El colapso de Terra/Luna, la quiebra de FTX y sus derivaciones fueron los principales hitos y acentuaron una tendencia negativa iniciada a fines de 2021. Desde entonces, la capitalización cripto cayó 75%. Qué pronostica para 2023 la experta que mejor y más temprano anticipó lo que sucedería este año
Por Sergio Serrichio / Infobae
El 2022 será recordado también como el año de una nueva crisis de las criptomonedas, tal vez más larga y amplia que la de 2017/18, porque, como dice Carol Alexander, profesora de Finanzas de la Universidad de Sussex, coeditora del Journal of Banking & Finance y la experta cripto que mejor pronosticó lo que sucedería este año, esta vez Wall Street y muchos fondos de inversión eran parte del juego y había un muchísimo mayor grado de “apalancamiento” (léase, inversión con dinero prestado) involucrado.
En diciembre de 2021, hace poco más de un año, entrevistada por CNBC, una cadena especializada en el mundo financiero, Alexander dijo que Bitcoin (BTC, primera y principal especie cripto, que explica el 40% de la capitalización total de las más de 22.000 criptomonedas existentes) caería este año a 10.000 dólares. En ese momento el Bitcoin estaba en casi USD 50.000, luego de haber tocado un pico de USD 69.000 el mes anterior, cuando la criptocapitalización total llegó también a su cénit, cerca de USD 3,2 billones (millones de millones), unas 5 veces el PBI anual de la Argentina.
La implosión de Terra/Luna borró de inmediato USD 40.000 millones de “valor cripto” y generó una cascada de pérdidas estimada en USD 300.000 millones
Bitcoin cotizaba este miércoles, a pocas horas del final del año, por debajo de los USD 17.000 y la capitalización cripto se mantenía apenas por sobre los USD 800.000 millones, en ambos casos cerca del 75% por debajo de los picos de hace 13 meses.
Alexander tal vez exageró hasta donde caerían Bitcoin y el universo cripto en general, pero fue quien mejor y más temprano predijo el derrumbe. Lo hizo mucho antes de que, en mayo de este año, la implosión de Terra/Luna (USDT) diera inicio al “criptoinvierno” que venía preanunciando la caída de las cotizaciones a medida que el aumento de las tasas de interés por parte de los bancos centrales del mundo, en respuesta al aumento de la inflación, fue disipando el dinero fácil que financió tantas aventuras especulativas. El derrumbe de la cripto “algorítmica” borró de inmediato USD 40.000 millones de “valor cripto” y generó una cascada de pérdidas estimada en USD 300.000 millones.
Al mes siguiente entró en proceso de liquidación Three Arrows Capital, uno de los fondos cripto más importantes, que no pudo devolver una serie de préstamos. En octubre se derrumbó Celsius, un importante criptoprestamista cuyos ejecutivos habían retirado antes unos USD 30 millones. Y en noviembre llegó el mazazo de la quiebra de FTX, una de las bolsas cripto más grandes del mundo, con sede en Bahamas y fundada por Sam Bankman-Fried, el principal y más joven “criptomillonario” del mundo, quien luego de la caída de Terra/Luna había actuado como una especie de salvavidas de otras empresas del sector.
De prodigio a escándalo
La caída de FTX fue escandalosa. Gran parte de los fondos en custodia los usaba Alameda Research, de los mismos socios, en apuestas altamente especulativas. Bankman-Fried aceptó ser extraditado a su país de origen, EEUU, donde el proceso puede tener derivaciones insospechadas, pues fue un activo promotor de candidaturas y causas políticas e involucró en la promoción de FTX a famosos como Stephen Curry, “jugador más valioso” de la NBA, y Tom Brady, el más ganador “quarterback” de la historia del fútbol americano. En junio pasado, Bankman-Fried logró juntar a Bill Clinton, el expresidente de EEUU, y a Tony Blair, el exprimer ministro británico, en una megaferia cripto en Bahamas.
El colapso arrastró también a empresas de minería de criptomonedas, como Core Scientific, con sede en Austin, Texas, afectada por la caída de los precios de Bitcoin (las mineras cripto ganan por la diferencia entre el valor de lo que “acuñan” y el costo de la energía que insumen para hacerlo en enormes “granjas” informáticas) el aumento de los costos energéticos y el default de Celsius.
Core declaró una pérdida neta de USD 434,8 millones en el tercer trimestre y sólo tenía USD 4 millones, menos del 1%, de liquidez.
El criptoinvierno se sintió de inmediato en la Argentina. En mayo Buenbit, una bolsa cripto local, redujo fuertemente su staff y puso “en pausa” su plan de expansión acá y en otros países de la región. “Esto no tiene nada que ver con lo sucedido con UST/Terra. Es una decisión que venimos trabajando hace meses. Vamos a seguir metiéndole con todo para seguir generando valor a los miles de usuarios que confían en nosotros”, dijo su fundador, Federico Ogue.
En noviembre, Lemon, una de las principales “billeteras digitales” locales redujo en más de un tercio su personal y a mediados de mes Quantia, una bolsa local, suspendió los retiros de fondos y admitió no estar “en condiciones de operar normalmente” debido a la situación de su proveedor, FTX, la quebrada bolsa de Bankman-Fried con sede en Bahamas.
La Fusión
En medio de este torbellino se produjo uno de los eventos más esperados del mundo cripto: “the Merge” (la Fusión) por la cual Ether, segunda mayor criptomoneda del mundo (sumada a Bitcoin, explica el 52% de la capitalización total) pasó de un sistema de acuñación y validación conocido como “proof of work” (prueba de trabajo) a otro de “proof of stake” (prueba de participación) que redujo 99% su demanda de energía.
