De presos y torturas, Por El Nacional

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“Una cosa que aprendí es que hay pequeñas cosas, como ver el sol y la luna, que todo el mundo lo da por hecho. La primera vez que vi la luna en cinco años fue en San Antonio, Texas, hace unos días”. Este no es un monólogo de algún personaje de película, son palabras de José Pereira, el CEO interino de Citgo que fue liberado a principios de octubre y pudo volver a Estados Unidos por la gestión del gobierno de Joe Biden.

El Nacional

Claro, Nicolás Maduro obtuvo el premio mayor: le devolvieron a sus sobrinos políticos, que estaban presos en una cárcel estadounidense con sentencia por narcotráfico. Y quizás eso lo haya llenado de mucha alegría, pero no se percató de que en Estados Unidos existe la libertad de expresión y José Pereira, así como sus otros compañeros de infortunio, pueden contar a los cuatro vientos lo que sufrieron mientras estuvieron recluidos sin razón como simples monedas de cambio en una mazmorra del chavismo.

Y así lo hizo. Dio una entrevista para The Wall Street Journal y algunos otros medios digitales, como ABC13.com con la idea de que se sepa a lo que fueron sometidos. Pereira aclara que no fueron objeto de “torturas físicas”, como maltratos, golpes, violaciones, descargas eléctricas, que sí han sido denunciadas por otras víctimas. Pero cualquier especialista en la defensa de los derechos humanos que oiga que a una persona la meten en una celda sin ventanas, completamente cerrado, sin agua corriente ni donde hacer sus necesidades, sin proveerle de comida regularmente, va a concluir que ese reo fue torturado.

Como resultado de ese primer año en aquella celda que bautizaron “el submarino” porque es incluso subterránea, Pereira perdió más de 50 kilos de peso. Y lo peor, la más desgraciada jugarreta psicológica es saber que está preso sin haber hecho nada, por lo que no puede ni siquiera alcanzar a pensar cuándo saldrá. Sin embargo, el exgerente de Citgo nunca perdió la fe, ni lo hicieron sus otros cinco compañeros; con seguridad afirma que era una ficha con la que el régimen pretendía obtener algo del gobierno de Estados Unidos, que tiene toda la intención de cumplir con su deber de rescatar a los ciudadanos que están en circunstancias similares.

En Caracas quedan cuatro estadounidenses, dos ex Boinas Verdes, Luke Denman y Airan Berry, supuestamente involucrados en una intentona contra Maduro en 2019; y otros dos hombres, Eyvin Hernández y Jerrel Kenemore, quienes supuestamente trataron de ingresar ilegalmente a Venezuela desde Colombia. No se sabe por qué o por quién pensarán cambiarlos, porque para eso los tienen.

Sin embargo, no hay que olvidar que de acuerdo con el Foro Penal, quedan en las cárceles del Sebin y la Dgcim 245 venezolanos presos por motivos políticos, algunos con terribles problemas de salud que no han sido tratados oportunamente. Ya en las celdas se han muerto varios, pero pareciera que esto ni siquiera les importa por allá por Miraflores. Lo mismo que cuenta Pereira deben estar sufriendo estos venezolanos, e incluso cosas peores, pues ponen a cargo de estos pobres hombres y mujeres a los “funcionarios” de la peor calaña.

¿Entiende ahora el mundo por qué Venezuela no merece formar parte de ningún Consejo de Derechos Humanos? ¿Entiende el mundo y el propio gobierno chavista que los crímenes contra los derechos humanos no prescriben? ¿Entienden por qué los venezolanos piden a gritos que la Corte Penal Internacional sustancie por completo el caso y juzgue a toda la cadena de mando que ha sido capaz de estas atrocidades?

Así como Pereira y sus compañeros no perdieron la fe de que volverían a reunirse con su familia, así los venezolanos deben esperar, pues la justicia puede tardar pero llega.