Venezuela se queda sin educadores: el futuro del país está en riesgo

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La evidente disminución de la matrícula en las escuelas de Educación de las universidades públicas y privadas del país pone en evidencia la grave crisis que atraviesa esta profesión, lo que deja a la nación con un futuro vulnerable y sin el recurso más valioso que tiene cualquier sociedad: el conocimiento

Por Erika Hernández – El Nacional

Tiene 16 años de edad, pero Verónica Martínez aún no sabe qué carrera va a estudiar cuando se gradúe de bachillerato. Los resultados de su Prueba Nacional de Exploración Vocacional arrojaron que tiene aptitudes para la educación, pero, aún no está convencida. La joven viene de un largo linaje de maestros y profesores y, aunque podría decirse que lleva la vocación en la sangre, las dificultades por las que ha pasado su familia en los últimos años debido a los bajos sueldos que perciben como educadores, le ha llevado a considerar otras opciones para su futuro profesional. «Estoy pensando irme por Comunicación Social o Mercadeo», dice con un poco de amargura. Para Verónica ya no se trata de buscar la carrera de sus sueños, sino encontrar una profesión que pueda asegurarle un futuro económico más estable.

La realidad de los educadores ha provocado que Venezuela se esté quedando sin generación de relevo de maestros y profesores. La evidente disminución de la matrícula en las escuelas de Educación de las universidades públicas y privadas del país pone en evidencia la grave crisis que atraviesa esta profesión actualmente, lo que deja a la nación con un futuro vulnerable y sin el recurso más valioso que tiene cualquier sociedad: el conocimiento. «Sin educadores no hay República, no hay nación, mucho menos democracia y libertad», afirma Carlos Calatrava, director de la escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), quien señala que se requieren de al menos 256.000 nuevos docentes para todos los niveles, áreas y modalidades, o de lo contrario, están en riesgo los próximos 100 años del país.

«Para nadie es un secreto que la educación es el recurso más valioso que tenemos en cualquier sociedad, para poder mantener un equilibrio social y desarrollo sostenido. La educación genera conocimiento y el conocimiento forma a las naciones. Entonces, si hay deserción, si hay disminución de matrícula de los que aspiran a ser educadores, evidentemente esto va a afectar al país», reflexiona Raúl López Sayago, rector de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL).

Con ocho institutos y núcleos en todos los estados, la UPEL es la institución dedicada exclusivamente a la preparación de docentes más grande del país. Entre 2016 y 2017, registró una disminución considerable de la matrícula estudiantil. Pasó de contar con alrededor de 110.000 estudiantes de pregrado a solo 65.000, lo que representa una caída de casi 40%. Aunque hubo una leve recuperación durante la pandemia, los números están lejos de acercarse a los obtenidos hace unos 20 años.

Para el año 2008, la UPEL recibió a más de 30.000 nuevos inscritos, llegando a ocupar alrededor de 30% de la matrícula total. En 2019 se registró una caída abismal con solo 1.840 estudiantes para los primeros semestres y, en 2019 hubo un leve incremento, con poco más de 3.500 inscritos, de acuerdo con un boletín estadístico al que tuvo acceso Prodavinci.

López Sayago explicó a El Nacional que la caída en la matrícula comenzó a evidenciarse durante los años en los que se incrementó el éxodo de los venezolanos. «Las universidades se alimentan de jóvenes egresados de bachillerato y, al irse del país, es evidente que se va a registrar una disminución en los nuevos inscritos», señaló. La casa de estudios tocó fondo cuando se exacerbó la crisis humanitaria compleja, años marcados por apagones, escasez de insumos básicos y una hiperinflación que pulverizó el salario de los venezolanos, especialmente los del sector público.

La tímida recuperación en la matrícula de la UPEL en los últimos tres años estuvo motivada por la pandemia. «Inferimos que se debe a que para ese momento los jóvenes no podían irse del país, y posiblemente los padres les motivaban a hacer algo, por lo que optaron por inscribirse en las universidades», manifestó López Sayago, quien agregó que la disminución en el número de estudiantes es más evidente en grandes ciudades como Caracas, Maracay y Barquisimeto, mientras que en núcleos ubicados en el interior del país, como San Fernando de Apure, Santa Elena de Uairén, Guasdualito, y Machiques, la matrícula se mantiene e incluso aumenta.

Las carreras con menos demanda en la UPEL son Geografía e Historia, Química, Matemática, Ciencias de la Tierra y Biología, con 83,2% menos nuevos estudiantes que en 2015. Mientras que otras como Educación Física, Educación Integral, Lengua y Literatura, Educación Inicial y Física registraron un descenso mayor a 50%. Las tres disciplinas que reportan una caída menos crítica en relación con 2015 son Inglés, Lengua y Literatura y Biología.

