Antonio Ledezma: Juan Guaidó pasaría a ser el usurpador de un interinato si reconoce a Nicolás Maduro como presidente

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“Se le encomendó una misión que no ha logrado y, en buena medida, es por haberse dejado atrapar por un grupo que secuestró la conducción política. Y lo más delicado es que su comando estratégico estaba puyado o infiltrado desde el comienzo y por eso el régimen se enteraba, en tiempo real, de todo lo que se discutía y aprobaba”, afirmó el exalcalde metropolitano sobre el líder opositor, reconocido por 60 países como mandatario interino de Venezuela

Por Luis De Jesús – El Nacional

Antonio Ledezma, exalcalde metropolitano de Caracas, afirmó que Juan Guaidó pasaría a ser un usurpador del gobierno interino si acepta reconocer a Nicolás Maduro como presidente de la República. Precisamente ese es uno de los puntos que el régimen planteará en la posible negociación, que aún está en una fase preparatoria.

Una oposición debilitada buscará negociar con el régimen de Maduro: ¿cómo puede influir la participación de la comunidad internacional?
El opositor, que está exiliado en España, aseguró a El Nacional que el régimen de Maduro no respetará los acuerdos si no existe una amenaza creíble que lo haga entrar en razón. Agregó, contrario a las opiniones de analistas y expertos, que la oposición sí tiene la fuerza para confrontar al régimen, pero falta una dirección atinada, honesta y coherente.

El régimen espera además que la oposición que lidera Guaidó le devuelva el control de los activos en el exterior, como Citgo y Monómeros, y el levantamiento inmediato de las sanciones. Para ese último punto, será determinante la participación de la comunidad internacional para forzar al chavismo a cumplir los acuerdos.

—¿Cómo se interpreta el hecho de que la oposición que lidera Guaidó finalmente intente una negociación con el régimen de Maduro? ¿Qué puede significar esto para la oposición venezolana?

—Lo primero que resalta es que se deja de lado el mantra que se impuso desde aquel histórico 23 de enero de 2019, porque pasamos de luchar por el cese de la usurpación a una supuesta negociación con quien se tenía como usurpador de los poderes públicos. Para Maduro esa es una resignación de Guaidó, así tenemos que Maduro, en medio de su fanfarronería, recibe ese gesto de Guaidó como una debilidad que tratará de usar sin el más mínimo escrúpulo. Para Guaidó es una carta marcada porque plantea ir tras un acuerdo cuando, es público y notorio, ya otros factores que se hacen llamar de oposición han jugado sus propios naipes en la mesa de arreglos con Maduro.

—¿Qué puede plantear la oposición en la mesa de negociación? Maduro ha reiterado en varias ocasiones sus tres principales exigencias y recientemente agregó una nueva: que la negociación sea pública, con cámaras y periodistas.

—Para Chávez y Maduro los diálogos han sido una bendición porque ellos no tienen pudicia a la hora de manipular esos encuentros para sacar cualquier provecho, aun a costa de la estabilidad y la paz de Venezuela. Chávez tuvo en los diálogos de los años 2003 y 2004 un parabán que dejó de lado los espectaculares sucesos del 11 de abril de 2002, el paro petrolero y las gigantescas marchas. Mientras que a Maduro le vino como “anillo al dedo” el televisado diálogo de 10 horas continuas, eso fue como un telemaratón que Maduro aprovechó para desmovilizar las protestas que se habían iniciado en enero de 2014. Y si eso no fue suficiente, Maduro montó otro diálogo a finales de 2016, en el que la oposición firmó un documento infame en el que reconocía que “no había presos políticos y que la crisis económica era producto de una conjura o boicot contra la revolución”. Con ese diálogo Maduro sepultó el intento del revocatorio promovido desde mayo de 2016, silenció las estruendosas marchas, como la del 1 de septiembre y, además, logró que la proyectada marcha a Miraflores, para finales de noviembre, quedara como una vaga ilusión. La guinda de la torta se puso en Barbados. Eso fue insólito porque Guaidó dio un giro brusco una vez que desde enero le dijo a la gente que saliera a las calles a luchar por el cese de la usurpación y a comienzos de mayo de 2019 las mandó a congelarse en sus casas. Eso fue fatal para Guaidó y viento fresco para Maduro.

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—Maduro quiere que Guaidó lo reconozca como presidente de la República para poder negociar. ¿Cómo se desatranca este juego y cómo quedaría Guaidó si acepta hacerlo?

—Guaidó es presidente interino porque se declaró a Maduro como usurpador, porque Maduro no tiene legitimidad de origen, porque la reelección de Maduro fue un soberano fraude. Si Guaidó voltea las características, reconociendo a Maduro como presidente, entonces Guaidó pasaría a ser el usurpador de un interinato, así de simple. Mi punto de vista es que se debe tener elaborada una estrategia con una ruta que no dé lugar a dudas ni a zigzagueos. La negociación debe ser para definir mecanismos que permitan llegar a unas elecciones presidenciales libres y eso solo será posible cuando desaparezca o cese en el control de las instituciones venezolanas, la corporación criminal que tiene secuestrado al país. El problema no se limita a salir de Maduro, es a liberarnos de ese poderoso y peligroso conglomerado delincuencial, de allí que sería un error limitarse a discutir un calendario electoral. El debate debe tener como prioridad la superación del estado criminal que impera en Venezuela, acciones urgentes para paliar la catástrofe humanitaria, incluido el plan de vacunación y todo ese presupuesto requerirá de un gobierno de transición verdaderamente unitario. Otra cosa es fantasía tropical.

