¡IMPERDIBLE! La perra moribunda, por Gustavo Tovar-Arroyo

0
218

Sin edificios verbales
Seré preciso, para lo que escribiré no hacen falta arengas ni edificios verbales. La perra chavista está herida, muy mal herida y anda desatada. El reconocimiento mundial a Guaidó, las sanciones, el desprecio universal a los chavistas y la falta de dinero los tienen asfixiados. Buscan auxilio, lo buscan desesperadamente. No lo obtienen. Están solos.
La perra chavista fallece, por eso muerde.

El pulso de la libertad
Cuando el 5 de enero el presidente Juan Guaidó se encaramó en la reja de la Asamblea Nacional y cuando días más tarde logró irrumpir en el hemiciclo junto a otros diputados, empujando puertas y desafiando militares, marcó el pulso político de este año, dio un giro radical a la frustración imperante de los últimos meses y recuperó la senda de la Operación Libertad.
La perra se agazapó, metió la cola entre las patas, salió corriendo.

La ruta del coraje
Parece mentira, pero todo cambió con el coraje. Uno insiste y lo repite, pero la inocencia o el cansancio no nos permiten entender lo obvio: a este tipo de tiranías inusuales (por despiadadas) como la venezolana sólo se le derroca desafiándola, enfrentándola, acosándola y aplastándola, sin miramiento, con frialdad, con máximo coraje. La ruta comenzó o, más bien, se recuperó. No la perdamos.
Si le perra intenta morder, la caemos a patadas.

El giro de los eventos
La perra chavista fue sorprendida, no imaginó el giro de los eventos, había comprado a unos pordioseros (Parra, Brito y compañía), había creado la limosnera mesita de diálogo con unos indigentes políticos (Falcón, Fermín, Mujica y compañía) y regordeta y cerda como es, se arrellanó en su podredumbre y fue pateada por la realidad (la patada fue dura), Guaidó hizo lo suyo.
La perra gimió de dolor, todavía lo hace.

El dilema ético
Viajar por el mundo para solicitar apoyo militar para liberar a Venezuela de la perra chavista no sólo era un dilema ético, era una obligación legal y constitucional, un compromiso no sólo histórico, sino patriótico. No podía relegarse más. Juan Guaidó y los diputados ya no son activistas, son jefes del Estado y, como tales, por un lado, tienen la obligación de salvaguardar la soberanía nacional, y, por otro, velar por la integridad y seguridad de cada venezolano. Eso hacen.
La perra chavista –y su sarna– deben encerrarse.

La enferma
Las enfermedades de la perra chavista son las enfermedades sociales y políticas de la postmodernidad: el narcotráfico, el militarismo, el fundamentalismo islámico, la corrupción, el contrabando, el lavado de dinero, la apología del crimen, la impunidad, todas reunidas y ejercidas en una cruel tiranía que desde el poder aniquila a una nación. Hay que encarcelarla, aplastarla, derrocarla.
La perra debe erradicarse, es una enfermedad en sí misma.

Extirpar el mal
Los gritos, los mordiscos, los gemidos y los ladridos hacen parecer que la perra está muy viva, pero no lo está, todo lo contrario, la perra está moribunda. Sólo intenta ganar tiempo, más tiempo, otra vez, para sanar las heridas y seguir mordiendo. ¿Otro diálogo? ¿Elecciones fraudulentas? ¿Lo permitiremos? ¿Otra vez? No. Llega el momento de ejecutar lo planeado, iniciar la rebelión más multitudinaria de todos los tiempos en Latinoamérica y finalizar la faena. Todos somos necesarios, todos somos indispensables. Ya Guaidó comenzó y tenemos apoyo mundial, mucho apoyo.
Que la perra y su sarna sea extirpada, que muera…