Los internacionalistas Carlos Romero y Giovanna De Michele advierten que una nueva constitución no es garantía para que dejar atrás los fantasmas del autoritarismo y la desigualdad social, pero saludan que se busque solucionar las diferencias que hay en la sociedad de Chile por la vía democrática
José Luis Carrillo / TalCual
Un año después de la irrupción de una serie de protestas que derivaron en hechos violentos, los chilenos aprobaron abrir el camino a la elaboración de una nueva Constitución en la que las partes de una sociedad dividida esperan volver a encontrarse.
Cuarenta años tiene vigente la Carta Magna impuesta por la dictadura de Augusto Pinochet y es prácticamente el último elemento que queda en pie de los tenebrosos días de una de las más cruentas gestiones de aquellos regímenes totalitarios que imperaron en el cono sur durante la época de las administraciones de “seguridad nacional”, que buscaron resguardar el statu quo en tiempos de la propagación de las ideas revolucionarias.
La convocatoria a la consulta sobre la convocatoria a un proceso constitucional, realizada el domingo 25 de octubre, registró una participación mayor al 50% del electorado chileno, la más alta en un proceso comicial desde 2012, además que la cantidad de votantes (siete millones 562 mil 173 sufragios), superó a la del plebiscito de 1988, precisamente cuando se hicieron reformas al texto fundamental de los chilenos, resultando que la respuesta positiva a la pregunta de “quiere usted una nueva Constitución» obtuvo un 78,27 de votos favorables, todo lo cual permite afirmar que se inicia una nueva etapa en la vida de la nación, donde se buscará por la vía democrática superar las diferencias que han mantenido en la incertidumbre a los ciudadanos de ese país.
Chile avanza hacia un futuro positivo
Para el internacionalista y profesor universitario Carlos Romero, el resultado del plebiscito es algo positivo no solo para la política chilena sino para la latinoamericana, ya que, recordó, existía una deuda con la historia por parte de ese país, el de erradicar una Constitución que fue diseñada y promulgada en los tiempos de Augusto Pinochet.
“Todos recordamos lo que significó para América Latina y Chile en particular ese régimen producto del derrocamiento del presidente constitucional Salvador Allende. Esta convocatoria se convirtió en una suerte de esperanza por parte de los chilenos para evitar la profundización de los desarreglos políticos que se han visto en los últimos años, especialmente en la segunda presidencia de la señora Michelle Bachelet y la segunda del presidente Sebastián Piñera, que ha hecho que una parte de la población, principalmente pobre y juvenil, se haya volcado en las calles en unas manifestaciones que no se veían precisamente desde los tiempos de Allende”, expresó Carlos Romero.
Destacó también que la alta votación llama la atención porque en muchos países de América Latina, uno de los aspectos que resaltan en materia electoral es la abstención, desánimo o falta de atención de las mayorías populares en asuntos de carácter político.
“En Chile vemos una situación bastante activa desde el punto de vista sobre todo de las mujeres y la gente joven. Estos tres elementos combinándose proyectan un positivo futuro para Chile”, apuntó
Las mejoras que vienen
Por su parte, la también internacionalista y docente Giovanna De Michele no se mostró impresionada por los niveles de participación, pero destacó la vocación democrática de los ciudadanos chilenos
“El nivel de participación es cónsono con los niveles de que han mantenido los chilenos en los procesos electorales; en consecuencia, lo único que a mi modo de ver se pone de manifiesto es la buena cultura democrática que de alguna manera existe en ese país, con la convicción de que a través del voto se puede manifestar la voluntad de los ciudadanos y la confianza en las entidades que organizan esas consultas”, indicó Giovanna De Michele.
Carlos Romero indicó que, de los cambios que pueden darse en la nueva Constitución, los que más generan expectativas, son los relacionados con las materias económica y social.
“Se espera es una profunda reforma de carácter económico, sobre todo en cuanto a los ingresos de los ciudadanos. El chileno que ha vivido una situación económica difícil en los últimos años comparada con lo que fue el período de Pinochet y los presidentes democráticos tienen cierto miedo que se profundice la crisis económica, así que el peso de la reforma económica de la Constitución del año 2021 es un tema primordial”, detalló el analista.
