El 23 de abril el PSUV reestructuró su Dirección Nacional y evadió la consulta a sus bases. Analistas consultados por TalCual afirman que hacerlo de esa forma implica riesgos de que se exacerben los conflictos entre las tendencias internas del chavismo y madurismo, sobre todo porque el gobernante no representa el ala radical de la organización y está más abierto al capitalismo de Estado. Las organizaciones como el PSUV necesitan reflejar en sus direcciones los correlaciones de poder y juegos de equilibrios en las fuerzas del oficialismo. Consultar a las bases, coinciden los analistas, haría tambalear a la cúpula dirigente
Roison Figuera| TalCual
De la «democracia» del Partido Socialista Unido de Venezuela no se puede esperar ningún tipo de visión crítica ni pensamientos disidentes. Quien no se alinea con Nicolás Maduro, presidente de la tolda, queda relegado. El PSUV refleja la manera en la que se ha concebido el poder en los últimos 20 años: confundiéndose en una sola instancia el rol del Estado, Gobierno y partido.
El 23 de abril el PSUV celebró su V Congreso Nacional en el que juramentó a su «nueva» Dirección Nacional y a su Consejo Político. ¿Caras nuevas? Casi no hay. Solo en la Dirección Nacional repiten 28 dirigentes. Nicolás Maduro resultó ratificado como presidente de la organización «por aclamación».
El primer puesto sometido a la consideración de los delegados fue el de Diosdado Cabello, quien desde hace una décadas es el vicepresidente del PSUV. Bastaron dos segundos para que Maduro afirmara durante el pleno televisado que fue designado por «unanimidad». Así siguió el anuncio de la lista de integrantes de la Dirección Nacional, supuestamente electos «por aclamación». No hubo cuestionamientos de ninguno de los dos mil delegados presentes, según la cifra oficial.
Además de Diosdado Cabello, integran la lista directiva: Cilia Flores, Jorge Rodríguez, Delcy Rodríguez, Héctor Rodríguez, Adán Chávez, Jorge Arreaza, Eduardo Piñate, Carmen Meléndez, León Heredia, Pedro Carreño, Pedro Infante, Freddy Bernal, Iris Varela, Víctor Clark, Yelitse Santaella, Francisco Ameliach, Luis José Marcano, Nicolás Maduro Guerra, Erika Faría, Blanca Eckhout, Robexa Poleo, Mervin Maldonado, Diva Guzmán, Tania Díaz, Yeison Guzmán, José Alejandro Terán, Rander Peña, Gabriela Peña, Antonio Galíndez, Jesús Faría, Fidel Vásquez, Ricardo Molina, Alexis Rodríguez Cabello, Jaqueline Faria, Julio Chávez, Francisco Torrealba, Nahoun Fernández.
Profundizar la hegemonía
Para el diputado por el partido Avanzada Progresista (AP-oposición) de la Asamblea Nacional (AN) electa en 2020 Bruno Gallo no hay un cambio sustancial en las caras de los liderazgos de la tolda. El parlamentario resalta que a lo que hay que seguirle la pista es a si surgen nuevos planteamientos sobre el cómo manejar el gobierno y el país. Hace énfasis en que en esa dirección nacional hay gente de distintas tendencias, que tienen distintas formas de comportarse frente al poder y la burocracia.
«Lo que creo del refrescamiento de la dirección política de un partido, es que no tiene mucho que ver con nuevas caras o liderazgos sino, sobre todo, con nuevas ideas. Ahí están las principales caras que han estado frente al Estado en los últimos 20 años. Veremos si son capaces de conducir la economía de una manera diferente», dice a TalCual en entrevista telefónica.
Sobre el tema, el politólogo y director del portal Punto de Corte, Nicmer Evans, solo hubo una satisfacción de la repartición de cuotas de poder de las distintas tendencias y corrientes que cohabitan dentro del partido. También, apunta, se evidenció el marginamiento de otras que no son convenientes.
Para Evans, exmilitante del chavismo, se le «recortó la cabuya» a Diosdado Cabello, pues aunque continúa en la vicepresidencia de la organización, se le disminuyó la representatividad y ahora tiene una menor capacidad de maniobra en el proceso de toma de decisiones que podía darse en una dirección nacional.
«El partido siempre ha sido controlado o en el ejercía mucha influencia Diosdado cabello, quien se abocó a la preservación de su cuota de poder afianzándose en el PSUV, al punto que Maduro, en algún momento, pensó en alternativas distintas y paralelas al partido como, por ejemplo, el Movimiento Somos Venezuela, que primero fue una fundación y luego lo convirtieron en tarjeta», rememora.
