Cómo trabaja David Sinclair, el genetista que asegura que podrá detener el envejecimiento

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Para el científico, la vejez es una enfermedad que debe ser combatida y ha dedicado 20 años de investigación a luchar contra ella

Por Jorge Cantillo – Infobae

Nacemos, crecemos, envejecemos y morimos, este es el ciclo natural de la vida, ¿o hemos estado viviendo una mentira? Para el genetista David Sinclair hay mucho más que esos simples pasos, pues envejecer y las enfermedades que vienen con ese proceso, puede ser algo reversible, sí y sólo sí logramos enfocar la ciencia y tecnología a nuestro alcance para conseguir vivir vidas más largas y saludables.

Sinclair es uno de esos personajes del mundo científico que parecen más como un “gurú” pues si vamos a hablar de envejecimiento, cómo ralentizarlo o detenerlo es imposible hacerlo sin citarlo. Es más, muy probablemente la sola idea de no envejecer, más allá de un deseo fantasioso que pueden compartir muchas personas, no podría considerarse como una posibilidad real sin su trabajo de más de 20 años.

Para el científico, estamos próximos a hacer grandes avances en este campo que permitirán que en un futuro cercano podamos revertir el envejecimiento usando medicamentos que a día de hoy están siendo probados con este propósito y que están comenzando a dar unos primeros resultados alentadores.

Para entender mejor los métodos de Sinclair y su obsesión con detener el envejecimiento hay que partir de una premisa que separa a este genetista australiano de la mayoría de las personas: para él la vejez no es una etapa natural de la vida, es una enfermedad que debe ser tratada y curada.

Actualmente, Sinclair tiene 52 años, y lleva por lo menos 10 experimentando consigo mismo, consumiendo drogas experimentales para ralentizar el envejecimiento de su propio cuerpo, algo que dice le ha funcionado muy bien.

Pero David está lejos de ser un obsesivo irresponsable, por el contrario, todos sus pasos, y declaraciones públicas están meticulosamente pensadas y soportadas por constante trabajo e investigación científica.

Así ha logrado estar a cargo de un laboratorio en la Universidad de Harvard donde estudia las causas del envejecimiento, después de que a una temprana edad alcanzara un doctorado en la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia) y un posdoctorado del Instituto Tecnológico de Massachusetts (Estados Unidos).

Su trabajo también le ha valido muchos premios en el mundo médico y científico y lo llevó a ser reconocido como una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time.

Además, a la fecha tiene 35 patentes y ha fundado varias empresas de biotecnología, como Sirtris, Ovascience, Genocea, Cohbar, MetroBiotech, ArcBio, Liberty Biosecurity y es parte de los directorios de varias otras como Inside Tracker y Life Biosciences, la mayoría de ellas están enfocadas en contribuir en detener el envejecimiento, una creciente industria que para 2019 estaba facturando 110 mil millones de dólares, de acuerdo con el banco Merrill Lynch y que para 2025 proyecta alcanzar los 600 mil millones de dólares.

¿Cómo detener el envejecimiento?

Los hallazgos clave de Sinclair están expuestos en su libro Lifespan (Esperanza de Vida), en el que explica cómo tomando acciones tan aparentemente sencillas como hacer más ejercicio o comer mejor podemos alargar nuestro ciclo vital.

Y aunque esta conclusión pueda parecer obvia, aquí viene lo interesante. Resulta que las investigaciones han mostrado que existen en nuestro cuerpo una serie de genes que son capaces de encender y apagar otros genes, los cuales a su vez, cuando no hacen la función para la fueron diseñados, son los causantes de las enfermedades que vienen junto al proceso de envejecimiento.

Esto es un cambio de paradigma total frente a la manera en la que entendemos la vejez, pues antes de los planteamientos de Sinclair y sus colegas, los científicos pensaban que los responsables del envejecimiento eran las mutaciones, es decir, cambios irreversibles en el ADN. Al entender que ese proceso de desgaste se da por el llamado Cambio Epigenético, se abre la puerta a que sea reversible.

“Yo no hablo de vivir 500 años, hablo de la habilidad de vivir hasta nuestros 90 años o 100 años gozando de buena salud”, dice Sinclair en su libro.

¿Pero cómo llegó a esta conclusión? El científico explica que sus investigaciones empezaron analizando cómo crecía la levadura. Su idea inicial fue: si logro entender cómo envejecen las células de levadura, podré eventualmente hacer lo mismo en las células humanas.

Lo llamaron loco y una parte de la comunidad científica descartó de entrada su ambicioso proyecto, pero él fue terco e insistió, y terminó descubriendo no solo que efectivamente la células de levadura envejecen, sino que sus genes se empezaban a activar mientras lo hacían.

“Cada célula tiene el mismo número de genes, pero no se activan al mismo tiempo, se activan y desactivan de acuerdo al tipo de células que haya en el cerebro, en el hígado o cualquier otro órgano”, explica David en una charla Ted colgada en Youtube.