A mediados de noviembre, con el escándalo de FTX ya desatado, Vitalik Buterin, cofundador de Ethereum (creadora de Ether), visitó por segunda vez la Argentina, para asistir a la Labitconf, evento que convocó a la comunidad cripto local en Costa Salguero. Buterin, suerte de genio ruso criado en Canadá, reconoció entonces la crisis de confianza en las criptomonedas pero afirmó que Bitcoin y Ether estaban a salvo y saldrían incluso “fortalecidas”.
¿Qué cambios crees que va a causar el colapso de FTX?, le preguntó Infobae, a lo que Buterin respondió señalando la “abstracción de cuentas” y la “descentralización real en finanzas descentralizadas y contratos inteligentes”, así como la necesidad de “centrar más atención en la autocustodia” y desarrollar “billeteras de recuperación social y billeteras multi-semilla”.
Esos conceptos dejan afuera a la inmensa mayoría de los inversores cripto e implementarlos demandará un largo tiempo para resolver los desafíos tecnológicos involucrados. La gran apuesta de Buterin y otros es lo que en la jerga cripto llaman De-Fi (Decentralized Finances, o Finanzas Descentralizadas), vía “contratos inteligentes”. He aquí que una de las predicciones de Carol Alexander: que así como el 2022 se caracterizó por el derrumbe de bolsas cripto, el 2023 será el año del colapso De-Fi.
Flagrante contradicción
La creciente sofisticación conceptual y tecnológica choca además con la necesidad de atraer cantidades crecientes de jugadores. El criptomundo tiene una flagrante contradicción, subrayó recientemente Hyun Song Shin, jefe de investigaciones del Banco de Ajustes Internacionales de Basilea (BIS), suerte de “Banca Central” de los Bancos Centrales del mundo: nació y creció a partir de la crisis financiera de 2007/08, la de las hipotecas y crédito “subprime” de los bancos, como un modo de eliminar la intermediación y descentralizar el poder financiero mediante transacciones entre pares, pero se basó de hecho en un altísimo grado de centralización.
Según Hyun, la centralización abarca dos aspectos: protocolos en unas pocas manos, las de sus creadores y sus financistas, y transacciones que pasan por unas pocas bolsas dominantes, como lo era la ahora quebrada FTX. “Volver a las fuentes” limitaría el mundo cripto a unos pocos entendidos y lo volvería un nicho, lejos de la masividad que buscó y ganó en los últimos años. Las “stablecoins”, criptomonedas de valor atado a una moneda fiduciaria respaldada por un banco central, como el dólar, sirven como “puerta de entrada”: vinculan el criptomundo al sistema financiero convencional y son la causa de los cada vez más fuertes llamados a regularlas.
A diferencia de la de las hipotecas u otras crisis financieras convencionales, que en alguna instancia se relacionan con algún bien o activo tangible, como una vivienda, los encadenamientos cripto son auto-referenciales. En ningún eslabón hay valor real al que aferrarse. Peor aún, Hyun subraya que a pesar de grandes promesas en su nombre, la tecnología blockchain, santo grial del universo cripto, no brindó aún ningún beneficio mensurable, tangible o no. Cuando se busca medirlo, escribió en una columna en Financial Times, “uno vuelve con las manos vacías”.
En septiembre, cuando se materializó “la Fusión” en la red Ethereum, otro supuesto beneficio (amén de menor consumo de energía) del que se habló fue que se terminaría con la minería como forma de conseguir Ether, lo que reduciría su oferta y se sostendría mejor su precio, cuestión que ya estaba contemplada en la creación de Bitcoin, cuyo demiurgo (una persona o grupo que se presentó como “Satoshi Nakamoto”) prefiguró una tasa de acuñación y recompensas decrecientes, además de una cantidad de criptomonedas acuñables delimitada de antemano, de modo de sostener su precio reduciendo gradualmente la oferta. Una respuesta insuficiente al problema que planteó Paul Donovan, economista y experto en “Wealth Management” (manejo de riqueza) de UBS, un banco suizo. Según Donovan, una “falla fundamental” de las criptomonedas es que si su demanda cae, no hay forma de responder, en cada momento, administrando la oferta. Y al no haberla, dijo Donovan, en caso de crisis el valor de una criptomoneda bien puede caer hasta cero.
Escasez, tecnología, valor
Además, como notaron en una reciente columna en Infobae Eduardo Levy Yeyati y Sebastián Katz, “la idea de que la mera escasez de un bien genera valor o de que un bien público como el dinero puede ofrecerse en forma descentralizada -a partir de un protocolo plagado de riesgos de seguridad y deseconomías de escala, congestión y fragmentación– es ingenua, por no decir disparatada”. Las stablecoins, notaron los economistas, “sólo serían estables si estuvieran inhibidas de funcionar como instrumento financiero”.
Para países como Venezuela y la Argentina, en que la falta de moneda empuja la demanda cripto como “reserva de valor”, el riesgo es algo a atender “sobre todo cuando, a pesar de sus pésimas prestaciones, importantes pérdidas y serias dudas sobre algunos de sus actores, las criptomonedas siguen atrayendo adeptos y generando startups y conferencias en estas playas con una especificidad local propia del lacanismo o del culto a los Ramones, y sigue siendo esgrimida por muchos de nuestros jóvenes como una bandera contra los controles y la inflación”, advirtieron Levy Yeyati y Katz.
En suma, no hay tecnología que solucione mágicamente un problema de muchas dimensiones –económicas, sociales, políticas, institucionales, amén de tecnológicas- como la creación y el resguardo de valor.