Pasa un «hilito» de agua o esa quebrada está por desaparecer son algunos argumentos de quienes construyen sus viviendas en adyacencias e incluso —tan confiados— que invaden espacio del cauce, sin imaginar el momento de la recuperación de espacio por una crecida. Ingenieros y ambientalistas advierten del costo que se puede ocasionar en zonas de desastre natural, ante la falta de planificación urbana, violación de permisologías y la falta de conciencia ciudadana al abusar de las bondades de la naturaleza. Hace falta el recordatorio y mayor seguimiento preventivo del Estado que evite inundaciones, damnificados, fallecidos y el incierto destino de aquellos desaparecidos.
Guiomar López | LA PRENSA DE LARA
El abordaje tiene un contexto tan sensible y desgarrador que aún duele entre los venezolanos. El luto se ubica en Aragua desde el 08 de octubre de 2022, cuando más de 760 casas quedaron destruidas, 54 muertos y 8 desaparecidos en Las Tejerías. Desde la vista aérea se podía empezar a entender viendo al poblado como una especie de laguna tras esas seis horas de lluvia, equivalentes a la intensidad de un mes, según Inameh. A casi dos semanas se repite la angustia con el desbordamiento del río El Castaño, dejando tres fallecidos e incontables pérdidas materiales.
Los expertos en la entidad larense coinciden en los riesgos que suelen empezar por la expansión del crecimiento demográfico, y Barquisimeto desde 2016 carece del Plan de Desarrollo Urbano Local (PDUL). Uno de los pilares para el ordenamiento, así como la adecuación de sistemas de drenajes que eviten inundaciones en lugares céntricos. Tema que es más crítico en Palavecino en momentos de fuertes precipitaciones que convierten en lagunas a sectores de Cabudare.
Pero no sólo se trata de la responsabilidad del Estado, sino también citan al agravante de la falta de conciencia en aquellas familias que se dejan llevar por la desesperación y construyen sus viviendas en faldas de montañas o a las orillas de quebradas y ríos. Todo como consecuencia de la falta de respuesta a la necesidad de vivienda de la gente.
Las amenazas se materializan en inundaciones en el centro de Barquisimeto, hacia el sur entre laderas que empiezan en El Garabatal y terminan de ser una especie de bomba de tiempo en el barrio Santo Domingo, que además de anegarse por las constantes lluvias corre el riesgo de desaparecer cuando el río Turbio retome su recorrido. En Palavecino hay otra constante, una improvisada planificación en cuanto a urbanismos que deja a muchos habitantes con el miedo de padecer una tragedia de grandes proporciones.
Julio Gutiérrez, presidente encargado del Colegio de Ingenieros de Lara, señala que no se ha atendido el alud de saturación que generan deslizamientos desde el barrio 13 de Abril y afecta a la avenida Uruguay. Eso es «una de las consecuencias de construir sin control urbanístico», refiere lo vulnerable del lugar con poblados en pendientes. Un problema que no tiene distinción de clase social y llega a extenderse a urbanizaciones del este, al exponerse al exceso de humedad por los acueductos improvisados, pozos sépticos, tanques subterráneos y piscinas. Este panorama se agrava al ubicar al territorio en el puesto cinco, de siete en microzonificación sísmica.
Recalca que el volumen de los drenajes se quedaron pequeños con el crecimiento de la ciudad y en esa materia han pasado 21 años sin inversión. Además del mantenimiento en alcantarillas y el llamado de conciencia para no convertirlas en vertederos.
Para el ingeniero, Manuel Cols, es necesario reflexionar sobre los abusos contra la naturaleza, dejar de invadir los cauces de quebradas. Además que exige los mecanismos de alerta temprana, que incluso sea de recorridos por estas vertientes y tener contacto con los habitantes hacia las cabeceras del río. Puede estar lloviendo en la parte inicial y sorprender en la desembocadura. «Se deberían incluir hasta mecanismos electrónicos o disponer de aparatos transmisores», en esta época de ondas tropicales. Lamenta que no tengamos mecanismos como en Japón, con su sistema de alarmas.
Señala que Cabudare debería contar con presas para el control de crecidas y limpiar los canales. «Se tiene errores urbanísticos atravesando urbanizaciones», tales como Hato Arriba y Santa Cecilia ante El Tomo, la quebrada La Rosa se asfixia al llegar a la urbanización Atapaima y similar sucede en la quebrada Agua Salada. «Los permisos deben ser más allá de lo comercial y con un estudio de impacto ambiental», precisa.
