Varios años llevaban médicos y enfermeras exigiendo en la calle lo que hoy necesitan con urgencia en los hospitales. Salieron con sus batas blancas para exigir la dotación de los recursos necesarios, las medicinas urgentes, los servicios de luz y agua imprescindibles. Pero el gobierno andaba en asuntos más importantes.
Elizabeth Fuentes / El Cooperante
Desde el año 2017, los profesionales de la salud de los hospitales públicos comenzaron a alzar su voz públicamente sin efectividad alguna. O peor aún: el gobierno les respondía con represión y bombas lacrimógenas mientras seguía con su política de pagarles salarios de hambre.
Circulaban fotos dolorosas del estado en que se encontraban (y se encuentran), los hospitales y centros de salud del estado. Las parturientas ocupando dos camas en la Maternidad Concepción Palacios, los bebes muriendo de mengua, los baños sin agua, y los pabellones en estado de abandono, contaminados. Parecían edificaciones que sobrevivían a una guerra.
Aún vivo Hugo Chávez, el abandono y la desidia cundían en el sector salud. Desde entonces, en el Hospital Universitario los familiares tenían que llevar la comida y las sabanas y los medicamento a los hospitalizados. Tenían que subir varios pisos a pie para llevar la sangre del enfermo al laboratorio en un vasito de plástico lleno de hielo, para que la muestra llegara más o menos bien a manos de los expertos. Pero el chavismo solo se preocupaba por la mejoría de Chavez en Cuba.
Se fueron entonces miles de médicos y enfermeras. Médicos que hoy, en Italia o España, han ayudado a paliar la tragedia del virus chino. También se fueron enfermeras veteranas, buscando fuera de su país una vida normal, más nada. Pero en el gobierno , Aristóbulo Isturiz aseguraba que un obrero debería ganar lo mismo que un profesional y Freddy Bernal se esforzaba en inventar cría de chivos, cría de gallinas, cría de conejos, para paliar el hambre que ya campeaba a sus anchas en todo el país.
Y ahora, cuando la irresponsabilidad y la ignorancia les estalla en la cara, no logran acertar en la búsqueda del culpable necesario – típico de todas los totalitarismos-, porque el virus nació y lo dejaron crecer en China, amparado bajo la clásica oscuridad que caracteriza a todas las dictaduras. Aislado como está, Nicolás Maduro se ve obligado a mirar hacia otro lado antes que descubrir ese elefante con rasgos orientales que está sentado en la sala situacional de Miraflores y es el único responsable de la pandemia que se ha dispersado por el planeta gracias a la vieja cultura socialista de ocultar cifras y verdades antes de reconocer que lo han hecho mal, que están equivocados.
Quedarán las fotos de las protestas de las batas blancas sin que sea inevitable preguntar cuántas vidas se habrían podido salvar si el gobierno chavista les hubiese escuchado, en lugar de derrochar miles de millones de dólares en armas y municiones que han matado a los venezolanos tanto como las enfermedades y los virus-sorpresa, como éste, que los ha tomado a todos mirándose el ombligo.