“En medio de un ambiente que coquetea de manera peligrosa con la resignación y la inacción. Ciertos grupos pueden tener un interés especial en mantener el statu quo, aun cuando su posición dentro del espectro político sea ‘contraria’ al régimen actual. Si dejamos de mirar hacia arriba y observamos nuestra preocupante realidad veremos que la inversión, el financiamiento que necesita el país, no lo conseguiremos sin un cambio político que abra las puertas a un profundo cambio institucional”.
Hace unos años había cierto consenso entre analistas, líderes de partidos, gremiales, religiosos y académicos, sobre la necesidad de un cambio político como salida a la profunda crisis de Venezuela. Eso cambió en los últimos meses. Poco se habla de ello, en medio de un ambiente que coquetea de manera peligrosa con la resignación y la inacción.
Me parece valioso que nos paseemos por las razones para tal comportamiento. En primer lugar, la frustración de no haber logrado cambiar nuestro destino después de un inmenso esfuerzo social. En segundo lugar, la percepción de imposibilidad de ese cambio político, al ver al actual régimen fortalecido tras un intenso período de conflictividad. Por otro lado, existe un miedo comprensible a las consecuencias que podamos tener al seguir intentándolo. Cuarto, ciertos grupos pueden tener un interés especial en mantener el statu quo, aun cuando su posición dentro del espectro político sea “contraria” al régimen actual. Y por último, la ingenuidad que estuvo, y en cierta medida todavía está, en la narrativa del “Venezuela se arregló”, que el país puede tener mejora en su economía, y que se puede sacar provecho de ella, siempre y cuando “no nos metamos en política”.
Sigo pensando que ese cambio político es necesario, más no suficiente para salir de nuestra crisis actual, que cabe resaltar, es tanto política como económica y social. En las siguientes líneas solo me referiré a la parte económica, quiero compartir el por qué no veremos un crecimiento importante si nos mantenemos en la senda actual.
“No va a ser posible aumentar nuestro PIB sin electricidad, sin agua, sin Internet, sin gasolina, sin carreteras-autopistas”
Uno, a pesar de la caída estrepitosa de la producción, Venezuela sigue siendo un país petrolero, y no solo eso, sino que sigue siendo dependiente de las divisas que genera esa industria. Para muchos resultará una sorpresa, pero el Producto Interno Bruto venezolano tiene una alta correlación con su nivel de importaciones, hecho que pudiese ser paradójico. Buena parte de nuestra producción necesita materia prima importada, de hecho, históricamente la mayoría de nuestras importaciones no corresponde a producto final, sino a consumo intermedio. Como no exportamos estos productos terminados, ya que son consumidos localmente, entonces dependemos de la exportación de petróleo para que ese ciclo continúe en el tiempo. Sí, es posible, y hasta necesario cambiar esa dinámica; sí, debemos apuntar a que nuestras exportaciones se diversifiquen, y así no depender de los petrodólares para realizar las importaciones, pero ese cambio requerirá tiempo y medidas económicas que lo faciliten, para lo cual, por más contradictorio que suene, nos debemos apalancar de una producción petrolera creciente.
Dos, la infraestructura actual y la realidad de los servicios públicos representan una restricción significativa para el crecimiento económico. No va a ser posible aumentar nuestro PIB sin electricidad, sin agua, sin Internet, sin gasolina, sin carreteras-autopistas. La recuperación de ambos va a requerir una inversión de decenas de miles de millones de dólares. El Estado venezolano no cuenta con esos recursos, más cuando hacia afuera es un país maula e insolvente. Si dejamos de mirar hacia arriba y observamos nuestra preocupante realidad veremos que la inversión, el financiamiento que necesita el país, no lo conseguiremos sin un cambio político que abra las puertas a un profundo cambio institucional. Solo de esa manera generaremos el cambio de expectativas y la confianza necesaria para romper el ciclo de postración y empobrecimiento para pasar a uno de generación de bienestar.
Por último, no son pocos los que creen que ese proceso de reinstitucionalización es posible sin cambio político, voy más allá, ven a ese proceso lento y paulatino de avanzar en la institucionalidad democrática como algo precedente al cambio político. Mi mensaje para ellos es que consideren que quizás ello es una quimera. Que en realidad quienes hoy gobiernan no tienen la mínima intención de entregar el poder, ni mucho menos llevar adelante un proceso de reinstitucionalización que efectivamente (y allí coincidimos) los acercaría a su salida. Que tampoco nos sirve esta economía de “fantasmas económicos”, que son muchos los que ahora sufren y que no tienen, ni tendrán las posibilidades de mejorar su forma de vivir bajo el contexto actual.
No sé cuándo será posible un cambio político, de lo que sí estoy convencido es que en todo momento, de forma vehemente e inteligente, debemos tratar de conseguirlo.