Cuando se dieron cuenta de que los genes de la célula de levadura se activaban mientras envejecía, también notaron que entre más se activaban la célula moría más rápido. Tenían entonces un objetivo, buscar genes que pudieran apagar de vuelta a esos “genes rebeldes” y silenciarlos.

“Esto llevó a un descubrimiento de un gen de la longevidad llamado Sir2: Silent Information Regulator 2 (Regulador de la Información Silente 2″, precisa Sinclair.

En 1999 comenzaron a explorar más a profundidad este descubrimiento gracias a la apertura de un nuevo laboratorio en la escuela médica de Harvard liderado por David, quien tenía en ese entonces 29 años. Pronto realizaron un nuevo descubrimiento: habían siete de estos genes de la longevidad en el cuerpo humano. Los bautizaron “sirtuins”.

Sinclair afirma que los “sirtuins” son defensas naturales del cuerpo contra la enfermedad de envejecer. Sus experimentos desde entonces se han basado en poner copias de estos genes en células de levadura, pero también en moscas o ratones. En la mayoría de los casos los sujetos de prueba viven más y en un estado más saludable.

Actualmente, los experimentos se concentran en tres de estos genes “sirtuins” llamados “factores de Yamanaka” los cuales son capaces de revertir el envejecimiento de forma segura sin que las células pierdan su identidad.

Los avances en el laboratorio han sido tan significativos que, dice el científico, han podido curar la ceguera en ratas. Y han sido probadas en células de piel humana y células nerviosas con prometedor éxito.

En entrevistas recientes, Sinclair incluso afirma que tiene inversores interesados en financiar las pruebas con humanos, algo que podría suceder en los próximos dos o tres años y que promete ser una potencial cura para la ceguera en las personas.

¿Cómo funciona exactamente?

Pensemos en nuestro cuerpo como una orquesta sinfónica, cada órgano es un instrumento, la partitura vendría siendo nuestra carga genética y el cerebro nuestro director. Pero a diferencia de los músicos en una sinfonía, donde todos tienen solamente las partes que deben tocar, nuestro cuerpo tiene toda la información de la pieza musical cargada en cada célula.

Cuando somos jóvenes, todo funciona en armonía, cada órgano sólo tiene en sus células la información necesaria para jugar su rol, y el resto de información, de genes, están apagados, como debe ser. Pero cuando vamos envejeciendo, ciertos compuestos químicos entran a nuestro ADN y se adhieren a las “histonas”, que son proteínas donde viene empaquetada nuestra carga genética. Cuando esto pasa, genes que deberían estar apagados empiezan a encenderse y es ahí cuando comienzan los problemas.

“Esto pasa en nuestro cerebro cuando nos volvemos viejos y es muy grave. Por ejemplo, si ese gen que se activó le dice al hígado que sea una célula de hígado, pero ahora está en nuestro cerebro, ahí hay un problema. Y eso es lo que nosotros creemos que pasa durante gran parte del proceso de envejecimiento”, explica Sinclair.

Pero entonces entran en escena los sirtuins, cuya labor es cortar esos químicos y así volver a apagar los genes que no deberían estar encendidos.

“Podemos pensar en los sirtuins como un pacman comiendo los químicos que nos hacen daño”, dice el científico.

Los “sirtuins” se estimulan naturalmente cuando no comemos -por lo que sería buena idea ayunar- y cuando hacemos ejercicio. “Y si comemos una gran hamburguesa los apagamos otra vez”, resalta.

La clave está entonces, y en esto está concentrando ahora sus esfuerzos, en desarrollar medicación que pueda estimular la actividad de los “sirtuins”, teniendo así una especie de patrulla antienvejecimiento funcionando 24/7 en nuestro cuerpo.

Algunos de estos medicamentos ya están siendo usados en la medicina, pero no con este fin. La metformina es uno de ellos, recetado a personas con diabetes tipo 2. Una droga que el propio Sinclair dice consumir pero para probar sus efectos en ralentizar el envejecimiento.

Dice Sinclair que existe evidencia de que las personas diagnosticadas con diabetes tipo 2 viven más tiempo que las personas que no padecen la enfermedad, y que esto puede ser debido a la ingesta del medicamento y los efectos que causa en el cuerpo.

El Resveratrol es otro medicamento prometedor que el científico ha incluido en sus estudios.

Sinclair es un visionario y sostiene que si todos estos experimentos dan sus frutos sería posible aumentar el promedio de vida de las personas hasta los 90 o 100 años, pero manteniendo una buena salud y sin el deterioro propio del envejecimiento.

Esto, sostiene, no solo es una motivación desde el punto de vista humanista, sino económico, pues hay estudios que afirman que aumentar la esperanza de vida en dos años sólamente en Estados Unidos agregaría 86 billones de dólares al valor de la economía global durante las próximas décadas, y prolongar la vida saludable en diez años significa 300 billones de dólares más a la economía del mundo.

Para Sinclar esta cifra es importante porque significa que se dejaría de gastar miles de millones de dólares en la atención de enfermedades asociadas con la vejez que pueden ser reversibles y se podría usar ese dinero para, por ejemplo, combatir el cambio climático, el otro gran desafío de nuestro tiempo.