“Entendí que la primera muerte
ocurre en el lenguaje, en ese
acto de arrancar a los sujetos del presente
para plantarlos en el pasado.”
Karina Sainz Borgo
Sé
Una nación se edifica sobre lo que admira, no sobre lo critica. Venezuela –los venezolanos– debe enfocar su atención más sobre lo que se admira y ama que sobre lo que merece juicio y crítica. Lo sé, debes estar pensando: “Mira quién lo dice, el más sarcástico y lacerante de los críticos, con qué moral…” No me justifico, sé lo que soy y sé también que la mordacidad crítica en ocasiones es hiriente. En realidad, no le hablo ni escribo a este tiempo. Muestro nuestras heridas y las expongo. Alguien tiene que hacerlo.
Sin embargo, no descuido ni descuidaré la admiración, que la hay y mucha. Sé que la crítica en tiempos de tiranía es vital, pero también sé que sin admiración no hay reinvención nacional.
Sé que estás pensando: “¿Y ahora de qué escribe este loco?” Sí, lo sé…
Sorprender, conmover, inspirar
Acabo de culminar la lectura del libro “La hija de la española” de la joven autora venezolana Karina Sainz Borgo. Me lo había recomendado el diputado Armando Armas, bajo la advertencia algo hiperbólica: “Te sorprenderás, conmoverás e inspirarás, es lo mejor que leerás sobre Venezuela”. E insistió e insistió. Finalmente lo leí, juro que no pude soltarlo desde la primera palabra, no hubo hipérbole en Armando, hubo insuficiente euforia, no se lo perdono. ¡Qué calidad de libro! Es un clásico, si no lo has leído hazlo ya.
Deja de leer esta entrega de inmediato (no valgo la pena) y búscalo, no pierdas un segundo, ¡ya!, te sorprenderás, conmoverás, inspirarás y amarás aún más a Venezuela.
Comienza: “Enterramos a mi madre con sus cosas: el vestido azul…»
La algarabía de admirar
¿Tienes “La hija de la española” en tus manos? ¿Qué esperas? Búscalo, no sólo transitarás por la más magistral y fina literatura que se haya escrito en nuestro tiempo, te deleitarás con una inmejorable narración que devela la tragedia venezolana en su totalidad. No conozco a Karina, pero la buscaré así sea en el centro mismo de la tierra para abrazarla, alzarla, levantarla por los aires, aplaudirla, expresarle mi más hondo agradecimiento entre gritos, aplausos y algarabía. Le expresaré, fan desquiciado: Admirada Karina, bella encarnación de Venezuela, eres un frágil milagro de nuestra era. ¡Gracias!
Y ante su estupefacción e incredulidad –que debe estar sintiendo igual que tú en este punto– le volveré a agradecer su obra bajo un solo argumento: “Venezuela es mejor por ti”.
Lo lograste…
Sin hipérbole: un clásico
En la novela queda desnuda la revolución chavista y la ruina que causó a la nación, pero más importante que ello, que ya es en sí mismo muy importante, es el drama íntimo –muy contemporáneo– que padece el venezolano común y corriente ante la fatalidad que representa el chavismo, su angustia, su padecimiento, su miedo, las impredecibles peripecias, en ocasiones tan realistas como mágicas, que debe afrontar para sobrevivir entre protestas, invasiones, represión y caos.
Entiendo que el libro ha sido un éxito internacional y que además merecidamente Sainz Borgo ha recibido toda suerte de elogios y reconocimientos. Lo celebro.
Para mí, sin hipérbole pero con euforia, insisto: es un clásico.
Volver a creer
Sé, como tú, que Venezuela necesita un monumental perdón mutuo. Una reconciliación histórica con nuestro gentilicio como nación y con nosotros mismos como sociedad. Eso sí, sin olvido –sólo la justicia redime– por lo que hemos vivido, pero con una cabal comprensión de que el horror chavista en gran medida se debió al desinterés que prestamos a nuestros valores, idiosincrasia, cultura y arte, como país. Tenemos miles de motivos para admirar lo que somos y recomponer el amor que sentimos por esa bella palabra que es Venezuela. Hagámoslo.
“La hija de la española” es venezolana como tú y como yo, es sublime como los paisajes milenarios y exóticos que componen nuestra alma. Es la venezolanidad que llevamos dentro.
Léela porque sé que volverás a creer…