El presidente Nicolás Maduro de Venezuela ha dado inicio a su campaña para la reelección, a pesar de que aún no ha confirmado oficialmente su candidatura. Aunque Maduro cuenta con una baja popularidad, tiene el respaldo del Estado, un equipo político unido y una oposición que tiene poco tiempo para definir a su candidato.
La autoridad electoral, que ha sido acusada de favorecer al chavismo, ha fijado las elecciones presidenciales para el 28 de julio. Esto deja menos de cinco meses, un tiempo que los expertos consideran insuficiente para desplegar una gran misión de observación internacional, como la que suele llevar a cabo la Unión Europea.
Además, según el cronograma electoral, el plazo para la inscripción de candidatos comienza en dos semanas y solo dura cuatro días, lo que pone a la oposición en aprietos para decidir a quién presentar como candidato.
María Corina Machado se ha coronado como la candidata de la principal coalición opositora, la Plataforma Unitaria, después de arrasar en las elecciones primarias de octubre pasado. Sin embargo, enfrenta una inhabilitación política de 15 años que parece difícil de revertir.
El chavismo lleva 25 años en el poder, los últimos 11 bajo el liderazgo de Maduro tras la muerte de Hugo Chávez en 2013. Maduro, de 61 años, se perfila como el candidato natural y se espera que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) lo confirme durante un congreso el 15 de marzo. «No tengo ninguna duda de que esto se hará por consenso», dijo Diosdado Cabello.
La reelección de Maduro en 2018 fue considerada «fraudulenta» por la oposición, que boicoteó las elecciones, y por Estados Unidos, que impuso una serie de sanciones en un intento fallido de sacarlo del poder. La Unión Europea también desconoció el resultado.
En su campaña, Maduro está enfocando sus esfuerzos en los efectos de las sanciones internacionales. Por ejemplo, anunció un programa social que distribuirá desde colchones hasta artículos sanitarios, ropa y zapatos para los más necesitados. Además, en los últimos días ha aumentado su presencia en público, algo poco común para él.
Una encuesta de la firma Hinterlaces, que es favorable al chavismo, sitúa a Maduro como ganador con un 55% de los votos. Otros estudios coinciden en que su baja popularidad podría costarle el cargo. La firma ORC señala que el rechazo a la gestión de Maduro está en un 80%, al igual que otro estudio de Datincorp.
Según el analista y profesor universitario Francisco González, «hay un desgaste» en el chavismo después de más de 20 años en el poder. Sin embargo, Maduro busca retomar proyectos sociales que tuvieron mucho éxito en el pasado pero que actualmente no tienen el mismo impacto.
Durante la campaña, el chavismo se presenta como un frente unido en torno a Nicolás Maduro. «Serenidad y firmeza», pidió María Corina Machado. «Todo lo que suceda en Venezuela en las próximas décadas dependerá de lo que hagamos en los próximos días».
Aunque el equipo de Machado descarta que renuncie a su aspiración presidencial, en la práctica no podrá inscribirse debido a su inhabilitación por supuesta corrupción y por apoyar sanciones económicas contra Venezuela. El chavismo considera que esta decisión ya ha sido juzgada y cerrada.
La oposición considera que Machado fue excluida del proceso electoral debido al riesgo que representaba para la reelección de Maduro. Según la encuesta de ORC, Machado ganaría con casi un 70% de los votos, y cualquier candidato respaldado por ella también obtendría una victoria similar.
El director de la firma ORC, Oswaldo Ramírez, explica que «el poder de transferencia está intacto» y que los electores ya tienen decidido su voto en su mente.
Otros líderes alejados de la oposición tradicional han anunciado su intención de postularse en las elecciones presidenciales, lo que algunos analistas consideran como un intento de dividir el voto anti-chavista.
La Plataforma Unitaria ha escrito: «Estamos unidos y vamos a ganar con María Corina Machado». La coalición tiene la posibilidad de inscribir a un candidato y cambiarlo en el futuro si Machado es habilitada.
El riesgo para la oposición es que cualquier candidato que elijan podría terminar siendo inhabilitado, al igual que Machado.