hacer según expertos en psicología en la etapa actual de la pandemia

Infobae

Cuando la pandemia por el coronavirus empezó a principios de 2020, nadie se imaginaba los cambios que iba a implicar para la vida cotidiana. Vivir en el hogar con pocas salidas por los confinamientos masivos. Estar con otras personas con distanciamiento de dos metros. Salir de la casa con el barbijo puesto. O estar expectante por la llegada de las vacunas. Ahora, a casi dos años del reporte oficial de la propagación del coronavirus por el mundo, la preocupación hoy pasa por el predominio de la variante Delta y la aparición de otra como Ómicron, que sumó más incertidumbre sobre cuándo será el fin de la pandemia en un momento en que aún el 44% de la humanidad no tiene aplicada ni la primera dosis.

Ante tantos cambios, el contexto se percibe como amenazante y crecen la preocupación, la ansiedad, y la irritabilidad y la sensación de que hay que pedir ayuda. “El mensaje es claro: hemos estado operando en modo de crisis desde el inicio de la pandemia”, dijo el doctor Anselm Hennis, director de Enfermedades No Transmisibles y Salud Mental de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). “Además de manejar el miedo a enfermar y el trauma de perder a los seres queridos a causa del nuevo coronavirus, la gente de las Américas ha sufrido desempleo, pobreza e inseguridad alimentaria, y el impacto adverso en la salud mental ha sido generalizado”, destacó.

En la Argentina, el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) realiza desde marzo del año pasado un relevamiento de la situación de la salud mental en el contexto de la pandemia. Ese seguimiento reveló que aumentó la proporción de personas en riesgo de padecer trastornos psicológicos. En marzo de 2020, casi el 5% de los participantes reunían criterios que estaban asociados a trastornos mentales. En cambio, en octubre pasado ya eran más del 12%.

También fue creciendo la cantidad de personas que se percibieron que necesitaban ayuda psicológica. En mayo, era el 38% de los participantes en el relevamiento. En octubre, pasó al 46,5%. “La pandemia implicó un gran cambio para el mundo. En 2020, el malestar estaba principalmente dado por los confinamientos que afectaba la posibilidad de movilizarse y realizar diferentes actividades sociales. En cambio, en 2021 observamos que el malestar creció por otro tipo de situaciones como los duelos por los seres queridos fallecidos por el COVID-19 y se suman dificultades económicas o tensiones de parejas, entre otras situaciones”, dijo a Infobae Martín Etchevers, secretario de investigaciones de la Facultad de Psicología de la UBA.

Aunque sientan que necesitan tratamiento, hay personas que no acceden. En el relevamiento se encontró que las dos razones principales que hacen que no estén en terapia son que no pueden pagarlo o que prefieren la atención presencial. En tercer lugar, no hacen tratamiento porque no encuentran un servicio gratuito. “En Argentina, hay muchos profesionales para la atención de la salud mental. Los resultados de nuestro relevamiento indican que hay barreras entre la necesidad de las personas y el acceso al tratamiento. Los diagnósticos por un profesional son importantes para iniciar un tratamiento”, señaló Etchevers.

“En algunos consultorios o en los servicios de hospitales están casi desbordados por las consultas en esta época del año. Por un lado, hay una inquietud en los sectores que leen las noticias sobre la variante Ómicron del coronavirus. Otras personas -en cambio- están con una sensación de más alivio tras la liberación de las restricciones y se están preparando para las Fiestas de Fin de año. Pero más allá de esas situaciones, la pandemia ha dejado un tendal de personas con síntomas. Hay parejas que soportaron durante la pandemia pero se rompieron. Otras parejas están revisando los contratos. También hay personas con una sensación de catástrofe generalizada en el mundo, más allá de que se circule la variante Delta o la variante Ómicron. Es difícil generalizar en este momento”, comentó a Infobae la profesora de Salud Pública y Salud Mental de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.

En otros países, ya se registró también la preocupación mayor por la pandemia y la propagación de variantes. En agosto, las llamadas al servicio de apoyo a la crisis de 24 horas de duración Lifeline en Australia alcanzaron un máximo de 3.505 llamadas al día, la cifra más alta de llamadas diarias en sus 57 años de historia. Desde el comienzo de este año, 694.400 australianos angustiados han llamado a Lifeline para pedir ayuda, a menudo por problemas relacionados con dificultades económicas, rupturas de relaciones, soledad y autolesiones. El número de llamadas en septiembre se mantuvo igual de alto, y fue un 30% mayor que en el mismo periodo del año pasado.

El último informe del Grupo de Reflexión sobre Salud Mental de Australia muestra que el COVID ha agravado la presión emocional, social y financiera de grupos ya vulnerables, como los niños y los jóvenes, las comunidades indígenas, las mujeres, los trabajadores sanitarios, los que tienen trabajos precarios o están desempleados, y los que padecen enfermedades mentales o físicas.

De acuerdo con la consejera de salud mental Anne Posey, de la Clínica Cleveland de los Estados Unidos, “realmente estamos sintiendo los impactos de la pandemia, y estamos cansados. Ha sido un largo camino, y aún no ha terminado. Pero no durará para siempre”. Para la especialista, hay estrategias para afrontar el momento actual de la pandemia.

La forma en que enmarca las cosas puede marcar una gran diferencia en su estado de ánimo y su salud mental. Si se centra solo en lo negativo, así es como se sentirá. En cambio, hay que tratar de ver los desafíos de una nueva manera. “En lugar de decirse a sí mismo ‘estoy tan cansado de no ver a mis amigos, no puedo seguir haciendo esto’, se puede reformular para decir: ‘estoy haciendo algo por un bien mayor, y esto no durará para siempre”, dijo Posey.

Preocuparse por preocuparse no sirve para nada, a menos que te impulse a hacer cambios, opinó Posey. “Si se está ansioso por algo en particular, trate de resolver el problema”. En lugar de darle vueltas a si se podría perder su trabajo a causa de la pandemia, se puede actualizar el currículum, buscar las ofertas de empleo o hablar con el jefe sobre las preocupaciones. “Si ocurre lo peor y se encuentra sin trabajo, estará en mejor posición para responder. Se pueden afrontar los retos, si hay un plan”, añadió Posey.

Probablemente, ya se hayan enfrentado momentos difíciles en el pasado. Mirar hacia atrás a las veces que se ha luchado; preguntarse cómo se superó la crisis, quiénes apoyaron. Todo sirve. “Recuerda que eres resistente. Recurre a esas habilidades para superar el día”, es el consejo de la experta.

Comer saludable, hacer actividad física, dormir bien, no consumir alcohol en exceso, y llevar una rutina con esos hábitos también suma. “Después de meses de vivir y trabajar a distancia -sostuvo Posey, las horas felices virtuales han perdido algo de su chispa. Pero es tan importante como siempre mantenerse conectado con los amigos y la familia, incluso si tienes que ser creativo para hacerlo”