En retraso
Con más de dos décadas de retraso, así lo considera el ambientalista, Rubén Hurtado, al precisar un ambiente que de una red de 60 estaciones climatológicas, estiman estén funcionando algunas 15. Eran espacios más cercanos a la población que permitían el monitoreo permanente, considerando la lluvia, temperatura, dirección y velocidad de los vientos, entre otros aspectos que permiten prevenir algún desastre.
«Podríamos estar regresando a los años 50, sin tener seguridad de eventos», expresa de lo importante de considerar el comportamiento de las lluvias, así como los años húmedos, secos o cíclico.
En cuanto al relieve, precisa que no se debe olvidar el peligro de construir en paisajes más susceptibles, especialmente en laderas de montañas. Impera el factor de riesgo en altas pendientes. Además, que mientras en geología no puede olvidarse la disposición de las capas y permeabilidad de los suelos para garantía de estabilidad.
«¿Cómo estamos ocupando el territorio?», deja suelta esta pregunta al referirse a la responsabilidad por la intervención de la mano del hombre, a partir de la deforestación indiscriminada, sembradíos sin planificación y el levantamiento habitacional.
Se atreve a señalar como una «fórmula catastrófica» a la violación del estudio climatológico, relieve, geológico y por la intervención humana. «Con estas décadas de ausencia y sin actualización de planes de ordenación quedamos a la buena de Dios, a lo que disponga el Señor», lamenta.
Es un temor latente de los expertos, acudiendo a la urgencia de la prevención y sin llegar a tragedias que cobran vidas.
Sin prevención persistirán alarmas de vulnerabilidad
En materia de gestión ambiental es primordial la prevención para evitar desastres. Así considera el ingeniero ambiental, Miyel Rodríguez, desde la identificación de las áreas críticas y pensar en un plan de recuperación hidráulica.
«Lo que mata es la infraestructura y falta de planificación de urbanismos», expresa y comparte un análisis de Abraham Salcedo, del Departamento de Hidrometeorología de la UCV, advirtiendo que al saturarse los suelos fluyen y aumentan con el agua de lluvia, además del mayor volumen en quebradas de manera instantánea. Recuerda que el urbanismo en cuencas bajas subestima estos procesos, terminando como «mesa servida para la tragedia».
El ambientalista, Antonio Chávez, lamenta que no se estén respetando las áreas vulnerables y se tengan poblados en las adyacencias de los ríos. «Las aguas siempre van a reclamar su espacio y no se sienten sanciones a permisos de construcción», reitera en tono de molestia.
Reclama que los abusos en la tala y quema en lo alto de las montañas, también influye generando la sedimentación. Al transcurrir el tiempo se va acumulando y termina quitando espacio a los cauces.
Se detiene en el caso de la comunidad Santo Domingo de Barquisimeto, al precisar que invade su llanura aluvial, es decir, ese espacio del río Turbio que se encuentra en sequía. Pero ante la arremetida de este cauce podría llegar a desaparecer a este populoso sector del sureste de la ciudad.
Reitera que si ya se conoce la acción de las ondas tropicales, se exige el seguimiento y acciones de protección antes que se propicie alguna tragedia. También se detiene en el caso de Carora, considerando la amenaza del río Morere, donde se necesita especial atención.
Piden que no se olvide lo inesperado que llega a ser la naturaleza.
Con calma e informarse
Ante un desastre natural la familia debe estar unida, informada y mantener la calma. Esas son las primeras indicaciones del doctor, Antonio Farraie, director de la Unidad de Socorro de la Cruz Roja en Barquisimeto, confirmando que se debe empezar por conocer el área en donde se vive e identificar las zonas de riesgo.
Recuerda que se debe ubicar información con habitantes acerca del comportamiento del cauce. Reunirse a conversar en familia para mantenerse juntos, ubicar un área segura para reunirse, tomar a los niños de la mano y tener las linternas junto al maletín de primeros auxilios.
Deben bajar los breakers eléctricos, vestirse de colores brillantes y al estar atrapados en el carro, buscar la manera de salir y sin ser arrastrados por la corriente.