—Con el visto bueno de Estados Unidos y de varios países, incluso de diversos sectores en Venezuela, ¿qué puede diferenciar esta negociación? Maduro dijo que está dispuesto a que participe una delegación estadounidense.

—En los 13 diálogos anteriores han existido veedores internacionales. Recordemos que el diálogo de 2003 era moderado por el expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter y por el secretario general de la OEA César Gaviria, incluso se dictó una resolución que le dio beligerancia a la oposición de entonces. En el diálogo de 2014 estaba el nuncio apostólico en Miraflores; en el diálogo del 2016 los garantes eran prelados del Vaticano; en el diálogo de República Dominicana estaban varios expresidentes y cancilleres de México, Chile y Paraguay; y en el de Barbados los moderadores eran técnicos del Reino de Noruega. Debemos ser realistas, esa corporación criminal no respetará ningún acuerdo de diálogo si no hay una verdadera amenaza creíble que los haga entrar en razón. Ese grupo que atiende líneas del Foro de Sao Paulo se burló del mundo con el diálogo de Colombia, ellos creen que pueden hacer cualquier treta y no les pasa nada porque escuchan que nuestra solicitud de intervención internacional es banalizada cuando se la califica de realismo mágico, porque hay funcionarios que están como los ciegos que no ven el realismo bárbaro que se está montando entre Cuba, Brasil, Colombia, Chile, Nicaragua y Venezuela como base de operaciones en cuyo territorio se rearman las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el Ejército de Liberación Nacional y núcleos de Hezbolá, que cometen el más horrendo crimen ecológico en el Arco Minero, mientras por otra parte se consolidan las rutas del narcotráfico internacional, en alianza con los cárteles de México, Colombia, Perú, Bolivia, Honduras, Nicaragua y el militarizado Cartel de Los Soles. Y si eso es poco, es descarada la presencia de efectivos militares de origen ruso, iraní, cubano y la participación de chinos escalando con su ruta de la seda. Esa es la cantera de economía ilegal, la gigantesca fuente de recursos financieros oscuros que mantiene activo ese entramado geopolítico.

—De no haber resultados concretos, ¿cómo se asumiría este intento de Guaidó después del esperado cese de la usurpación? ¿Cuál sería el costo político?

—Eso quedaría en el imaginario como “la batalla tun tun”, por aquello de un pasito para adelante y otro para atrás. Guaidó debe internalizar que él es interino. El término lo dice todo, a Guaidó se le encomendó una misión que no ha logrado y, en buena medida, es por haberse dejado atrapar por un grupo que secuestró la conducción política. Y lo más delicado es que su comando estratégico estaba puyado o infiltrado desde el comienzo y por eso Maduro se enteraba, en tiempo real, de todo lo que se discutía y aprobaba. Así era imposible salir de la narcotiranía, aunque se hicieran marchas y marchas, ese esfuerzo estaba siendo subastado en las cochinadas de las traiciones. ¿Usted se imagina si cuando Simón Bolívar reunió a su alto mando, en la aldea de los Setenta, en 1819, para discutir cuál de las tres rutas tomaría su Campaña Libertadora, que definitivamente se inclinó por la vía del Páramo de Pisba, si dentro de la choza en la que deliberaban había un infiltrado, un alacrán? No hubiese habido victorias ni en Pantano de Vargas ni en Boyacá. Pues bien, nuestro gran problema es que estamos vendidos de antemano, ya hay gente acordada con Maduro y Guaidó tiene que lidiar con los negociadores del régimen y con los felones de la oposición.

—Analistas aseguran que la oposición no tiene fuerza para exigir unas elecciones presidenciales y, con las declaraciones de algunos voceros del chavismo, se puede deducir que las únicas que habrá son las de gobernadores y alcaldes. ¿Debe aceptarlo Guaidó? ¿Se debe participar?

—¿Como que no hay fuerza? Sí la hay, lo que pasa es que las oportunidades se han desperdiciado como lo expliqué anteriormente. Basta con recordar cómo se dejó pasar el tiempo y no se aprovechó la mayoría que teníamos en la Asamblea Nacional para designar en el 2016 los nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral. Además, jamás en la historia de Venezuela ha habido un régimen más vulnerable que este de Maduro: no tiene gestión que mostrar, sino ruinas; ha demolido todo, sus jefes están cuestionados moralmente, son criminales de lesa humanidad, narcos, torturadores y ladrones. Por eso los repudia más de 85% de los ciudadanos. ¿Qué hace falta? Una dirección atinada, honesta, coherente, capaz de organizar las fuerzas internas y de entrelazarlas con las fuerzas del exilio, una dirección que sepa canalizar el inédito respaldo internacional y que tenga una sola estrategia: salir de esa banda criminal, no cohabitar con ella. Las elecciones regionales forman parte de la estrategia de Maduro, si se participa en ese circo, Maduro logrará varias cosas con un solo dardo: validar sus aparatos fraudulentos, tanto su Asamblea de diputados írrita, su Tribunal Supremo de Justicia, su Consejo Nacional Electoral y esas elecciones. Será un lavandería que le servirá para limpiarse la cara de ilegítimo. Si Guaidó se mete en esa jugarreta, se estará colocando encima su propia lápida.