Mientras el régimen de Maduro —siempre que se siente presionado— engaña con el amague de querer “dialogar”, trata de esconder las imágenes que dan cuenta de la delincuencia desbordada en Venezuela.
El futuro que ofrece Maduro está reflejado en los perfiles que definen la megabanda del Coqui. Esos son los paradigmas que este régimen le presenta a las nuevas generaciones del país. “Si quieres ser poderoso, forma tu megabanda”, porque en la Venezuela secuestrada por Maduro, de nada vale estudiar y luego de graduarte forjar una familia, a la par que desarrollas tu talento en empresas públicas o privadas.
Los valores los mandaron al basurero, ahora lo que está a las manos de la juventud es esa imagen de adolescentes armados hasta los dientes, sin libros ni morrales llenos de textos, sino de armas de fuego. Por eso el régimen pone a sus piezas a dialogar con los jefes de las megabandas, mientras cierra universidades a cuyos rectores no los invita a dialogar sino a ceder sus atribuciones ante los protectores de la revolución.
Recuerdo los relatos de mis amigas que se incorporaron al pedagógico de Caracas. De allí salieron convertidas en excelentes pedagogas, porque llegó a nuestro país una delegación de chilenos diestros en la edificación de ese tipo de instituciones y dejaron esa gran obra educativa. Era como una retribución por lo que Andrés Bello hizo por Chile.
Ahora lo que traen son cubanos expertos en brindar asesoría para desarticular a la oposición. Son muy calificados en esa clase de prestación de servicios: como desprestigiar a factores opositores para doblegarlos mediante amenazas, extorsiones o chantajes.
Una de las lecciones cubanas es que la narcotiranía amague siempre con querer “dialogar”. Eso sí, jamás dejará de atacar como perro rabioso, porque no hay vacuna que cure o amaine ese mal. Por eso seguirán secuestrando, torturando, matando, mientras simulan querer resolver la crisis “hablando y votando”.
Mientras tanto, a los venezolanos los aterrorizan mediante la divulgación de imágenes y sonidos que dan cuenta de la plomamentazón en plenas vías públicas. Esos hechos corren como moneda corriente en una Venezuela a la que van colocando a la par de aquellos pleitos que se escenificaban en sudan y en El Congo por el control del petróleo, o las luchas sanguinarias por atesorar los diamantes en Sierra Leona, o el oro y el cobre en el Congo Democrático, del cacao y el café en Liberia y de los fosfatos en Marruecos; esos son acontecimientos que destacan en la reciente historia. Porque si los analizamos o los escudriñamos, encontraremos explicaciones para entender lo que está pasando ahora mismo en nuestro país.
Ya no se habla de las actividades legales de la exflamante PDVSA, sino de los negociados oscuros de las organizaciones asociadas a la corporación criminal que lidera Maduro. Así están las cosas en una Venezuela aturdida por esos desafueros que el régimen alimenta para que la gente concluya que todo está perdido y que lo único que tiene a la vista es una trocha para huir de ese infierno.
Por tal razón, es hora de revisar las estrategias para evitar que todo el esfuerzo emprendido durante estas décadas de resistencia no se pierdan, sino que sean abono para cosechar la gran victoria, el desenlace esperado por todos: salir de esta narcotiranía.