COVID, viruela del mono y hepatitis aguda infantil: ¿los virus aumentaron su poder de contagio?

0
179

Mientras los casos graves de coronavirus disminuyen por el efecto de la vacunación, otros virus resurgen, comportándose de formas nuevas y diferentes. Cuáles son los cinco factores que propician el riesgo de nuevas enfermedades

Infobae

Los dos años de aislamientos y restricciones sanitarias alteraron el comportamiento de los virus a nivel global. Los expertos coinciden en que el ansiado ocaso del COVID-19, si es que la actual meseta de contagios se mantiene pese a la circulación de nuevas variantes, no implicará el fin de las enfermedades epidémicas. Mientras el coronavirus disminuye su poder de fuego, otros virus resurgen, comportándose de formas nuevas y diferentes.

En enero de este año, el adenovirus 41, generalmente responsable de enfermedades gastrointestinales, se convirtió en la causa aparente del brote de hepatitis aguda de origen desconocido entre los niños pequeños. Desde mayo, el brote reciente de viruela del simio, una rara infección viral que se encuentra habitualmente en África central y occidental, está desconcertando a los expertos en salud con más de 1.100 casos confirmados en 29 países donde la enfermedad no es endémica.

El virus de la viruela del mono pertenece a la misma familia que el virus de la viruela, que mató a más de 300 millones de personas en todo el mundo (más de uno de cada cinco de todos los infectados), hasta que una vacuna eficaz eliminó por completo la circulación del virus hace más de 40 años.

En los últimos años, ¿el mundo se convirtió en un lugar más propenso para las epidemias? Algunos expertos sostienen que una multiplicidad de factores generan un terreno propicio para la propagación de nuevas enfermedades infecciosas: la mayor movilidad global y urbanización, el vínculo estrecho con animales salvajes, el cambio climático y la polución, la debilidad de los sistemas de salud pública y recientemente, la baja en las coberturas de vacunación contra las patologías inmunoprevenibles, en gran parte debido a la pausa y restricciones de movilidad que impuso la pandemia de coronavirus.

1 – El mundo urbano y globalizado
Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, más del 55% de la población mundial vive actualmente en zonas urbanas, y se prevé que esa proporción aumentará al 68% para 2050. Sin embargo, casi el 40% de las personas que vienen en las ciudades no tiene acceso a servicios de saneamiento seguros y muchos carecen de acceso a agua potable.

Si bien la urbanización genera beneficios sanitarios y económicos, el crecimiento urbano sin planificación, la falta de infraestructura y el hacinamiento aumentan el riesgo de problemas de salud.

Las enfermedades infecciosas, entre ellas el COVID-19, la tuberculosis, el dengue y el cólera se propagan en entornos de pobreza y hacinamiento y guardan estrecha relación con las viviendas insalubres y la gestión deficiente de los residuos y los servicios de saneamiento. La OMS también remarca que la mala gestión de los residuos urbanos propicia la transmisión de enfermedades como las provocadas por los virus del zika y del ébola.

En 1950, dos tercios de la población vivía en zonales rurales y los viajes intercontinentales podían demorar meses. Ahora, en cambio, la creciente interconexión aérea del mundo actual permite que una persona puede trasladarse en muy poco tiempo de un punta a la otra del planeta, de Canadá a Mozambique, de China a Italia. Eso implica que un individuo puede contagiarse en un lugar del mundo y aterrizar a miles de kilómetros de distancia aún antes de desarrollar los síntomas de la enfermedad. Otra lección que aprendimos de la pandemia: un virus recorre el mundo tan rápido como los humanos lo atraviesan a bordo de un avión.

2 – Más contacto con animales salvajes

La pandemia de coronavirus es un ejemplo claro de cuán estrechamente vinculadas están la salud animal y la salud humana. Si bien aún se siguen investigando los orígenes del COVID-19, muchos científicos sostienen que probablemente saltó de los murciélagos a los humanos, ya sea directamente o a través de otra especie que se vendía en el Mercado de animales vivos de Wuhan, en China.

Los virus frecuentemente hacen “ping-pong” entre humanos y otras especies. Aunque se cree ampliamente que el COVID-19 fue el resultado de que el SARS-CoV-2 saltó de un murciélago u otro huésped a las personas, los humanos, en “zoonosis inversas”, también han infectado a otros animales: venados de cola blanca, visones, gatos y perros con el virus. Un estudio en Ohio encontró anticuerpos contra el SARS-CoV-2 en más de un tercio de 360 ciervos salvajes muestreados. Y en siglos pasados, cuando los humanos llevaron la peste y la fiebre amarilla a nuevos continentes, esos patógenos crearon reservorios en roedores y monos, que luego infectaron nuevamente a los humanos.

Los expertos plantean que la única forma de evitar que los virus salten entre especies, extendiendo esta pandemia o provocando una nueva, es abordar grandes problemas como la destrucción del hábitat y las ventas ilegales de vida silvestre. “Estamos invadiendo los hábitats de los animales como nunca antes en la historia. Desafortunadamente, los eventos indirectos de los animales salvajes a los humanos van a aumentar tanto en frecuencia como en alcance”, afirmó Matthew Aliota, científico de la Universidad de Minnesota, que estudia la evolución del COVID en animales salvajes.

Otro factor es el aumento del consumo de productores derivados de carne animal. Según la La Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO, por sus siglas en inglés) se prevé que el crecimiento del consumo mundial de proteínas cárnicas aumente en un 14% para 2030 en comparación con el promedio registrado en 2018-2020

Este aumento de la demanda, muchas veces genera que animales se críen y comercialicen en lugares que no cuentan con las condiciones sanitarias adecuadas, con falta de higiene y controles sanitarios. Criaderos, mercados y fábricas con especies hacinadas son el caldo de cultivo ideal para la proliferación de enfermedades zoonóticas.

