El escritor checo Milán Kundera tiene una obra titulada La insoportable levedad del ser, y donde hace ver que hay sujetos que, por ser demasiado superficiales, son muy leves; al contrario de la gente intensa, y que a medida que aprende se vuelve más pesada.
Enrique Melendez/ La Razón
He allí lo que ha sucedido con nuestra moneda, y la que así como tuvo un auge vertiginoso; sobre todo, en la década de 1980; cuando llegó a ser considerada una moneda fuerte en el mercado financiero internacional.
En la condición de exótica, puesto que se ubicó por encima de una moneda como el franco, solo que sin el respaldo de la potencialidad económica de un país altamente industrializado, como Francia; un país más que todo monoproductor; aunque con una industria petrolera, es decir, lo que era su respaldo, que se había colocado entre las primeras del mundo.
Y la prueba de esa levedad de nuestra moneda en ese momento está en que, como consecuencia de un desplome de los precios del petróleo, cuando comienza a comprobarse la volatilidad de los mismos, el bolívar se viene al suelo, a raíz de la primera devaluación, que ocurre bajo la presidencia de Luis Herrera Campins.
No hay que pasar por alto que la historia económica de este país nos habla de un trecho que va desde la década de 1930, cuando surge el concepto de Tesoro Nacional, y se van creando organismos, que van a regular la circulación del dinero, así como las normas económicas.
Nos habla de un trecho de una gran disciplina económica, y lo que dio lugar a un largo período de estabilidad, que implicó un nivel de vida de la población con un alto ingreso per cápita. Con años de deflación, hasta la década de 1970, a raíz de la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez, cuando esa disciplina económica se rompe
Primero, porque se intenta controlar el mercado, a raíz de una serie de decretos; he allí el momento de la acentuación del Estado interventor. Y que es lo que va a originar una serie de distorsiones económicas, que a la larga se van a manifestar en ese descalabro del bolívar, que hemos dicho.
Segundo, porque se cumple el sueño de los grandes antiimperialistas trasnochados, como sería la nacionalización de la industria petrolera, que nos lleva camino al rentismo, y de allí al Estado monoproductor.
La historia comienza cuando se nacionalizan unas acciones del Banco Central de Venezuela, que estaban en manos privadas, que es lo que da lugar a la indisciplina fiscal. Pues al no haber un extraño en casa, a quien rendirle cuentas. Entonces, la labor auditora del BCV por mandato de la Constitución, se distrae, y por aquí se inicia eso que se menciona entre los economistas, como la causa que impacta sobre el costo del nivel de vida, como es el financiamiento del déficit fiscal, a partir de la creación del dinero sin respaldo.
He allí en lo que cayó ese gobierno de Pérez y los que siguieron a continuación, sobre todo, el de Jaime Lusinchi; que fue donde más se intentó controlar la economía; debido a que el gobernante, más que pensando en la verdadera causa de la inflación, que se ha desatado; con un mal diagnóstico de su causa; lo primero que piensa es que detrás de la misma no está sino la especulación empresarial.
Y es así como llegamos al capítulo del control de precios y del control de cambios en su forma más acentuada, y para lo cual se crearon organismos fiscalizadores, con pretensiones de abarcar a toda la economía; que es lo que se conoce como el centralismo estatal, y cuya tirantez da lugar a una serie de vicios y corruptelas.
Fue lo que intentó enmendar Carlos Andrés Pérez en su segundo gobierno, cuando entonces golpeó una serie de intereses, y que fueron los que indujeron a que dicho gobierno diera al traste.
Uno pudiera decir que a Venezuela, en lo que atañe a su destino bajo el régimen de Hugo Chávez, le crecieron los enanos.
Obsérvese que hasta este momento la memoria del Libertador circulaba a diario, a raíz de la denominación que se le puso bajo uno de los gobiernos de Antonio Guzmán Blanco, un culto a la figura del héroe de la patria, que se había iniciado ya en 1842 bajo el régimen de José Antonio Páez, quien repatría sus restos.
De modo que aquí hay Bolívar para rato; como dice el poema de Pablo Neruda, “todo lleva su nombre” ¿Una maldición acaso?
El hecho es que un gobierno, como decíamos, que parte de un diagnóstico errado de la realidad, no puede llegar a soluciones efectivas. Lo digo en el sentido de que, en lugar de asumir una disciplina fiscal, como decía Emeterio Gómez en sentido figurado, parar la máquina de imprimir billetes, sobre todo, cada día se perfiló más el Estado interventor.
Y fue cuando se llegó al primer control de cambio bajo la presidencia de Herrera Campins. Obsérvese que es una regla lógica, el hecho de que ante un control del mercado oficial de divisas, surge, de inmediato, un mercado negro de divisas.
Aún está fresco el recuerdo cuando Eduardo Fernández hacía alguna que otra rueda de prensa, siendo entonces candidato presidencial de Copei para las elecciones de 1988, a las puertas de aquel administrador de divisas, que se conoció como Recadi; símbolo de la corrupción para ese entonces, señalando que él iba a comenzar por ahí, en su lucha contra este flagelo.
Pero la peor aberración que hemos tenido en esta materia, ha sido bajo este régimen chavista; tomando en cuenta que, además de símbolo de la corrupción el famoso Cadivi, y todos los que lo siguieron, la administración de divisas también tuvo un carácter político, en la medida en que se descubrió que asimismo se podía utilizar como aparato de terror contra la empresa privada.
Pues también es cierto que, cuando el gobierno ya no tenía necesidad de valerse de un control de cambios, no lo hizo por esta razón, distorsionando aún más la economía, y que es lo que explica el fatal descalabro que ha tenido nuestra moneda, para vergüenza del Libertador; que quizás quiere que también su memoria sea borrada de allí.
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