Otras casas de estudio públicas, como la Universidad Central de Venezuela, tampoco escapan de la realidad. La Facultad de Humanidades y Educación de esta institución albergó en 2008 a poco más de 10.000 estudiantes de pregrado y otros 1000 de postgrado. Solo la escuela de Educación representaba cerca de la mitad de la matrícula con más de 4.000 estudiantes, un número que se redujo a 700 en 2022.

El fenómeno es muy similar al registrado en la UPEL: la caída en la matrícula comenzó en 2011, se hizo más notoria en 2015, y alcanzó su pico más alto entre 2019 y 2020 durante el inicio de la pandemia. Al regresar a clases semipresenciales en 2021, las matrículas se estabilizaron, pero sin acercarse a los números obtenidos en el pasado.

Vidal Sáez Sáez, decano de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV, advirtió que esto ocurre por el contexto de crisis que vive el país y, por otra parte, debido a la pérdida sistemática de recursos dentro de la universidad por falta de presupuesto. «Esto afecta gravemente a los profesores y cursantes que no tienen las mismas oportunidades en el pasado, tales como las becas, un sistema de transporte seguro, un comedor, las oficinas de bienestar estudiantil, entre otros», dice.

En las universidades privadas, que al contrario de las públicas sí están capacitadas para ofrecer muchos más recursos pedagógicos a los estudiantes, el escenario en las escuelas de Educación es similar. Si bien no ofrecen el mismo número de cupos que las instituciones públicas, la disminución en la matrícula es también grave.

La Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) registraba para 2011 casi 2.000 estudiantes de Educación. Hoy no tiene ni la quinta parte de esta cantidad. Carlos Calatrava, director de la escuela, señaló que no pueden ofrecer números precisos porque forman parte de la información estratégica de la institución.

«No estamos en una época de explosión de matrícula, pero tampoco tenemos una escuela vacía, muerta. Estamos bien vivos y cumpliendo con lo que nos toca», indicó. Detalló que de las ocho menciones que ofrecen las que poseen mayor atractivo para los nuevos estudiantes son Ciencias Pedagógicas, Idiomas Modernos y Educación Inicial. Por otra parte, Física y Matemática, Ciencias Sociales, Biología y Química son las que registran menos alumnos.

En cuanto a la escuela de Educación de la Universidad Metropolitana (Unimet), en los últimos 10 años registró ingresos de entre 2 y 16 estudiantes como máximo. Además, hay que destacar que en 2021 y 2022 no hubo nuevos estudiantes de pregrado para las carreras relacionadas con Educación.

El director de dicha escuela, Rainer López Brito, detalló que actualmente el mayor número de estudiantes está inscrito bajo la modalidad PeS, un programa dirigido a aquellas personas que de una u otra forma ya están trabajando dentro del sistema educativo, que empezaron la carrera y no la culminaron, o que tienen un título TSU y desean aplicar a la Licenciatura. Con este esquema, los alumnos pueden ver clases únicamente viernes y sábados, en un horario más compacto.

De los 98 estudiantes que actualmente tiene la escuela de Educación de la Unimet, más de 86% se encuentra bajo la modalidad PeS. «De estas cifras podemos interpretar que los más interesados en la carrera son aquellos que ya han tenido un contacto previo con la profesión, pero no hay motivación por parte de los jóvenes recién graduados de bachillerato», explicó López Brito.

La docencia dejó de ser atractiva
Mientras que hace 30 o 40 años los educadores de todos los niveles eran percibidos por la sociedad como profesionales de prestigio, actualmente la población más joven ya no ve a la Educación como una carrera productiva. Los escasos salarios, la falta de seguro médico o funerario, y la disminución de las primas salariales realizada por la Oficina Nacional de Presupuesto (Onapre) el año pasado son parte de la problemática.

«El Estado ha mermado de manera terrible la importancia que tiene el educador, con sueldos que no cubren sus necesidades básicas. Además, en paralelo, han estado graduando o formando a personas que compiten de manera injusta con los profesionales formados en escuelas autónomas donde se vigila rigurosamente la excelencia académica. Todos estos factores hacen que la profesión del educador no sea precisamente la más atractiva para la población. Esta es la realidad y hay que cambiarla, porque solo la educación puede brindar a la nación un desarrollo justo, un crecimiento sustentable», advirtió Sáez.