Agregó que otro en cuanto a lo social, se espera la incorporación de los llamados pueblos originarios (indígenas), que no han tenido voz constitucional en la historia política de Chile y que esta sería una oportunidad para darle el puesto que, a su juicio, se merecen dentro de la historia de Chile.
“Un elemento también importante es la reforma del Poder Judicial, que ha sido un instrumento de sectores oligárquicos, y que ha sido, paradójicamente, muy injusta en la historia de Chile, así que sería un elemento a tomar en consideración. Hay otros temas característicos de las sociedades actuales, el tema de la salud, el ambiental es muy importante porque recordemos lo que significa el reservorio natural del sur de Chile; son elementos que hay que tomar en cuenta, pero no son propios de la experiencia chilena, pero han sido incorporadas al derecho constitucional en otros países del mundo, como el tema de género que es prácticamente universal”, precisó.
Hará falta buena disposición
A su juicio, los aspectos que mueven con mayor fuerza a la sociedad de Chile a buscar el cambio en su Carta Magna son los orientados a buscar que se reduzcan las brechas entre los diferentes sectores de la población.
“Los elementos de la Constitución de 1980 que más cuestiona la sociedad chilena son las que están orientados a garantizar la igualdad ciudadana, la equidad en cuanto a las oportunidades y beneficios para la población”.
Sin embargo, de nuevo advierte, que tener un nuevo Texto Fundamental no garantiza que esto se vaya a lograr. “Lo que vale la pena destacar es que la Constitución por sí sola no es garantía de progreso para ninguna nación del mundo. Se requieren buena disposición y políticas económicas y políticas públicas acertadas por parte de los gobiernos de turno”, sostuvo.
Finalmente, el aspecto que transversaliza los deseos de cambio en la sociedad de Chile tienen que ver con los derechos humanos. Los mismos que fueron sistemáticamente violados por más de 15 años durante la administración de Augusto Pinochet y que el aspecto definitivo que puede marcar el deslinde absoluto de la nación sureña con su oscuro pasado.
“Hay dos elementos que el derecho comparado nos brinda, primero los mecanismos de defensa de autonomía del Poder Judicial, un elemento fundamental en una democracia. Para ello debe haber un sincero compromiso de que haya una correlación entre la nueva Constitución y las leyes fundamentales y ordinarias que se van a hacer. La segunda es la independencia de los miembros del Poder Judicial”, expresó Carlos Romero.
En este sentido, Giovanna De Michele resaltó que ningún texto constitucional garantiza por sí solo las mejoras en la calidad de vida de la población y mucho menos el respeto a los DDHH, por lo que todo ello va a depender del apego al texto constitucional que tengan los respectivos gobiernos de turno, y también de la fortaleza institucional que exista dentro del Estado, de modo tal que los Poderes Públicos distintos al Ejecutivo se encarguen de establecer el equilibrio necesario y suficiente y, sobre todo ejerzan el control de gestión.
Sin viraje a la izquierda
De Michele y Romero coincidieron en negar que la convocatoria ampliamente mayoritaria a una convención constituyente en Chile sea una demostración por sí sola de que este país experimentará un giro más profundo hacia la izquierda del espectro político. Para De Michele, como todos los integrantes de la convención serán escogidos por voluntad popular, a través del voto, y por ende habrá representación tanto de partidos políticos como de asociaciones civiles, ONG, y ciudadanos independientes, habrá que ver que se concrete la elección para conocer los aspectos que serán más marcados en el nuevo contrato social.
Añadió que muchos de los que han salido a manifestar en Chile han demostrado un profundo desconocimiento de la Constitución vigente y sus alcances, por lo que no está segura de que la redacción del nuevo Texto Fundamental garantice el cese del descontento.
Carlos Romero, a su vez, el desplazamiento será más bien hacia el centro político. Argumentó que hay dos factores detrás del cambio de Constitución, primero quitarse de encima la Constitución de Pinochet, y segundo, el inicio del proceso con miras a las elecciones que están pautadas para 2021, incluida la presidencial.
Sin embargo, destacó que el resultado del plebiscito en Chile, así como las recientes elecciones realizadas en Bolivia, alientan la posibilidad de que el sistema democrático predomine en la región.