Imponentes, majestuosas y capaces de dejarte sin aliento. Así son las cataratas más altas del mundo, esas colosales caídas de agua que no solo impresionan por su tamaño, sino que también son verdaderas joyas naturales que atraen a miles de turistas cada año.
Y aunque podrías pensar que todas están en rincones lejanos del planeta, la verdad es que Latinoamérica tiene varias de las más impresionantes, incluyendo una que es vecina directa de Colombia y que ostenta el récord absoluto de altura.
Se trata del Salto Ángel, en Venezuela, una caída de agua que alcanza los 979 metros, de los cuales 800 son de caída libre sin interrupciones. Este gigante natural fue descubierto por el aviador estadounidense Jimmie Angel en 1933, y desde entonces no ha dejado de fascinar al mundo. De hecho, su fama fue tanta que inspiró la mítica cascada de la película ‘Up’ de Disney.
Pero Salto Ángel no está sola en la lista. También figuran las Cataratas del Iguazú, ubicadas entre Argentina y Brasil, con más de 275 saltos de agua y una caída principal que supera los 80 metros. Este espectáculo natural ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y es conocido popularmente como “la garganta del diablo” por su imponente forma.
Fuera de América Latina, el ranking sigue con maravillas como las cataratas Tugela en Sudáfrica (948 metros), las cataratas Victoria entre Zimbabue y Zambia (con un abismo de 108 metros de profundidad), la Skógafoss en Islandia (más de 60 metros de altura) y Vinnufallet en Noruega, que ostenta el título de la más alta de Europa con 865 metros.
Estados Unidos tiene tres de las cataras más altas del mundo. Por ejemplo, las famosas Cataratas del Niágara, compartidas con Canadá, aunque con «solo» 52 metros de altura, impresionan por su potencia: ¡caen hasta 3.000 toneladas de agua por segundo!
A esto se suma el Salto Yosemite, en California, que alcanza los 739 metros distribuidos en tres tramos, siendo la más alta de Norteamérica. Y finalmente las cataratas Olo’upena, en la isla hawaiana de Molokai, que con sus 900 metros son una joya escondida que permanece activa todo el año gracias a las lluvias constantes.