Tres caminos y ninguno es un paseo

0
382

Tiene así la dirigencia opositora que tomar una decisión difícil. Una decisión, sobre todo, de María Corina Machado

La Gran Aldea

No es fácil hacer observaciones sobre la política en un contexto de absoluta arbitrariedad por parte del gobierno y secretismo estratégico por parte de la oposición, como sucede en Venezuela.

Los acontecimientos pueden precipitarse a paso frenético, reduciendo las conclusiones de un estudio, que un día lucían sólidas, al error o la intrascendencia al día siguiente. La interpretación de los hechos puede así terminar viéndose como un palimpsesto sin fin. De todas formas, el esfuerzo vale la pena. 

El presente artículo, verbigracia, fue redactado en momentos de incertidumbre, habida cuenta del vencimiento del plazo para la inscripción de candidatos para las “elecciones presidenciales” establecido por el Consejo Nacional Electoral.

Tiene así la dirigencia opositora que tomar una decisión difícil. Una decisión, sobre todo, de María Corina Machado, la inhabilitada candidata unitaria de la oposición.

A la elite chavista que controla el CNE no le bastó que la ganadora de la primaria de octubre, inhabilitada por razones ampliamente consideradas arbitrarias, se hiciera a un lado y cediera su candidatura a Corina Yoris, una profesora jubilada de filosofía sin trayectoria política pero que goza de la confianza de Machado. Para agravarlo todo, el Consejo Nacional Electoral no permitió realizar el proceso a las tarjetas habilitadas que se comprometieron a lanzar la nominación de Yoris. Sin ninguna explicación oficial.

En cambio, en último minuto sí aceptó la nominación por Un Nuevo Tiempo de su líder histórico, Manuel Rosales. Para el momento de la redacción de estas líneas, no se sabe si el gobernador del Zulia cuenta con el apoyo de la coalición opositora, o una parte de la misma, en esta decisión (ejemplo de lo lamentado en el primer párrafo).

La Plataforma Unitaria, Machado y la propia Yoris denunciaron el bloqueo, enfatizando el mensaje de que siguen casados con la “ruta electoral” pero que el sistema no les permitió participar de ninguna manera. Sin embargo, no han dejado claro qué harán al respecto.

Probablemente porque ni siquiera lo sepan. Lo cierto es que la oposición solo tiene tres caminos que pudiera recorrer a partir de ahora. Ninguno de ellos es agradable, como cabe esperar de un statu quo antidemocrático que se reafirma a sí mismo en su naturaleza con sus medidas excluyentes. Voy a enumerarlas, sin ningún tipo de orden ni exhorto a inclinación por una de ellas, aunque sí comenzaré con las dos que dan menos de qué hablar.

Me refiero, en primer lugar, a un nuevo llamado a boicotear el proceso, basado en el argumento de que el chavismo hizo imposible la participación de sus adversarios.

Este escenario sería una repetición de los “comicios” de 2018, tras los cuales la oposición esperaba que la oleada de sanciones y aislamiento con respecto a las democracias del mundo bastaría para poner al gobierno de Maduro en una situación insostenible. De esa forma, a todas luces creyó la dirigencia, sería innecesario ejercer presión interna, lo cual explica por qué la movilización ciudadana fue casi nula en ese período.

Como sabemos, este plan antisistema, cuyo cenit fue la formación del “gobierno interino” de Juan Guaidó, fracasó. No hay razones para asumir que pudiera ser exitoso ahora.

Como segunda posibilidad tenemos la convocatoria a movilizaciones masivas por la dirigencia opositora para exigir un nuevo período de inscripciones en el que Corina Yoris, o la propia Machado, pueda registrar su candidatura. Esta sería sin duda la decisión más arriesgada de todas. Tendría que vencer el miedo inmenso a la represión que hay entre las masas, pues una convocatoria desatendida sería una humillación dura. E, incluso, si fuera atendida, las consecuencias de la más que probable represión son difíciles de prever.

A sabiendas de que el temor es el principal elemento disuasor, desde el poder no se ha escatimado en advertencias. Ahí está el anuncio de una “ley contra el fascismo”, que fácilmente se puede interpretar como un subterfugio para castigar con severidad cualquier acción que moleste al gobierno.

La última alternativa es apoyar a uno de los candidatos a los que sí se les permitió inscribir candidaturas. ¿Quién? Obvio que no a Nicolás Maduro. Pero resulta que todos o casi todos los demás entran en la categoría de una “oposición” impostada, aquella que en habla coloquial política criolla es referida con el nombre de un arácnido con aguijón venenoso en la cola. Precisamente por su largo historial de colaborar con la élite gobernante en la preservación de los intereses de la misma, incluso en procesos de supresión de la disidencia real, será muy difícil convencer a las masas de que, de pronto , estas son opciones aceptables.

No obstante, no puedo descartar del todo que esa sea la ruta escogida eventualmente, por temor a las posibles consecuencias de las otras dos. Si asumimos que Rosales lanzó su candidatura sin el apoyo de Machado y sus aliados más firmes, puede ser que, muy a regañadientes y con sonrisas forzadas, terminen aquellos levantándole la mano. 

O a Enrique Márquez, otrora diputado a la Asamblea Nacional y rector del CNE, cuya candidatura fue sorpresivamente admitida a última hora de la mano de “Centrados”, un partido totalmente desconocido. Después de todo, aunque su papel como rector representante de la oposición fue intrascendente, creo que en general, al menos hasta ahora, no ha tenido una reputación de opositor inequívocamente falso. No ha sido parte, por ejemplo, de la intervención judicial de un partido opositor para volverlo colaborador al chavismo, como es el caso de Luis Eduardo Martínez, candidato de una “Acción Democrática” producto de las maniobras del Tribunal Supremo de Justicia. 

Tal vez algunos me odiarán por decirlo, pero el caso del exalcalde de San Cristóbal Daniel Ceballos es similar hasta cierto punto. Pese a su giro radical, tiene un pasado de opositor duro y preso político. Además, sus posiciones, más que las de un “opositor” que siempre le sigue la corriente a Miraflores, han sido ambiguas. Verbigracia, su disposición a apoyar una candidatura de Machado que lograra concretarse.

Si no hay consenso en la Plataforma Unitaria sobre cómo proceder, no me extrañaría que algunos partidos o dirigentes individuales, sobre todo los más prosistema, se inclinen por esto. Pero muy a duras penas se puede pensar que cualquiera de esas candidaturas cogerá vuelo sin el respaldo de Machado, quien desde el año pasado, según varios estudios de opinión, es única entre los políticos venezolanos por contar con una gran base de apoyo. E, incluso, si ella apoyara a un candidato aceptado por el CNE, corre el riesgo descrito tres párrafos más arriba, que pudiera evaporar su capital político acumulado, sin ser ese el principal problema. El principal problema es que la élite chavista luce decidida a no permitir a ningún candidato que cuente con el aval de Machado, justamente por ser ella quien haría de esa persona un abanderado competitivo. En ese contexto, fácilmente pudiera sacar del juego a la persona incómoda, como ya ha hecho antes.

Siguen siendo momentos de tinieblas en Venezuela pues, en conclusión, todos los caminos para la oposición están llenos de escollos y son en potencia traicioneros. Pero uno tendrán que elegir. Así estamos, por una élite gobernante que no quiere renunciar al poder y a sus privilegios, aunque la población sufra las tétricas consecuencias.