El Gobierno de Daniel Noboa ha anunciado que un grupo de seguridad privada estadounidense colaborará en la seguridad de Ecuador, un país con una de las tasas de homicidios más altas del mundo y cuyas autoridades han sido infiltradas por el narcotráfico. El mandatario ha revelado que ha sellado una “alianza estratégica” con Erik Prince, el fundador de Blackwater, la controvertida firma de mercenarios, con el objetivo de fortalecer las capacidades del país en la lucha contra el narcoterrorismo y en la protección del espacio marítimo frente a la pesca ilegal.
Esta decisión no es un acto aislado. El presidente había anunciado días antes que estaba en búsqueda de apoyo internacional para su batalla contra el crimen organizado que ha desbordado las fronteras del control estatal, con cerca de 2.000 muertes violentas en menos de tres meses, masacres, secuestros, extorsiones, una decena de delitos que tienen en vilo a la población. La violencia ha alcanzado niveles alarmantes, y contenerla se ha convertido en una urgencia, especialmente a puertas de unas elecciones presidenciales, en las que Noboa se juega la reelección en un apretado balotaje con la candidata de la Revolución Ciudadana, Luisa González.
Erik Prince, conocido por haber fundado Blackwater, la mayor empresa de seguridad privada estadounidense durante la guerra en Irak, es una figura cuyo nombre está irremediablemente ligado a la controversia. En 2007, varios de sus mercenarios estuvieron involucrados en la matanza de 17 civiles iraquíes en la plaza de Nisour, en Bagdad, durante una operación de escolta de diplomáticos. Tras la sospecha de un ataque insurgente, los contratistas de Blackwater abrieron fuego indiscriminadamente, matando a varios civiles. Este episodio, que desató la condena internacional, llevó a Prince a renombrar la empresa y a venderla, pero no a borrar su pasado. Los responsables fueron condenados, aunque más tarde recibieron el indulto presidencial de Donald Trump, un acto que ha dejado una sombra de impunidad sobre su nombre.
Con la alianza entre Noboa y Prince, Ecuador no solo se enfrenta a un dilema de privatizar la seguridad, sino también a un cuestionamiento ético sobre el costo de las medidas extremas. En ocasiones, el joven mandatario parece estar dispuesto a cruzar los límites éticos y del derecho internacional, en aras de la “estabilidad”, como ocurrió con el asalto a la embajada de México en Quito, o con su apoyo a los militares implicados en un crimen de Estado por la desaparición forzada y asesinato de cuatro niños.
Noboa dice que no implica necesariamente la llegada de mercenarios
En una entrevista reciente con la BBC, Daniel Noboa defendió la alianza con Erik Prince, asegurando que el fundador de Blackwater está asesorando, con su experiencia, a las Fuerzas Armadas y la Policía de Ecuador. Ante la pregunta directa sobre si la presencia de mercenarios en el país formaría parte del acuerdo, Noboa respondió con cautela, afirmando que “no necesariamente” sería el caso. El mandatario, en cambio, subrayó que su expectativa principal es recibir apoyo de ejércitos de Estados Unidos, Europa o Brasil. “Esto podría ser de gran ayuda para nosotros”, agregó.
Patricio Pazmiño, coronel retirado de las Fuerzas Armadas y exdirector de Inteligencia, considera que una “capacitación” de Blackwater a las instituciones de seguridad de Ecuador sería un error monumental. “¿Qué puede asesorar un grupo de mercenarios a la fuerza pública?”, se cuestiona. Según Pazmiño, esta alianza implicaría una admisión implícita de que las políticas implementadas por el Gobierno durante el último año han sido un fracaso. Además, el exoficial señala que otras estrategias, como el fortalecimiento integral de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional para mejorar su capacidad operativa, siguen siendo una asignatura pendiente. Para Pazmiño, depender de actores externos con una trayectoria controvertida no solo subraya la falta de resultados de las políticas internas, sino que también plantea serias dudas sobre el futuro de la seguridad en el país, especialmente cuando las alternativas nacionales aún no han sido implementadas de forma efectiva.
El analista en seguridad Luis Carlos Córdova advierte que la alianza con Blackwater podría arrastrar a Ecuador a una “guerra sucia”. Para él, la estrategia detrás de esta colaboración es una exhibición de poder basada en la violencia extrema: “Para demostrar que están ganando la guerra, se mostrarán los cadáveres”, explica. El investigador sostiene que, al no funcionar las tácticas convencionales, como la captura de cabecillas o el aumento de la presencia militar en las calles, se corre el riesgo de recurrir a métodos más oscuros, como los “falsos positivos”. Este fenómeno, que se hizo tristemente célebre durante la guerra contra las FARC en Colombia, implicaba el asesinato de campesinos, a quienes luego se les hacía pasar por guerrilleros muertos en combate. Un episodio que dejó una profunda huella en la memoria colectiva y por el cual el expresidente Álvaro Uribe está siendo procesado judicialmente.
Córdova también advierte que, si Noboa consigue la reelección, es probable que apueste por este tipo de medidas drásticas. “Este tipo de políticas le garantizarían una gran aprobación social, al igual que ocurrió con el presidente filipino Rodrigo Duterte, quien, a pesar de las críticas y las acusaciones de crímenes de lesa humanidad en su guerra contra las drogas, cosechó un apoyo popular significativo”, señala el analista. Para el analista, este camino podría resultar tentador para un mandatario que, en su intento por consolidar el poder, recurre a estrategias de alta visibilidad, pero con graves costos éticos y humanitarios.