Me refiero al programa «Entre Calvos» con Pedro Carvajalino y Vladimir Villegas. El primero que vi, anoche. Grabado en una location (ex profeso) espectacular, con toda Caracas a sus pies, en un sitio que creo reconocer, de un conocido y nuevo Centro Comercial en Los Naranjos, donde lo mejor de las tiendas internacionales muestran sus productos.
Una sobrina hizo su fiesta de matrimonio justo ahí, una terraza amplia, abierta, panorámica, hacia una ciudad inmensa, que brilla, de noche, incluso hasta para calvos poco inteligentes.
Programa que estuve viendo con mi genial amigo secreto, Diogenes, quien no demoró en observar lo estridente de las voces, la guachafita de la charla, el orgullo de mostrarse chéveres, conocidos, mediáticos, libres de decir cualquier tontería, hasta groserías, pues el libreto así lo indica y permite.
Lo lamento por Carvajalino, quien lleva, sin duda, le peor parte. Joven, chavista, sin la enorme experiencia de un lobo viejo como Vladimir, es vulnerable completamente a las osadías del periodista que antes fue comunista y ahora ¿conservador?
El propósito del programa es bueno, entenderse, dialogar, comprenderse uno al otro, y lo que cada uno de ellos representan, su público tan diferente, sus intereses contrarios, su querer lucirse frente a las cámaras, pero con gran desventaja, desigualdad. Caperucita Roja frente al cordero bueno, muy disfrazado, ma non troppo.
Apreciados lectores, creo que el joven Carvajalino, impetuoso, valiente cayó en la trampa. Tuve modo de conocerlo en la reciente FILVEN, cuando me dio un autógrafo para Diogenes, en el libro sobre Las Cartas desde el exilio (o ¿desde la cárcel) de Alex Saab. Mientras Mario Silva, igualmente presentador del libro, se notaba apurado, fastidiado, queriendo ir a la entrevista que estaba esperándolos, Carvajalino con toda la paciencia del mundo, prefería atender a los que le pedíamos autógrafos, en vez de correr hacia el protagonismo de una entrevista, hacia las luces de la cámara, acción, y quedarse, en la sombra, pero con el pueblo clamando su firma.
Se lo dije, gratamente sorprendida, pues esa faceta humilde, generosa, no es visible en el programa que dirige, Zurda Konducta, que apenas veo, a ratos y en pocas ocasiones. Mientras que Mario Silva, por cierto, con excelentes programas últimamente, de alguna manera mostraba su carácter como buen hijo de españoles, altanero, sobrado, pretencioso.
¿Qué decirles de Vladimir? Un zorro viejo, de sesenta años, mucha vida política recorrida, coqueteando hasta con la high venezolana, recordando una foto donde, en una de esas revistas de la élite, posaba entre «importantes» con un lujoso smoking. De la mejor manera de los que sí valen y saben qué es lo mejor de Venezuela.
Y Carvajalino ciertamente, no es lo mejor para ellos. Hace la parte del mejor gritón, del chabacano, del joven sin mucha educación, pero con nobles sentimientos, que indudablemente, oculta.
Un lugar frío, que los obliga a ponerse chaquetas y suéteres. Un frío que, tal vez, sin juzgar, ameritó unos cuantos whiskies o cervezas, que encendieron la labia, los gritos y la insolencia hacia el invitado.
Tarek William Saab, nuestro Fiscal General, poeta también sumergido diariamente en un medio tan sórdido, tan alejado de los poemas y de los suaves sentimientos que nos hacen escribir, y que creo, justo por eso, el último libro de poemas escrito por él, y que compré, siempre para mi amigo secreto Diogenes, en la FILVEN, tiene poemas tan anteriores como desde 1984 al 2002, nada nuevo bajo el sol, como no sea uno reciente, al final de la edición, quasi oculto.
Porque, ¿cómo escribir poemas cuando debemos leer expedientes de asesinatos, de maldades, de femicidios, de suicidios que no son suicidios, de opositores lanzados por las ventanas mientras son interrogados, por almirantes acusados de conspiración, matados a palazos dentro de las cáceles?
