Estados Unidos y su apuesta imprevisible en Venezuela

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La situación venezolana es peligrosa para toda la región. La revolución bolivariana ha traído miseria y bancarrota, y es un fenómeno transnacional que pone en peligro la seguridad regional

Por Luis Fleischman – Infobae

Tras la disolución del gobierno interino a fines del año pasado, la oposición anunció que las primarias para seleccionar un candidato único se realizarán el 22 de octubre. Esta buena noticia se da en un entorno de gran apatía política donde el nivel de credibilidad, tanto del régimen como de la oposición, está por los suelos.

Es que la situación del país es crítica. A pesar de que la economía venezolana creció 10% en 2022 según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), tras una contracción de más del 75% en los últimos ocho años, la mayoría de los venezolanos no han sentido ningún beneficio. Una encuesta de diciembre de 2022 estimó que una familia venezolana necesitaba 63 salarios mínimos para costear la canasta básica y, mientras tanto, la migración masiva continúa desangrando el país.

En este contexto, ¿qué opciones viables hay para Venezuela en el corto plazo?

Recientemente, la administración de Joe Biden concedió a cinco compañías petroleras norteamericanas una autorización condicionada para reanudar la extracción de petróleo en Venezuela. La decisión se tomó luego de que el gobierno venezolano y la oposición alcanzaran un acuerdo de ayuda humanitaria y para reanudar las negociaciones para solucionar la crisis política del país, centrándose en las elecciones venezolanas de 2024.

El resto de las sanciones impuestas a Venezuela siguen vigentes. Según el Departamento del Tesoro, Estados Unidos seguirá responsabilizando a cualquier persona que “participe en actos de corrupción, infrinja las leyes estadounidenses o abuse de los derechos humanos en Venezuela”.

Sin embargo, si el régimen venezolano avanza en las negociaciones y muestra buena voluntad, en el futuro se podrían aliviar otras sanciones.

Aunque la administración Biden niega que este acuerdo haya surgido de la crisis energética mundial y su repercusión en los precios del petróleo, algunos creen que podría ayudar a bajar el costo de la gasolina a medida que ingrese más petróleo al mercado mundial. Otros opinan que no será suficiente.

Los críticos más duros afirman que este paso crearía un terreno resbaladizo en el que más empresas exigirán los mismos derechos que se otorgaron a las petroleras norteamericanas, lo que eventualmente recompensará al régimen de Maduro.

Biden debe asegurarse de que este acuerdo siga siendo un programa piloto. Las sanciones deben volver a aplicarse de inmediato si Maduro no cumple o no respeta el proceso.

Pero veámoslo desde otra perspectiva. Esta medida puede ofrecer una ventaja adicional a Estados Unidos, además de servir como prueba de la disposición de Maduro a negociar de verdad.

Si los norteamericanos reanudan la producción de petróleo, contribuirán a impedir que Rusia, China e Irán sigan influyendo en la industria petrolera venezolana. La licencia prohíbe las transacciones de bienes y servicios procedentes de Irán, así como las relaciones comerciales con entidades venezolanas que son propiedad de rusos o están bajo su control. Asimismo, la reanudación de las ventas de petróleo a Estados Unidos —el mercado tradicional de Venezuela— podría obligar al gobierno venezolano a adoptar una postura más pragmática. Pero esto no ocurrirá sin que Estados Unidos insista en que Venezuela deje de encarcelar, asesinar y torturar a los disidentes políticos, y en que el país abra su sistema político a una eventual transición a la democracia.

Este punto es decisivo porque no se puede confiar en que Maduro acepte unas elecciones justas y menos una transición democrática. En primer lugar, la oposición democrática debe estar unida y actuar con responsabilidad. Las divisiones en el seno de la oposición debilitan su influencia en el proceso de negociación. En segundo lugar, como lo señala Elliot Abrams, es importante seguir ayudando a la oposición a sobrevivir mediante ayuda financiera estadounidense e internacional.

La Administración Biden también debe insistir en que se implemente un mejor entorno empresarial, por ejemplo, igualdad de oportunidades para promover la recuperación del sector privado. Si se reactiva al sector privado, hay esperanza de que los venezolanos puedan al menos aspirar a una vida mejor y que la emigración masiva disminuya. Venezuela ocupa el puesto 188 de 190 países en el Índice de facilidad para hacer negocios del Banco Mundial. La oposición y Estados Unidos deberían impulsar la apertura del mercado y reactivar el sector privado. Sin embargo, esto no debe limitarse a privatizar empresas estatales, ya que lo más probable es que el régimen termine por venderlas a sus amigos.

De igual modo, Estados Unidos debe exigir con firmeza que el régimen deje de implicarse en actividades de narcotráfico y que rompa sus vínculos con Irán y otros elementos criminales.  

No hay duda que la Biden está haciendo una apuesta cuyos resultados son imprevisibles. Sin embargo, el que Maduro haya aceptado sus condiciones significa que Estados Unidos todavía tiene influencia.

La situación venezolana es peligrosa para toda la región. La revolución bolivariana ha traído miseria y bancarrota, y es un fenómeno transnacional que pone en peligro la seguridad regional, incluida la de Estados Unidos. China, Rusia, Irán y los carteles de la droga ya están profundamente involucrados en la región.

Evidentemente, la política de “máxima presión” de Trump no logró los objetivos previstos. Por lo tanto, a falta de alternativas, vale la pena probar esta opción.