La discusión sobre la legalidad del acto en el que el diputado Luis Parra se autoproclamó como presidente de la Asamblea Nacional es inútil, pues a ojos vista, ni el director de debate accidental era el que indicaba el Reglamento Interior y de Debates del Parlamento, ni se le permitió el ingreso al Palacio Federal a Juan Guaidó y a otros diputados a través del uso de la fuerza. Lo que realmente importa, es que la no muy astuta jugada del régimen definitivamente dictatorial de Nicolás Maduro ha sido tan atrevida, que no son pocas las probabilidades de que el tiro le salga por la culata.
La oposición tenía los votos para reelegir a Juan Guaidó. Más de los necesarios. Los cien votos con los que efectivamente fue reelegido el presidente encargado dan fe de ello. Lo que ocurrió después fue una bravata. Un “monagazo”, en palabras del diputado Henry Ramos Allup. Todo el mundo -dentro y fuera del país- , vio cómo un pelotón de efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana, arremetió contra Juan Guaidó, quien intentaba por todos los medios entrar al Palacio.
Valientes los 100 diputados que votaron a favor de Guaidó. Los que enfrentaron golpes y porrazos. Los que salvaron interminables obstáculos para llegar al centro de Caracas y procurar su entrada al hemiciclo. Los diputados electos por el pueblo, dieron una muestra innegable de valentía que, más temprano que tarde, la historia sabrá reconocer, a pesar de las severas e injustas críticas a las que ha sido sometida la actual legislatura, que ha cumplido cabalmente con lo que ha podido de la mejor manera en la que ha podido, sin que ello implique excusarla de errores.
Llegará el tiempo de los balances y de los análisis. Y el tiempo y los hechos dirán si esta nueva desgracia orquestada por el régimen de Nicolás Maduro termina convirtiéndose en un bumerán para sus autores materiales e intelectuales.
Mientras tanto, a usted, señor Luis Eduardo Parra, absolutamente nadie lo reconoce. No se apure en “parecer”presidente del Parlamento, pues ni parece, ni es.