María Elena Bergoglio, la única hermana viva del papa Francisco que no pudo despedirse de él

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Se abrazaron por última vez hace más de una década y desde entonces, su comunicación fue telefónica y epistolar. María Elena Bergoglio, la única hermana viva que tenía el Papa Francisco, llora su muerte desde Buenos Aires, donde vive al cuidado de las monjas de una institución religiosa. Tiene 76 años y está gravemente enferma, por lo que le ha resultado imposible viajar hasta El Vaticano. Desde que fue elegido obispo de Roma y 266º Papa de la Iglesia Católica, el 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio no regresó a Argentina. María Elena tampoco lo visitó nunca, puesto que los médicos se lo desaconsejaron al tratarse de un trayecto de 13 horas de avión.

El Debate

Nacidos en una familia de inmigrantes italianos que, como tantos otros en su época, cruzaron el Atlántico en busca de una vida mejor en Argentina, los hermanos se llevaban 12 años. El matrimonio formado por Mario José Bergoglio, quien trabajó en el ferrocarril, y María Regina Sivori, ama de casa, tuvo cinco hijos. El Papa Francisco era el mayor, y luego nacieron Alberto Horacio, Marta Regina, María Elena y Óscar Adrián. La única que sobrevive hoy es María Elena. Alberto falleció el 15 de junio de 2010, Óscar el 25 de octubre de 1997 y Marta, el 11 de julio 2007. Su padre Mario José también murió joven, con solo 53 años, al sufrir un infarto mientras veía un partido de fútbol.

“La vida de mi familia ha conocido muchas penurias, sufrimientos, lágrimas, pero incluso en los momentos más duros experimentamos que una sonrisa, una carcajada, podían arrancarnos la energía necesaria para retomar el camino”, reflexionaba en uno de los capítulos de su autobiografía Esperanza.

La distancia física con su hermana María Elena siempre le pesó mucho. “Estar lejos de mi hermana es quizá uno de los sacrificios más grandes que he hecho”, solía comentar el Pontífice. Ella también ha mostrado siempre su admiración hacia él y curiosamente, se enteró de la noticia del nombramiento de su hermano mientras lavaba los platos en su domicilio. “Cuando escuché el Habemus Papam me instalé frente al televisor. Ni se me ocurría que iba a ser mi hermano, él no quería ser Papa”, declaró al diario La Nación, en marzo de 2013. “Lo vi salir al balcón y casi me muero. Me largué a llorar y no paré. La emoción me superó”, añadió.

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