A propósito de las fallas en el suministro de energía eléctrica registradas con insólita recurrencia en el estado Nueva Esparta, particularmente en Margarita, podríamos haber caído en la tentación de titular Isla Negra a este editorial, pero sería irrespetar la memoria de Pablo Neruda. Conviene, en cambio, citar parte de un mensaje puesto en circulación a raíz de los últimos cortes, de hasta 12 horas de duración, programados por Corpoelec, aduciendo como excusa trabajos de mantenimiento en las plantas generadoras o los sistemas de transmisión.
Según dicho mensaje, las irregularidades en la prestación del servicio no se deben exclusivamente a la obsolescencia de los equipos, pues cuando se puso fin a la concesión otorgada a Seneca (Sistema Eléctrico del Estado Nueva Esparta), se procedió a instalar en la isla dos plantas termoeléctricas, con suficiente capacidad de generación como para abastecer de energía al estado Sucre; sin embargo, no se sabe si Hugo Chávez o Nicolás Maduro las cedió a Nicaragua. Mientras contribuían graciosamente a iluminar Managua, se reemplazaron con otras, usadas y a punto de chatarra adquiridas en Cuba, y pagadas como nuevas, porque además de corriente, Corpoelec genera corrupción.
Si sumamos la carencia de agua al black out permanente, cabría preguntarse cómo pretenden estimular el turismo, última cocacola del desierto imaginativo de las autoridades isleñas y del minpopo ad hoc —el turismo de calidad, no el cicatero e improductivo proveniente de Rusia, Cuba o Nicaragua—. El hotel Venetur (antiguamente operado por Hilton) es un asco y el emblemático Bellavista, quizá el mejor de los hoteles construidos por la dictadura perezjimenista, está cerrado hace tiempo. Y no es para menos: la Santiago Mariño devino en avenida fantasma. Y, curiosamente, en buena parte de Porlamar, el alumbrado público permanece encendido durante las horas del día y brilla por su ausencia cuando las sombras se apoderan de la ciudad. Y a la sombra, ya se sabe, no trabaja sino el crimen.