La cucaracha invasora, Por Gustavo Tovar-Arroyo

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Café a solas

Pienso en la guerra de Ucrania sentado en la Bodeguita del Medio en Praga. Me senté a escribir aquí porque hace años había hecho lo mismo en este singular espacio y tengo nostalgia caraqueña (allá me sentaba en el café Arábica de los Palos Grandes). ¿Qué tiene que ver la Bodeguita de Praga con el Arábica de Caracas? A los efectos de este suelto, nada; sólo la nostalgia. Me puedo dar el arbitrario lujo de escribir lo que deseo y relacionar eventos, sentimientos y ciudades porque soy un desterrado de la tiranía chavista y los desterrados somos inspirados por cualquier cosa. Incluso un café a solas.

Acabo de conversar con un grupo de artistas, estudiantes y académicos checos sobre América Latina. Les hice sentir asco por el chavismo.

Fue una victoria íntima.

El insecto en su exilio

Aunque estoy solo me acompañan las miradas curiosas de tres lindas checas que me ven desde la mesa del frente. Es obvio que me confunden con alguien, tanta atención no es casual. ¿Con quién? Malabarismo personal, pienso en Kafka y su Metamorfosis, soy el enorme insecto que escapó de su habitación en Latinoamérica y, sin percatarme de mi propia monstruosidad de exiliado venezolano, estoy sentado en la ciudad que dio origen al invencible mito del novelista checo. Me río de mí mismo y si estuvieras conmigo en este momento estoy seguro que también sonreirías.

Desterrados de ese detestable insecto volador que es la Venezuela chavista, tú y yo sabemos que las verdaderas y únicas cucarachas humanas son ellos: Maduro, Rodríguez, Cabello…, los chavistas.

¿Quién soy para las checas?

Los más detestados

No soporto la duda, me acerco a la mesa de las miradas, que se tornan nerviosas, y les pregunto en inglés: “¿Quién soy?” (Who am I?) Una de ellas entiende la suspicacia y me hablan de un ruso -¿ruso?- amigo de ellas. Le pregunto que si de los rusos buenos o de los malos y su respuesta se convierte en una inesperada revelación: “¡No hay ruso bueno!” Por supuesto, la Unión Soviética no sólo invadió la antigua Checoslovaquia (actual República Checa) como en este tiempo a Ucrania, además los martirizó, ultrajó y saqueó durante décadas hasta que la revolución de Terciopelo liderada por Vaclav Havel los mandó para el carajo.

Los checos detestan a los rusos, igual que los ucranianos, los polacos, los alemanes, los húngaros, los rumanos, los búlgaros…

Y un largo etcétera que ahora incluye a los venezolanos.

Putin o la monstruosidad

No conocía el sentimiento anti Rusia que forma parte de la idiosincrasia europea. En París también lo percibí, pero pensé que estaba motivado por la coyuntura de la guerra. Hay un sentimiento anti ruso que Putin, la cucaracha rusa, entre sus infinitas mentiras, intentó ocultar. Sabemos que le importa poco la verdad, pero la percepción de la opinión pública internacional sí le interesa, llevaba -antes de su criminal guerra- años edificándose a sí mismo como un gran líder. En la actualidad es un detestado, quizá el hombre sobre la Tierra más odiado que existe.

Es la cucaracha universal que el mundo civilizado detesta de modo unánime, es la Metamorfosis de la humanidad transformada en una cucaracha asesina.

Veo a Putin y veo su monstruosidad, entiendo a Kafka.

Postdata lamentada

Es incomprensible que después de toda la experiencia de Europa con Rusia en el siglo pasado los gobiernos democráticos del continente hayan entregado la seguridad de sus ciudadanos a Putin quien, criminal como es, ya comienza a amenazar con no suministrarle gas ni energía a los países de la región. Sabíamos de su monstruosidad, ¿cómo negociaron con el insecto?