¿Cómo escribir poemas con tantos acontecimientos, irreales para la mente, pero muy presentes, como el hacinamiento en las cárceles, como crímenes sin aclarar, como un plan cayapa, ordenado por el presidente Nicolás Maduro, plan necesario, urgente, comisionado a Diosdado Cabello, y de cuyos resultados y logros supimos poco o casi nada?
¿Cómo escribir poemas con nuestros jóvenes migrando y amenazados por violencia de género, de agresiones, de ser considerados, más allá de nuestras fronteras, un poco más que animales?
No, apreciados lectores, estos programas de guachafita, irreverentes a propósito, para inducir la risa y el olvido, no son de mi agrado. Muy parecidos a los de Luis Chataing, los de antes, los que conocía, no sé ahora desde el imperio, pero que, entre risas y bromas de mal gusto, preguntaba e iban directamente al grano, un grano tal vez manipulado, sesgado ciertamente, pero con gran efecto sobre los ignorantes y disociados que lo siguen.
Luis Chataing, un tipo nice, hasta sifrino (como la Laura Pérez la de Caurimare, ¿recuerdan?) al que intentan imitar estos dos calvos.
Pregunto, inocentemente; ¿será que nuestro fiscal general, con un cargo tan crucial, importantísimo, columna vertebral del gobierno bolivariano, deba someterse, y explayarse, a las preguntas capciosas de Vladimir? ¿A los comentarios infelices de Carvajalino? ¿A los gritos y payasadas que, al parecer, forman parte del libreto del programa?
Diálogo si, cien, mil veces, pero de altura, incluso de un buen nivel inteligente de humorismo. Sinceramente no sé, si un personaje como Vladimir, que llegó incluso a hacer apología en algún momento del gobierno interino, invitando con frecuencia a los diputados del G4 a su programa, sin preguntarle si siempre estarían cobrando cinco mil lechugas verdes, sin preguntarles qué pasó con los míseros cien dólares (nunca llegaron, pura paja) que darían esos mismos diputados al personal de salud, sin preguntarles de frente qué pasó con el robo de CItgo, de Monómeros, del oro, de nuestros recursos allá afuera.
Bastó un programa con Kiko Bautista, de esos diálogos entre dos conocidos, semejantes, iguales, para que Kiko despotricara contra Juanito Alimaña, y todo su combo, programa estupendo, de los primeros en reconocer la bestialidad del gobierno interino por parte de la oposición, y que hizo que me diera kikosis
https://www.aporrea.org/oposicion/a294712.html
Nos enteramos, además, que ¿Rafael Ramírez robaba porque quería ser Presidente? ¿Para comprar un gobernador por ahí, otro por allá? ¿Y que le saboteó la gestión de gobierno a Tarek cuando fue Gobernador de Anzoátegui?
Y ese gobernador de Anzoátegui, estado donde se encuentran refinerías, paso de ductos petroleros, etc. que estaban siendo violadas literalmente, en casos de corrupción, ¿No vio, no oyó, no habló?
Y ¿Tarek, como Defensor del Pueblo, nunca se enteró de los desmanes de su antecesora Luisa Ortega Díaz?
En fin, otras reflexiones que harán que los lectores opinen que estoy saltando la talanquera. ¡Pues no! Hoy más que nunca, mi defensa para el Gobierno bolivariano, para el diálogo no mediático, no showero, diálogo verdadero, con los que cuentan, con la verdad en las manos, empezando por los chavistas disidentes, por los del PCV, por personas influyentes, importantes, como Walter Martínez, por escuchar a María Alejandra Díaz, a Luis Britto, al PCV, a todos aquellos aliados que desean ayudar, lo pidieron de mala manera (¿impaciencia? ¿falta de visión?) y por ello se los deja de lado.
¿Qué tal si llegase Jorge Rodríguez y sentara en su diván a Vladimir Villegas? ¿Cómo parte de ese necesario diálogo?
Ese sí sería un programa muy especial. Lo espero ansiosamente.
Estimados calvos: sin escándalos, sin tantos gritos que molestaron mucho a mi exquisito amigo secreto Diogenes, con mejor contenido y sindéresis. Inteligencia.
Por: Flavia Riggione
Fuente: Aporrea