“Para que Tovar Arroyo llame alguien pervertido
o con conductas pervertidas
¡Ay, Dios querido!
¿Cómo será?”
Diosdi Cabello
Entre delirios y llantos
Me dicen que en su convalecencia en la terapia intensiva donde se encontraba, entre la fiebre, la asfixia y las convulsiones, Diosdi Cabello, gritaba mi nombre y manoteaba delirante hacia todas partes para alejar mi espectro fantasmal de su presencia. Según la información que nos ha llegado, entre delirios y llantos causados por el virus chino aullaba aterrado: “Es Tovar Arroyo que viene por mí. ¡Véanlo! Es un monstruo lúcido y alado. ¡No dejen que me lleve, por favor, no lo dejen! ¡Sálvenme!”
La verdad, no era yo quien lo perseguía y aterraba en su delirium tremens, era él mismo que se veía frente al único espejo de la sala del hospital. El gordito Diosdi, de parecer un tierno cochinito, estaba famélico, obviamente se asustó.
Juro que soy inocente.
Pasantía por el infierno
Esa es la razón, para los que no entendían, por la cual Diosdi en su sueño húmedo conmigo (lo de húmedo es por los sudores y escalofríos que le produzco), en su fragilidad extraña ahora dice que soy su “monstruo”. No es joda, eso dijo, salió más desquiciado que nunca de su pasantía por el infierno y ve seres bestiales –como yo– por todas partes. A mí no sólo me ve, también me sueña. Su íntima fijación personal conmigo es tan extrema que, según nos cuentan, pasó hurgando mi Facebook durante tres días seguidos.
“Es un monstruo, Tovar Arroyo es un monstruo, míralo como escribe y habla, es mi monstruo”, acto seguido comenzó a enseñarle fotos mías a los enfermeros desde que nací hasta la fecha.
“Míralo aquí –tiernamente señalaba Diosdi– tomando sol en Todasana, es un bandido”.
La historia de un limpia pocetas
Hace ya algún tiempo escribí un artículo que denominé: González López, de general a limpia pocetas, que Diosdi torpemente leyó en su programa humillando públicamente al lerdo aritmético González López (así lo llama Padrino). En el artículo básicamente le pido al lerdo que limpie bien las pocetas de mi casa en Caracas (que me confiscó) y que también recoja la mierda de mis perros que quedó regada por el jardín. No entiendo por qué les dolió tanto mi comentario, no era mal intencionado, lo mencionan una y otra vez en el programa, y ahora dicen que yo también soy un limpia pocetas.
No tengo el más mínimo problema con que digan que soy un rebelde, un subversivo, un conspirador, un limpia pocetas o un monstruo. No me ofende, me contenta, entiendo que estoy haciendo las cosas bien.
Y lo que viene pronto, ¡ay, muy pronto!, es aún mejor.
El pervertido ataca de nuevo
Desquiciado y desnutrido como quedó, Diosdi además recomienda –otra vez– que me lean, que me sigan, que aprendan de mí, que lo que digo –además de pedirle a González López que limpie mis pocetas– es verdad y que si yo llamó “pervertido” a alguien sé lo que digo. Claro que sé, no se equivoca el que antes parecía un cochinito tierno y ahora es un desgarbado enfermo. Los pervertidos, como él, ven en su supuesto enemigo a su idílico e platónico amor, que Diosdi diga que soy “su monstruo” y a la vez un creador de “monstritos”, es porque su enferma perversión me idealiza e idolatra.
No tengo problema, insisto, mi única preocupación deriva del hecho de que, una vez encarcelado Diosdi (cárcel de la que nunca debió salir) y yo lo vaya a visitar al helicoide, me trate de besar. Es capaz, créanme.
Es un pervertido…, otro más.