Haber nacido en 1910 es haber sido testigo de dos guerras mundiales, de dos pandemias, de los primeros aviones con pasajeros surcando el cielo nacional, de la época de la Violencia, de las primeras vías del tren y otros grandes acontecimientos, hasta del peor año de la historia, como algunos ya catalogan el 2020.
Carlos Julio Rincón Garzón nació el 24 de diciembre de 1910, en un humilde hogar en Convención, Norte de Santander. Cuenta que casi no conoció a sus padres, pues su madre murió cuando él tenía escasos 4 años de edad. Para esa época ya su padre los había abandonado. A muy temprana edad comenzó a trabajar. Su juventud fue bohemia, con guitarra al hombro y muchos amigos. Anduvo por todo el sur del Cesar, entre parrandas y jornal.
De su primer matrimonio nacieron 3 hijos, de los cuáles uno murió siendo un bebé. Muy pronto se separó y se quedó solo con sus dos muchachos, hasta conocer a su gran amor, a doña Leonor Lozano, la que se convirtió en su esposa y madre de sus otros 9 hijos. En total son 12 hijos (3 fallecidos), 45 nietos, 43 bisnietos y 6 tataranietos.
Carlos Julio siempre se dedicó a la agricultura, hasta que enfrentó una época difícil y un banco le embargó su finca, quedándole únicamente la casona en el barrio La Piñuela, en Ocaña, donde se estableció con su gran familia. Allí recuerda con gran cariño a su esposa, quien falleció hace más de una década.
Hoy, a sus 110 años, es común verlo parado en la puerta de su casa, ahora cubriendo su nariz y boca con un tapabocas para hacerle el quite al virus. Los vecinos y conocidos lo saludan con gran respeto y cariño.
Entre el sinnúmero de anécdotas que tiene para contar, relata entre risas, cómo fue la primera vez que oyeron el ruido del motor de un avión y lo vieron aparecer de la nada en el cielo: “Eso fue en el campo, las mujeres gritaban, se tiraban al piso y se daban golpes de pecho pensando que era el fin del mundo”.
También recuerda la construcción de las primeras vías del tren en la región del Cesar: “Yo me voy a morir y no voy a ver el tren por aquí, dije una vez. Pero vea, hubo tren, se acabó, y yo todavía sigo aquí”.
Ciento por ciento Liberal, también padeció la persecución en la época de la Violencia.
Aunque goza de gran vitalidad y se siente agradecido con Dios por su larga vida, no es algo que le parezca muy impresionante. Comenta que conoció a un hombre que duró 120 años y caminaba largas distancias a la edad que él tiene ahora. “Ahí voy”, dice con su buen humor.
Cada 24 de diciembre, la familia Rincón Lozano se reúne en la gran casona para celebrar el nacimiento del Niño Dios y el cumpleaños del patriarca, pero este año no será igual, todo por cuenta de la pandemia. Algunos no podrán viajar, y es que la sola presencia de los nietos ya excede el máximo permitido en una reunión. “Es la primera vez que paso esta fecha tan especial lejos de mi abuelito. Se me arruga el corazón de no poder compartir con él en sus 110 años, pero es nuestro deber cuidarlo y cuidarnos por el bien de todos”, dice Jeny Rincón, una de sus nietas, desde Cúcuta.
En esta Navidad, quienes están lejos tendrán que recurrir a la tecnología para poder saludar al ‘Cóndor’, como le llaman de cariño sus hijos. Y es posible. Su pelo es totalmente blanco y sus ojos cansados, pero ve y oye bien. El hombre del siglo y una década considera el celular como el invento más impresionante que ha visto.
Pero, ¿y cuál es el secreto para la longevidad? Según Carlos Julio Rincón, hay que comer bien, dormir bien y no pelear con ninguno.
Don Carlos Julio espera que pronto acabe la pandemia y les desea felices fiestas a todas las familias.
JOSÉ MAURICIO GRANADOS
josgra@eltiempo.com
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