El politólogo agrega que la junta directiva del movimiento ahora fue incorporadas a la directiva del PSUV y eso habría impactado de manera significativa en los cuadros de Cabello.
El sociólogo (UCV) e investigador que ha seguido de cerca el proceso particular del partido de gobierno Damian Alifa señala en a TalCual que es necesario tener en cuenta que el PSUV «no es un partido político cualquiera». Explica que lejos de ser un «aparato político» que se disputa el poder con otros, forma parte una nomenclatura entre el Estado y el partido, «similar a experiencias como el PRI mexicano, el partido Baaz sirio o Rusia Unida».
En este sentido, añade que este tipo de organizaciones políticas muchas veces necesitan expresar en su dirección los equilibrios de poder y fuerzas presentes en el gobierno. Alifa enfatiza que estos cambios más que ideológicos obedecen a una correlación de fuerzas de poder a los interno del chavismo oficial.
«No es el debate ideológico el que priva en el partido, y tampoco el tema electoral en estos momentos, sino el de la negociación de cuotas y el acuerdo entre grupos», recalca.
¿Y la democracia participativa y protagónica?
Escasos segundos le tomó a Maduro reivindicar el «clamor» de la militancia en favor de la remodelación de la dirección nacional. Estas mismas autoridades tienen como tarea «renovar» las estructuras de base del PSUV, desde los jefes de calle hasta los equipos regionales. Así surge la interrogante: ¿por qué, en vez de una elección a dedo, no se hizo una consulta a las bases del PSUV?
Damián Alifa explica que, precisamente, por la necesitad de expresar en su dirección los equilibrio de poder y las fuerzas internas, consultar a las bases resulta un riesgo para la estabilidad de la clase dirigente. Por esta razón, opina que para el PSUV es mucho más difícil que para cualquier otro partido establecer mecanismos de consulta.
Por su parte, Nicmer Evans, también presidente del Movimiento Democracia e Inclusión, considera que la necesidad de avanzar en la hegemonía de Maduro dentro del control de todos los órganos que representan el poder político se refleja en la decisión de «minar», sin necesidad de hacer una consulta con las bases.
A su juicio, arriesgarse a la consulta podría «representar una exacerbación del conflicto de las tendencias. Hoy en unas elecciones de base, Diosdado Cabello hubiese obtenido la mayoría de los cargos, hubiese podido dominar y obtener el control. Eso no era conveniente y, por lo tanto, suprimieron la elección por la base e hicieron la designación a dedo».
Evans afirma que la designación a dedo busca la mayor sumisión del partido a las directrices de Maduro y minimizar la corriente del también diputado de la AN del 2020, Diosdado Cabello, «que en algún momento podría amenazar con tratar de imponer algún tipo de política».
El politólogo subraya que Maduro no tiene capacidad de radicalizar el partido y por eso abandonó la posibilidad de que se generara una constitución más girada a la izquierda desde la ANC.
«Eso se replica dentro de la escogencia de la directiva de PSUV porque Maduro hoy no representa al ala más radical dentro del PSUV, que a su vez es la que tiene mayor capacidad de generar algún tipo de cambios, para peor, pero cambios de visión a la que tiene Maduro, que hoy está, desde la perspectiva ideológica y discusión de ellos, más abierto al capitalismo de Estado», menciona.
La necesidad de equilibrio en las cuotas de poder se vincula, estrechamente, con la urgencia de posicionarse de cara a las venideras elecciones presidenciales del 2024. Así lo asegura el diputado opositor Bruno Gallo.
Como la guayabera
En el proceso de designación de la dirección nacional del PSUV quedó por fuera el excanciller y exvicepresidente Elías Jaua, quien además ya no figura entre los titulares ministeriales desde 2018. Jaua en los últimos años había dejado saber diferencias con el gobierno de Maduro. Cuestionaba la «represión ilegal por el justo reclamo» de los trabajadores y la «subasta de bienes del Estado».
Se reemplazaron para esta nueva Dirección Nacional Aloha Núñez, José Gregorio Vielma Mora, quien pasó al Consejo Político; el gobernador de Trujillo, Gerardo Márquez; la diputada de 2020, Gladys Requena, quien se convirtió en inspectora de tribunales del TSJ; Isis Ochoa, que pasó al consejo político; los exgobernadores de Aragua, Rodolfo Marco Torre, ministro para la Atención de las Aguas; de Sucre, Edwin Rojas; Bolívar, Justo Noguera; de Cojedes, Margaud Godoy, actualmente embajadora en Honduras; y del Zulia, Omar Prieto, así como Mayerlin Arias (pasa al Consejo Político) y Miguel Rodríguez.