La dura crisis que atraviesan los educadores venezolanos ha tocado de cerca a Verónica Martínez. Su familia pasó por momentos duros cuando su padre, un profesor de Matemática con más de 25 años de servicio, se contagió de covid-19 en 2021 y no contaban con los recursos para costear los gastos de la enfermedad. Pidieron ayuda a familiares y amigos, recibieron donaciones de desconocidos, y familiares enviaron dinero desde el exterior. Pedro Luis Martínez falleció en agosto, mes y medio después de contraer el virus.

Henriqueta Lozada, madre de Verónica, quien también es profesora desde hace más de 20 años, relató que fue una época difícil. «Yo llegaba a la farmacia con una lista con más de 10 medicamentos y materiales, pero mi sueldo y el de Pedro no alcanzaba ni para comprar dos o tres cosas. Recibimos mucha ayuda, pero aún así, no era suficiente porque para ese entonces había mucha gente en situación similar. Perdí la cuenta de las veces que dejé de comer y lloré de la impotencia. Quizás esto era lo que tenía que pasar, pero siempre me quedaré con el remordimiento de que pudimos hacer mucho más de contar con los recursos».

Lozada recordó que cuando su fallecido esposo le propuso matrimonio a principios de los años 90, entre los dos compraron un pequeño apartamento, pese a que percibían sueldos como profesores recién graduados. «Salíamos de viaje, compramos un carro y equipamos nuestra casita. No éramos millonarios, porque los profesores nunca hemos ganado demasiado, pero vivíamos bien. Teníamos aspiraciones. Podíamos ahorrar. Todo eso nos lo han robado. Nos robaron la vejez. Nos quitaron todo», dijo con pesar.

A sus casi 50 años le tocó reinventarse para poder sobrevivir y darle una vida más digna a su hija adolescente. Actualmente se dedica a la repostería y, en ocasiones, ayuda a jóvenes con sus proyectos de grado o tesis. Para ella, que su hija considerara dedicarse a la docencia es motivo de orgullo, sin embargo, tras las penurias que le tocó atravesar, le insta a buscar otras profesiones que le brinden mayor estabilidad en un futuro. «Lamentablemente no creo que la condición de los educadores vaya a mejorar pronto. Como madre, solo quiero que Verónica tenga las oportunidades que una vez tuvimos sus padres. No sé si la profesión docente pueda brindarle eso», precisó.

El rector de la UPEL destacó que los jóvenes del país no ven a la universidad como un factor de movilidad social, como lo era anteriormente. Explicó que hasta los años 90 quienes optaban por una carrera universitaria podían ver cómo sus vidas cambiaban, pues contar con una profesión les daba acceso a cubrir sus necesidades básicas, tener bienes y servicios, dedicar parte del presupuesto al entretenimiento, y acceder a la seguridad social.

«La universidad era un atractivo para los jóvenes de esa época, al punto que había comités de personas sin cupo, porque era tanta la demanda que no se podía darle espacio a todos los interesados. Actualmente, para los jóvenes tener una profesión, o no tenerla, significa básicamente lo mismo en cuanto a la posibilidad de cubrir sus necesidades», indicó.

En este punto coincide Sáez, quien agregó que los jóvenes ven que dedicándose a la docencia no pueden aspirar a tener bienes como una casa o un carro porque parece una especie de utopía, lo que les empuja a buscar otras áreas que les permita llevar una mejor calidad de vida.

Profesores sin motivación
Esta desmotivación puede palparse también en quienes apostaron por terminar la carrera. Sáez explicó que, en caso de la UCV, puede observarse dos grupos de profesores: los que tienen años de servicio y los que acaban de ingresar a la plantilla. «En ese primer grupo están los educadores que están convencidos que debemos continuar y seguir formando profesionales, pero el segundo grupo no lo ve así. Es una población que entra y sale con mucha frecuencia y eso no permite la estabilidad en el mundo docente universitario», precisó.

La realidad es que los educadores deben tener dos o tres trabajos más para poder mantenerse, por lo que es imposible que enfoquen todos sus esfuerzos a la vocación. Otros se dan cuenta de que en algunos países pueden ser mejor remunerados o deciden dedicarse de lleno a algún oficio con mejores ingresos.

Este fue el caso de Yolanda Barrios, una docente de educación inicial que el año pasado decidió abandonar las aulas para dedicarse por completo a un emprendimiento que creó junto a su esposo. «Por casi seis años usé recursos de la compañía familiar para poder continuar trabajando como maestra, porque con el sueldo que ganaba no podía ni pagar el transporte público para trasladarme al colegio. Ahora que nuestra empresa de pasapalos ha estado creciendo, finalmente entendí que debo velar por mi familia», contó.

