El último tren de Wilmington a Washington salió ayer a las 22.53 de una noche templada, primaveral, en esta esquina de Delaware. En él no iba Joe Biden, el presidente electo de EE.UU. Quedan muchas semanas hasta el 20 de enero, la fecha en la que jurará su cargo, y tendrá todavía que atravesar la maraña legal que plantará Donald Trump. Pero ese último viaje hacia la capital del país, que acabará en la estación Union, al lado del Capitolio y muy cerca de la Casa Blanca, cuando el día está a punto de agotarse, es también el viaje político que vive Biden. Con casi 78 años, en la tercera intentona, cuando estaba a punto de agotarse el otoño de su carrera, ha conseguido cumplir su ambición presidencial.
Alrededor del mediodía de ayer, por la tarde en España, Biden dejó de ser candidato y se convirtió en presidente electo de EE.UU. La agencia AP -el medidor electoral más prestigioso de EE.UU.- y otros de los grandes medios del país confirmaban que el demócrata se había impuesto en Pensilvania, el estado que tenía pendiente al país y al resto del mundo.
Júbilo en las calles
Una victoria en Pensilvania confirmaba a Biden como ganador. Una derrota de Donald Trump colocaba al presidente en la posición que más desprecia, la del «loser», el perdedor. Queda mucha batalla legal por delante. Pero decenas de ciudades estadounidenses estallaron en júbilo. Fiestas improvisadas, bocinazos, música que se escapaba por los coches y las ventanas de las casas. Champán y banderolas. Invasión de aceras y plazas. Desde Times Square en Nueva York a las concentraciones en Washington frente a una Casa Blanca parapetada.
Celebraciones en Filadelfia, Atlanta, Los Ángeles, Detroit, Miami, en las ciudades. Los pueblos industriales de Ohio, las comunidades rurales de Oklahoma, los retiros para jubilados en Florida son otra historia.
«La mitad de América está muy cabreada, como yo», decía a este periódico Jonathan Riches, que había venido desde Filadelfia a Wilmington armado con una bandera de Trump para mostrar su oposición al recuento. «Biden no ha sido elegido presidente legalmente. El voto por correo fue un fraude masivo. Le hicieron trampa a Trump», aseguraba, en una reproducción de los mensajes que comparte el presidente, sin pruebas que lo sustenten, desde la madrugada electoral.
Entonces quedó claro cuál sería la tendencia del recuento: con el paso de las horas, la ventaja que Trump alcanzó con el voto presencial se desvanecería en algunos estados decisivos con el recuento del voto por correo. Y ocurrió, poco a poco, hasta que quedó claro que Biden era el ganador.
Durante meses, Trump ha protestado por la decisión de muchos estados de ampliar la posibilidad de votar por correo ante la incidencia del Covid, que acumula casi 240.000 muertos y diez millones de casos en el país. Ello a pesar de que varios estados -también algunos de fuerte implantación republicana- utilizan el voto por correo de forma generalizada desde hace mucho tiempo. Y a pesar de que el propio Trump, que tiene residencia en Florida, ha votado por correo en anteriores elecciones.
Tras imponerse pronto en Míchigan y Wisconsin, el candidato demócrata solo necesitaba apuntarse Pensilvania, donde el recuento se eternizó. La noche del martes 3 de noviembre duró cuatro días, y hasta ayer no se pudo certificar que la ventaja de Biden era suficiente. Poco después, el candidato demócrata fue declarado vencedor también en Nevada. Al cierre de esta edición, quedaban en disputa Arizona -donde Trump recortaba la ventaja de Biden-; Georgia, donde Biden lleva una ventaja mínima y donde ya se ha decretado un nuevo recuento; y Carolina del Norte, donde comanda Trump y no se conocerán más resultados hasta la semana que viene.
«Este es el momento de hacer grande a América otra vez», aseguraba Obadiah Manning, de la vecina Nueva Jersey, en referencia al lema con el que Trump sedujo a EE.UU. en 2016. «Hay que volver a curar a América, hay que volver a unir América», apuntala a su lado Renée Morant, ambos venidos a ver el discurso en el que Biden se declararía como ganador de las elecciones. «Una casa dividida no se sostiene», parafraseó el discurso de Abraham Lincoln en 1858, en un momento histórico de polarización con el que se ha comparado al Estados Unidos contemporáneo.
«Victoria convincente»
«Amigos, el pueblo de esta nación ha hablado y nos ha dado una victoria convicente», dijo Biden ayer desde Wilmington, en el discurso de celebración de su victoria. Fue un Biden enérgico, extasiado, pero con un discurso centrado en unir a un país partido por la mitad. «A los votantes de Trump: entiendo vuestra decepción, yo he perdido un par de veces. Pero ahora démonos una oportunidad. Es el tiempo de dejar de lado la rabia y la retórica dura, de dejar de tratar a los oponente como enemigos, somos todos estadounidenses», dijo a los seguidores de su rival. «Este es el momento de sanar América».
Biden se comprometió a «cooperar» con sus rivales políticos, como aseguró que exigen los estadounidenses, y apostó por combatir la polarización: «La era de la demonización empieza su fin aquí y ahora» .Biden dijo que se presentó en estas elecciones para «luchar por el alma de América, restaurar la espina dorsal de este país, la clase media, y recuperar el respeto en el extranjero».
El presidente electo fue introducido en el escenario por Kamala Harris, que será la primera vicepresidenta de la historia de EE.UU. También, como hija de inmigrantes de Jamaica e India, la primera persona en el cargo negra y asiática. «Joe Biden tuvo la audacia de romper una de las grandes barreras de este país y elegir una mujer para vicepresidenta», dijo. «Puede que sea la primera en el cargo, pero no seré la última».
Tren a Washington
La estación de la que salió el tren en el que no iba Joe Biden estaba vacía mientras hablaba el presidente electo, sin sonido que retumbara en sus baldosas «art déco». Por aquí pasaba Biden a diario, como senador de Delaware en Washington. Su mujer y su primera hija fallecieron en un accidente poco después de ganar su primera elección a senador, y quería pasar cada noche con los dos hijos que sobrevivieron.
El tren le conectó con sus ambiciones de poder y con la gente a la que representaba. Cerca de 7.000 viajes entre Wilmington y la capital. Aquí presentó su candidatura frustrada a la presidencia de 1988. Aquí llegó tras su último día como vicepresidente el 20 de enero de 2017. La ciudad le dedicó la estación en marzo de 2011. «Estación Joe R. Biden Jr.». A partir de enero, se verá el mismo nombre en la puerta del Despacho Oval. Comienza una nueva época.