Sobre si dejar por fuera a fichas como Jaua abre la posibilidad de que se genere algún tipo de represalia por descontento, Nicmer Evans, responde que es difícil. Destaca que quienes han mostrado su rechazo a Maduro han sido marginados sin titubeos y con la plena conciencia de que su exclusión no va a afectar ni generar ningún tipo de ruido.
«Hay mecanismos para persuadir, convencer o extorsionar a quien podría ser algún tipo de disidencia o tenga la intención, para que no hagan ningún ruido», asevera. En este sentido, sostiene que si, por ejemplo, Elías Jaua hubiese querido «hacer algo» ya lo hubiese hecho.
La cronología de los sucesos en torno al PSUV evidencia que se consagra la capacidad de aislamiento que tiene Maduro y que ha sido, según Evans, la estrategia desde el principio, de los «hijos» del difunto expresidente Hugo Chávez.
«Todos los que fueron hijos de Chávez se sintieron con la capacidad de relevar a Maduro en algún momento. De esa lista los que no han quedado como elementos subordinados a él (Maduro) han sido expulsados. El caso (Rafael) Ramírez es un ejemplo, expresidente de Petróleos de Venezuela», manifiesta.
Este es solo un síntoma de las discrepancias internas del chavismo. Enumera Damián Alifa otros signos, entre ellos: la ausencia de Rafael Lacava, gobernador de Carabobo; la demora para designar los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia desde el seno de la AN; los dimes y diretes en las pasadas elecciones regionales y la polémica pública en redes sociales y artículos de opinión.
«Es obvio que en estos momentos habita una pluralidad de visiones en pugna dentro del chavismo oficial. Lo cual no necesariamente implica división o fractura», expresa el sociólogo.
El diputado Bruno Gallo, en tanto, ve la salida de Jaua como la menos importante de la disidencia. Cree que el exfuncionario carece de capacidad para generar una movida de mata importante o una disidencia. Pone la lupa en otro factor, que tilda de «curioso»: el hecho de que sacan a Jaua pero incluyen a uno de sus hombres de confianza, «lo cual te hace pensar que o están compensándolo por debajo de cuerda o rebanándole a sus seguidores». Gallo declina identificar a esa «ficha» de Jaua.
Excusa para salir de lo que no es funcional
En el congreso del 23 de abril, transmitido por los medios de comunicación del Estado, el PSUV aprobó el nuevo Código de Honestidad, Disciplina y Ética Revolucionario. Con este dicen buscar frenar cualquier acto de corrupción que pueda presentarse tanto en las filas partidistas como en funciones de gobierno.
Maduro recordó que el código consta de dos aspectos fundamentales: educación y la parte punitiva. Envió un mensaje a los corruptos: «A veces hay traidores agazapados y están para meterle la puñalada a Maduro, están agazapados y van puliendo el puñal para meterlo a Maduro. Dicen ser chavistas no maduristas, nosotros somos los verdaderos chavistas, no somos traidores. Somos los que estamos al frente. A buen entendedor pocas palabras».
En los últimos meses, alcaldes, diputados, fiscales superiores y altos oficiales han sido aprehendidos en el marco de operación «Mano de hierro» que el gobernante Nicolás Maduro puso en práctica en enero pasado y que buscaría hacer frente a percepciones internas en el chavismo sobre la corrupción y abuso de poder.
Preguntados sobre si realmente la «nueva» dirección del PSUV podría cortarle el brazo a la corrupción, Evans, Alifa y Bruno Gallo coincidieron en que el tema va más allá de los alegatos y excusas que presenten militantes de la organización política de gobierno.
El parlamentario Bruno Gallo descarta esta posibilidad y reitera que este tema fue reciclado por intereses de posicionamiento electoral. Mientras tanto, el director de Punto de Corte, Nicmer Evans, argumenta que la designación no tiene nada que ver con la lucha contra estos delitos, sino que busca garantizar que las cosas en el partido se hagan de forma premeditada y que sume a la supremacía de Maduro.
«Los casos de la ‘Mano de hierro’ que han usado para tratar de visibilizar la atención a algunos problemas internos de tráfico, son una especie de acciones que van directamente a la disminución de la incidencia de determinadas corrientes y tendencias dentro del PSUV, y para facilitar el hecho de generar la persuasión o la extorsión necesaria para disminuir cuotas de otros», argumenta Evans.
Finalmente, Alifa considera que el combate contra la corrupción no es un problema de voluntad, sino de instituciones, reglas efectivas, junto con mecanismos de control y transparencia y que para que eso exista, hace falta mucho más que una nueva Dirección Nacional de un partido.
«Se requiere reconstruir un pacto social, con fuerzas múltiples y diferentes visiones de país en torno a unas reglas mínimas de juego y equilibrios de poder. Estamos muy lejos de eso aún», dice.