Durante los últimos años que laboró como maestra en un colegio público del estado Miranda también fue víctima de amenazas por parte de la directiva. Esto motivado principalmente a las continuas denuncias de Barrios sobre las condiciones deplorables de la infraestructura del plantel y la falta de recursos para poder impartir clases apropiadamente. Renunció a finales del año escolar pasado, pero evitó decir el nombre de la institución por temor a represalias en contra de sus excompañeras.

Para Barrios no ha sido fácil alejarse de su vocación. Confesó que desde hace unos meses comenzó a asistir a terapia psicológica para poder asimilar y aceptar todos los cambios que está teniendo en su vida. Además, en su tiempo libre se dedica a ayudar a los compañeros de su hijo de 10 años de edad con las tareas para continuar enseñando.

En la UPEL, la deserción docente también ha sido motivo de preocupación. El rector López Sayago señaló que los profesores de esta institución por lo general están dedicados de lleno a su labor dentro de la casa de estudios, por lo que se ven gravemente afectados por los bajos salarios. La situación les obliga a evaluar otras opciones laborales para garantizar mejor calidad de vida.

«Nuestros egresados son muy bien recibidos en otras latitudes, es por ello que entre los docentes más jóvenes es común ver que encuentren en otros países la seguridad y remuneración que no se les está dando en Venezuela. Además, es importante destacar la estabilidad emocional. Siempre he dicho que un docente estresado no puede cumplir a cabalidad con sus funciones. Entonces esta es una tarea que debe cumplirse con la mejor estabilidad emocional, y eso te lo da el tener seguridad social, política y económica», añadió López Sayago.

Un país sin educadores
El rector de la UPEL advirtió que de continuar la disminución en la matrícula de las escuelas de Educación del país e incrementarse la deserción docente, los resultados para el futuro a largo, mediano y corto plazo en el país serán muy lamentables. «Una nación que no fomenta ni invierte en la educación para generar conocimientos es un país que se está quedando a la saga de los avances científicos, tecnológicos y humanísticos en el mundo. Actualmente está muy en riesgo la generación de relevo de educadores. En algún momento el Estado venezolano tiene que sentarse a analizar las consecuencias desastrosas que esto pueda tener y ver qué proyección hace en términos de tiempo para solucionar esta situación», dijo.

Las consecuencias de la falta de una educación de calidad en el país ya se están viviendo, aseguró el decano de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV. Explicó que cuando los jóvenes llegan a la etapa universitaria sufren una especie de shock porque no están suficientemente formados para enfrentar la carrera, lo que genera que abandonen los estudios.

«Sin generación de relevo de educadores, el futuro para Venezuela será una tragedia. Los educadores son los que permiten la formación de otras carreras, entonces llegará un punto en que como sociedad nos será muy difícil desenvolvernos en el mundo de las tecnologías, de las relaciones sociales, desarrollo sustentable, desarrollo agrícola, etc. Si la población no se actualiza y fortalece sus conocimientos, es una población muy vulnerable que no puede siquiera atender sus propias necesidades básicas. Esto es muy grave», alertó Sáez.

López Brito, director de la escuela de Educación de la Unimet, agregó que la labor de los educadores es tan importante para la sociedad porque va mucho más allá de sólo impartir conocimientos prácticos, pues también son una guía y un apoyo emocional para los estudiantes. Usó como ejemplo que durante la pandemia los padres y representantes se vieron en la necesidad de hacerse cargo de la educación de sus hijos, evidenciando que es una labor sumamente difícil, y constatando que la labor de los maestros y profesores es irremplazable.

«La educación es formadora de sociedad. Al no tener quien trabaje, quien abogue, quien transfiera conocimientos, quien construya desde las aulas el país, entonces nos estamos quedando sin nación. Es una preocupación real, y algo que afectaría a todo el país por igual. No tener educadores va mucho más allá de únicamente no tener quién enseñe», puntualizó López Brito.

Qué hacer para cambiar la realidad
Naydis Palma está cursando quinto semestre de Educación Inicial en el Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio de la UPEL. Cuando comenzó la carrera tenía alrededor de 50 compañeras de clase. Ahora solo quedan 23 personas. El motivo de abandono es muy variado, pero una gran parte lo hizo por no poder costear las actividades académicas y el traslado.