3 – Cambio climático y polución

Más de 10.000 especies de virus tienen la capacidad de infectar a los humanos, pero la gran mayoría circula silenciosamente entre los mamíferos salvajes que viven en su hábitat natural alejados de las poblaciones urbanas. Sin embargo, el cambio climático y la modificación en el uso y explotación de la tierra producirá nuevas oportunidades para el intercambio de virus entre especies de vida silvestre y los seres humanos.

Un equipo científico de EEUU y Sudáfrica estudió cómo la migración de los mamíferos terrestres en respuesta a los 2°C de calentamiento global puede dar lugar a más de 4.500 nuevas transmisiones virales entre especies hacia 2070, lo que aumenta el riesgo de que nuevos virus salten de los animales para infectar a los humanos. “Las próximas décadas no solo serán más calurosas sino más enfermas”, advirtió Gregory Albery, experto en Ecología de la Universidad de Georgetown y autor principal del documento publicado en la revista especializada Nature.

“El cambio climático magnificará los peligros para la salud” y los más afectados serán “las poblaciones expuestas a la inseguridad alimentaria y del agua, las olas de calor y las enfermedades infecciosas”, alertaron recientemente científicos chilenos, peruanos y norteamericanos, en un documento publicado en la revista The Lancet y denominado “Código Rojo para la respuesta en Salud en América Latina y el Caribe”.

Entre las condiciones ambientales que brindan un terreno fértil para futuras infecciones, al aumento de la temperatura global se le suma la polución. El 99% de la población mundial respira aire de mala calidad, con lo cual la salud de todo el planeta se encuentra amenazada, según un amplio informe difundo en abril por la OMS.

En varios documentos, el organismo internacional advirtió que la contaminación aérea enferma y hasta puede matar. “Las personas respiran niveles nocivos para la salud de partículas finas y dióxido de nitrógeno”, señalaron los expertos.

La polución en las grandes ciudades afecta al sistema respiratorio y su capacidad de respuesta inmune frente al ataque de los virus que causan infecciones respiratorias.

Un reciente estudio en hospitales de Ontario, Canadá, realizado por profesionales de la Universidad de California en San Diego, EEUU, encontró vínculos entre la gravedad de las infecciones y los niveles de contaminantes del aire. El equipo de investigación analizó los datos de 150.000 pacientes y encontró que por cada 25% de aumento en la polución se incrementó 15% el riesgo de hospitalización por COVID-19.

4 – Sistemas de salud débiles

La falta de estructuras sólidas de salud pública en muchos países del mundo y la falta de vigilancia epidemiológica de los virus emergentes, dificulta la prevención de nuevos brotes. Detectar y rastrear la circulación de los patógenos junto con la secuenciación genómica que permita identificar su características y peligrosidad es un objetivo aún lejano en muchas naciones. La pandemia de coronavirus ha enseñado que un patógeno en una ciudad de Asia puede llegar al norte de Italia en pocas horas.

La salud pública “sin duda tuvo una serie de pasos en falso” durante la pandemia, pero la experiencia ha ofrecido lecciones, dijo el doctor Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EEUU, en una reciente conferencia. “La inversión en investigación biomédica básica y clínica nos permitió, con una velocidad sin precedentes, desarrollar vacunas altamente efectivas que esencialmente (nunca hubiéramos) imaginado que podrían haberlo hecho tan rápido”, dijo el funcionario en declaraciones a CNN. “Necesitamos seguir haciendo esas inversiones, no solo en ciencia, sino en la infraestructura de salud pública”.

5 – Baja cobertura de vacunación

La pausa impuesta por la pandemia de coronavirus, afectó las tasas de vacunación para el resto de las enfermedades inmunoprevenibles, como por ejemplo la poliomielitis o el sarampión. Los expertos advierten que las bajas coberturas de inmunización pueden provocar problemas de salud pública con enfermedades que por décadas estuvieron bajo control.

La dificultad para lograr una cobertura óptima se ve claramente en el caso del COVID-19. Casi 18 meses después de la administración de las primeras vacunas contra el coronavirus, 68 países aún no han alcanzado una cobertura del 40%, según los últimos datos de la OMS. El stock de dosis es ahora suficiente, pero falta la demanda en muchos países con las tasas de vacunación más bajas.

“La percepción de que la pandemia terminó es comprensible, pero errónea. En cualquier momento puede surgir una nueva variante aún más peligrosa, y un gran número de personas sigue sin protección”, advirtió el doctor Tedros Adhanom Gebreyesus, director de la agencia sanitaria internacional.

Frente a este panorama, muchos científicos buscan llevar un mensaje de calma: “Afortunadamente, a diferencia del COVID, los poxvirus, incluida la viruela del mono, son una entidad bien conocida. Tomando lecciones de la campaña mundial de erradicación de la viruela de hace 20 años, sabemos cómo detener la propagación de la viruela del mono”, señaló Jason Mercer, profesor de Biología Celular Viral en la Universidad de Birmingham, en una columna publicada por la misma universidad.

“Al estar en medio de una pandemia en curso, nuestra respuesta al COVID-19 nos ha enseñado que tener información es la mitad de la batalla. Brindar información rápida y precisa al público sobre cómo identificar una infección de viruela del simio, qué hacer si está infectado y el nivel de riesgo que esto representa sirve para detener la propagación de la infección”, añadió Mercer.

“Dado que la viruela del simio muta con menos frecuencia que el SARS-CoV-2, es probable que los esfuerzos de secuenciación del genoma combinados con las estrategias actuales de aislamiento y vacunación en anillo que se están empleando demuestren métodos muy efectivos para detener la propagación de la viruela del simio y mantenernos un paso adelante del brote”, concluyó el experto británico.