Los agentes de la barbarie roja continúan empeñados en la consolidación de la dictadura. Su obsesión por el poder tiene su raíz en la esencia autoritaria del marxismo-leninismo. Ideas obsoletas inoculadas por la tiranía cubana en la mente y en el espíritu de sus agentes criollos.
El empeño en establecer el Estado comunal, con el cual continuar la destrucción de la República democrática y el reforzamiento del presidencialismo y el centralismo, se vuelve a hacer presente en estos días finales de 2022.
En efecto, la cúpula gobernante avanza en la tramitación de la ley de ciudades comunales en un afán por crear, en paralelo a los municipios, una instancia de gobierno colectivista de los asentamientos humanos totalmente dependiente del gobierno nacional.
Un examen del texto, en trámite, evidencia el empeño de la cúpula pro cubana de extrapolar a nuestra legislación, elementos conceptuales e instancias de gobierno típicos del castrismo caribeño, implantados en la isla a sangre y fuego, en tiempos y circunstancias distintas a estas del siglo XXI.
El concepto marxista-leninista del poder popular, artificio lingüístico para justificar la dictadura del proletariado forma parte de una narrativa de corte claramente autoritario, si lo examinamos desde la perspectiva histórica. Los hechos son tan contundentes que no hay forma de ocultar la verdad de este modelo de concertación del poder y de violación de los derechos humanos, ocurridos a lo largo del siglo XX en países como Rusia, China, Cuba, entre otros.
En la práctica la ley de las ciudades comunales busca desaparecer una institución histórica, prerrepublicana, fundacional de nuestra nación, como lo es el municipio.
Para esta nueva generación de neocomunistas criollos, la autonomía de los municipios es una merma significativa de su desmedida ambición de poder. No admiten el gobierno local autónomo, ni siquiera en manos de sus propios partidarios. Su concepción estalinista del poder los lleva buscar el control en forma directa de toda persona, entidad, empresa y organización existente en la sociedad. Es la cultura del totalitarismo.
El concepto de Estado comunal, de economía comunal y de ciudades comunales, apalancado en esa entelequia llamada pomposamente “el poder popular”, constituyen la ruta hacia el logro del control total.
Esa meta sigue subyacente en sus mentes y en sus espíritus. A pesar de todo lo ocurrido con la implosión de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de la caída del muro de Berlín, esta generación del neoautoritarismo criollo sigue fantaseando con una adecuación de las ideas y elementos medulares de su cosmovisión política y social a estos tiempos.
Lo que no han entendido estos personajes es que esas ideas decimonónicas no tienen vida en este siglo por ser, en su esencia, contrarias a los valores de la libertad y la modernidad. Ya ellas demostraron suficientemente su perversidad y su incompatibilidad con la auténtica democracia.
Solo la obsesión autoritaria de Maduro y su camarilla hacen posible que tengamos la necesidad de hablar de una materia que debería estar sepultada. El debate debemos adelantarlo porque hay muchos ciudadanos desprevenidos que son sorprendidos con estas viejas y destructoras ideas.
La propuesta entonces del Estado comunal, de las ciudades comunales y de la economía comunal no solo es contraria a la modernidad y a la democracia, sino es claramente contraria a la Constitución.
Nuestra carta magna consagra como base del gobierno local al municipio, y establece un nivel intermedio de organización territorial y de gobierno que son los estados. Sobreponer a las ciudades comunales viola totalmente el texto constitucional, su espíritu, razón y propósito.
Tan es anticonstitucional que recientemente el abogado redactor y justificador de las arbitrariedades del madurismo, Hermann Escarrá, expresó que “en el texto fundamental vigente hay ‘muy poco’ sobre la comuna y los consejos legislativos relacionados con ella”, por lo que sugiere que pudiera irse a una enmienda o reforma constitucional para que sea integrado con mayor fuerza.
https://correodelcaroni.com/pais-politico/hermann-escarra-asoma-enmienda-constitucional-para-meter-a-las-comunas/
A confesión de parte, relevo de pruebas. Si el abogado del madurismo admite la inexistencia de esa figura en la Constitución, y piensa en la reforma constitucional, toda ley que la establezca es nula de toda nulidad.
Al Dr. Escarrá se le olvida que esa materia ya fue rechazada en la reforma constitucional del año 2007. El proyecto de reforma de ese año estipulaba la figura de las comunas en su artículo 16. En efecto dicho artículo establecía una normativa sobre la conformación del territorio nacional. “Aparece como unidad política primaria la ciudad, la cual estará integrada por comunas «células sociales del territorio», las cuales a su vez estarán conformadas por las comunidades, «cada una de las cuales constituirá el núcleo territorial básico e indivisible del Estado Socialista Venezolano», definición esta última que no se encontraba en la anterior constitución. “El presidente de la República podrá decretar regiones marítimas, territorios federales, municipios federales, distritos insulares, provincias federales, ciudades federales y distritos funcionales, previa aprobación de la Asamblea Nacional. Así mismo, el presidente de la República designará y removerá las autoridades respectivas, por un lapso máximo que establecerá la ley.”
En esa propuesta Hugo Chávez quería nombrar toda autoridad regional y local, privando al ciudadano de ese derecho establecido desde 1989.
Es bueno recordar que, a esa propuesta de reforma constitucional, Hermann Escarrá se opuso con toda determinación. ¿Qué ha pasado con este ciudadano que lo que ayer rechazó ahora pide que se realice?
Es bueno recordar que Escarrá por aquellos días hizo un llamado a una “marcha sin retorno”, una protesta en las calles que se prolongara hasta lograr un cambio de gobierno. Describía al régimen de Chávez como “una dictadura”, muchos años antes de que Maduro la estableciera de forma abierta.
Frente a esta política no podemos ser indiferentes. El proyecto autoritario sigue presente en una camarilla que se aferra enfermizamente al poder.
Quienes hoy luchamos por recuperar la democracia no podemos dejar de lado esa amenaza constante. Por ello es obligante poner por encima de cualquier circunstancia partidista o individual, la necesidad de derrotar a la camarilla autoritaria que Maduro comanda. El año que está por comenzar, el 2023, es clave para construir la alternativa democrática unitaria, seria y confiable para derrotarlos en 2024. No podemos fallarle a Venezuela. Es menester ganar la democracia.