La educación en Venezuela, aún cuando sea pública, puede llegar a ser costosa para quien no tiene los recursos necesarios. Una persona que deba tomar al menos un autobús para trasladarse hasta la universidad unas 4 veces a la semana, con un monto de 6 bolívares por pasaje, puede necesitar 192 bolívares al mes. Este monto representa más de un salario mínimo, que actualmente se ubica en 130 bolívares. Además, a esto debe sumarse los costos de materiales, internet, e incluso alimentos.

Uno de los retos más difíciles que ha tenido que enfrentar Palma para sacar su profesión adelante lo vivió durante la pandemia, cuando las clases pasaron a la modalidad virtual. No contaba con computadora, teléfono inteligente o internet, por lo que en un principio se le hizo muy complicado poder cumplir con las asignaciones. «Nos unimos tres compañeras de clases y veíamos las clases virtuales en un teléfono. A veces la conexión de los datos móviles fallaba. Se nos hizo todo cuesta arriba. Sin embargo, logramos avanzar», relató.

Al ser la crisis económica que vive el país uno de los factores principales que afecta tanto a estudiantes como a educadores, el primer paso para comenzar a recuperar la educación en Venezuela pasa por políticas públicas que permitan volver a contar con salarios que cubran las necesidades básicas de los ciudadanos.

El Estado debe entender que la docencia es la profesión más importante, señaló López Sayago, reiterando que la inversión más importante y la que genera mayores frutos para un país a largo plazo es la educación.

«Uno de los mayores retos a los que se enfrenta la UPEL para poder cumplir con sus actividades son los salarios justos. Por otra parte, contar con una planta física funcional que corresponda con la labor que se dicta en la universidad. El mayor reto es que el Estado venezolano invierta en la recuperación de estas plantas físicas así como en su dotación para poder cumplir con las exigencias necesarias para impartir la labor. La UPEL no recibe recursos desde hace cinco años para el mantenimiento y funcionamiento de las plantas, lo que, por ejemplo, no permite tener vigilantes. Al no contar con esto, las instalaciones están expuestas a la delincuencia, desmantelamiento y robo», agregó el rector.

En la UCV, una comisión presidencial se hizo cargo de los trabajos de recuperación y acondicionamientos de la mayoría de los espacios. Sin embargo, son muchas las carencias que siguen afectando a la universidad. «Debemos tener un presupuesto que se ajuste y permita tener un funcionamiento óptimo, que podamos reactivar los laboratorios, que los estudiantes puedan trasladarse a hacer prácticas en otras ciudades de ser necesario. La recuperación de las áreas comunes se ha dado, pero cuando te vas a los detalles, por ejemplo, para los laboratorios que necesita la escuela de Psicología y Comunicación Social, o los estudios de la escuela de Arte, eso no lo tenemos y no hay presupuesto destinado para ello. La universidad sigue muy atrasada en cuanto a todo lo que tiene que ver con tecnología y esto compromete la formación», manifestó Sáez.

El decano de la Facultad de Humanidades y Educación consideró también que es importante poner en marcha las investigaciones universitarias, pues son estas las que permiten actualizar los currículos educativos de todas las áreas.

Otro punto para combatir la falta de generación de relevo de educadores es motivar a los jóvenes a estudiar Educación desde que están en bachillerato, así como también concientizarlos de que esta profesión es la más importante de cualquier sociedad. «Es la que puede mantener bienes y servicios, productividad y desarrollo en nuestros países», agregó López Sayago.

Esta es justamente una de las propuestas que hace el director de la escuela de la Unimet, quien señaló que es necesario acudir a los planteles de educación media para promocionar exclusivamente la carrera de Educación. También dice que se debe realizar una campaña en los medios de comunicación para desmitificar los estigmas que hay sobre esta carrera.

«Hay que valorar la educación dentro de la sociedad. Una de las cosas que ocurre es que no tiene un nivel alto de importancia, como pasa en otros países como Japón o Singapur, donde el docente es el que está de primero en la escala. Entonces, creo que se podría mirar y analizar modelos similares para tratar de replicarlos en nuestra sociedad», añadió.

Desde todas las universidades el esfuerzo por motivar a los estudiantes a las carreras relacionadas con la educación es grande. En la UCAB, por ejemplo, se realizará el 27 de enero un Congreso de Innovación Educativa. En el encuentro «expertos nacionales e internacionales ofrecerán conferencias sobre las potencialidades y usos exitosos de las herramientas tecnológicas en el aula. Además, se presentarán los resultados de un estudio sobre las competencias digitales de los docentes venezolanos».

En resumen, para López Saygo el futuro de los niños y de los jóvenes del país está en que la educación sea valorada por la importancia que tiene.

@ErikaHDelaR