El desconcierto del chavismo y el abismo de la oposición tradicional

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El llamado referéndum por el Esequibo, inventado a última hora por Nicolás Maduro, y las primarias del pasado 22 de octubre, revelan dos grandes conclusiones: el chavismo perdió su capacidad de movilizar y presionar a su gente, mientras que la oposición tradicional sigue sin entender su rol, ni el mensaje que el electorado dio el día de las primarias.

La Gran Aldea

En menos de un mes hubo dos mensajes contundentes de la población venezolana. El primero llegó el 22 de octubre con el respaldo abrumador a María Corina Machado en las primarias organizadas por la oposición. El segundo y más reciente fue el 3 de diciembre. Ni el repentino ataque de nacionalismo, ni las temidas presiones del chavismo movilizaron a los venezolanos en la causa por el Esequibo.

A estas alturas parece evidente que la estructura clientelar del chavismo hace agua o, al menos, está desarticulada. Además de una gestión nefasta en términos económicos, Miraflores no cuenta con los recursos necesarios para aceitar la maquinaria, lo cual se tradujo en la evidente desmovilización y parálisis que vimos el pasado domingo.

Seguramente, como advertían algunos analistas antes del referéndum por el Esequibo, ese era uno de los puntos que quería comprobar Nicolás Maduro y el chavismo. Los resultados deben preocupar en Miraflores y a toda la cúpula del PSUV. Desde ya surgen voces que sugieren hasta un relevo de la figura de Maduro como candidato presidencial en 2024, o que la convocatoria a esas elecciones el próximo año incluya a gobernadores y alcaldes para intentar garantizar una mayor movilización en las regiones. 

“Ante un año como el que se avecina, con las elecciones presidenciales en el horizonte, está claro que los partidos políticos deben entender el anhelo de la mayoría de los venezolanos”

Sin embargo, resolver este problema no es tan sencillo para el oficialismo, porque el asunto de fondo es que una buena parte de las bases del chavismo y de los sectores populares ya no ven a Nicolás Maduro como una garantía de mejora para sus condiciones de vida. Al contrario, los indicadores económicos siguen siendo terribles para la mayoría de la población, especialmente, una inflación que aún es de tres dígitos y una dolarización de facto que acentuó y aceleró las diferencias socioeconómicas en la población.

En una entrevista reciente con La Gran Aldea, el director de la encuestadora DelphosFélix Seijas Rodríguez, explicó que el principal problema que manifiestan los venezolanos en los estudios de opinión es que el dinero no alcanza. En las bases del chavismo, además, hay un sentimiento crítico hacia Maduro que cada vez es mayor porque lo ven incapaz de materializar un reimpulso sostenible en su calidad de vida.

Con la prolongada crisis económica, la desastrosa gestión de los recursos públicos y el colosal desfalco que ocurrió en PDVSA entre 2019 y 2022 con la comercialización de petróleo, el PSUV-Estado perdió su poder de coacción y control social sobre la población.

Por otro lado, la misma dolarización y desregulación de algunos aspectos en la economía ha traído como consecuencia que la gente no ceda ante el chantaje o el control social que siempre impuso el Gobierno. Los incentivos son muy pocos. En el mejor de los casos una caja CLAP una vez al mes y un bono que no compra nada ya no es suficiente o no hacen la diferencia.

Por eso la jerarquía del régimen pretende la flexibilización de las sanciones, busca por comprar tiempo y vuelve con la represión interna. Sin embargo, conocedores de la materia han señalado que el dinero por venta de petróleo sin descuento, producto de las licencias aprobadas por la administración Biden tras la firma del Acuerdo de Barbados, va a empezar a entrar a las arcas del Estado a partir de enero. Hecho que obliga a Maduro a mantenerse en la mesa de Barbados un tiempo más.

Pero no sólo el chavismo está en problemas. En la oposición tradicional reina el desconcierto, tal y como se vio en las primarias, pero también en la errática posición que adoptaron de cara al referéndum por el Esequibo.

“Necesitamos partidos que realmente funcionen, sino son un lastre”, me decía un dirigente político días atrás. Se puede ser aún más categórico: a los venezolanos nos urge líderes políticos que funcionen y no cedan a los chantajes del chavismo.

Para Nicolás Maduro y el PSUV fue relativamente fácil entrampar a la oposición con el referéndum consultivo por el Esequibo, enarbolando una falsa bandera de patriotismo. Los partidos opositores no pudieron elaborar un discurso propio que los sacara de esa celada que les tendió el chavismo, y pesó más el miedo a ser etiquetados desde Miraflores como apátridas.

Resulta injustificable que los cuatro partidos tradicionales como Acción Democrática (AD), Primero Justicia (PJ), Un Nuevo Tiempo (UNT), y Voluntad Popular (VP) no hayan consensuado una postura oficial de crítica ante un referéndum; que evidentemente buscaba diluir el efecto de la Primaria e iniciar un camino para entorpecer la posibilidad de unas elecciones medianamente transparentes en 2024.

Esto demuestra la debilidad y el temor en el seno de la mayoría de estos partidos. Sus dirigentes no se atreven a cuestionar, porque no se trata de llamar a sabotear o retar, sino simplemente tener una postura coherente, realista y frontal ante lo que fue un nuevo artilugio del régimen para lastimar a Venezuela y a los venezolanos.

Otra lectura es la capacidad que sigue teniendo Maduro, con Jorge Rodríguez a la cabeza, para chantajear a buena parte de la oposición ofreciéndoles ciertas prebendas o medidas individuales. Fuentes consultadas aseguran que el apoyo de los principales dirigentes de AD, PJ, y UNT al referendo está relacionado a nuevas promesas de habilitaciones, y la devolución de tarjetas electorales.

Vale la pena recordar que hace unas semanas distintas fuentes confirmaron a La Gran Aldea que fueron los propios miembros de los partidos opositores que pertenecen a la Comisión Negociadora, quienes le garantizaron a Jorge Rodríguez que la elección primaria del 22 de octubre iba a fracasar. Cosa que es muy significativa y deja muy mal sabor, de cara a los tiempos por venir.

Así pues, el fiasco del referéndum por el Esequibo no sólo es cosa del chavismo. Opositores como Manuel Rosales y Luis Florido (UNT) llamaron a participar, bajo la premisa de que la consulta oficialista “es una oportunidad para unir al país”, pero la población no cayó en la trampa. El resultado del domingo 3 de diciembre fue también un mensaje para los que piensan que pactando en privado y siendo obsecuentes o adulantes van a lograr alguna diferencia importante.

Dirigentes de rango medio de PJ declararon a favor del referendo por considerar que “la soberanía también se ejerce votando”, esto mientras los máximos dirigentes del partido amarillo tenían distintas posturas sobre el tema. Hace unos días vimos al gobernador del estado Cojedes, Alberto Galíndez, sacarse una selfie con Jorge Rodríguez, en medio de un acto del oficialismo. Esa conducta de Galíndez fue duramente cuestionada por Juan Pablo Guanipa, dirigente del partido amarillo.

Mientras que Voluntad Popular, venida a menos por el fracaso del Gobierno interino, manifestó una postura institucional sólida, pero a última hora. Sin embargo, el tema con la tolda naranja es que una cosa piensan las cabezas que están dentro de Venezuela y otra los líderes que están afuera.

Ante un año como el que se avecina, con las elecciones presidenciales en el horizonte, está claro que los partidos políticos deben entender el anhelo de la mayoría de los venezolanos, y no ceder al chantaje o las presiones del chavismo. De lo contrario, seguirán en el abismo en el que entraron hace algún tiempo.