El inmigrante venezolano Juan Carlos Vargas, que perdió una pierna en un accidente en Perú, aspira a representar al equipo nacional de fútbol de amputados de Estados Unidos. También le reclama la selección de Venezuela.
Antiguo jugador de fútbol de la segunda división venezolana, Vargas llegó a Nueva York hace dos años y medio, luego de cruzar con muletas el inhóspito tapón del Darién, entre Colombia y Panamá.
Antes, su periplo migratorio le llevó a Ecuador y Perú, donde perdió una pierna al ser atropellado por un camión.
De 41 años, este hombre menudo y fibroso que exuda optimismo, juega en el equipo Metro New York de amputados, donde además de practicar el deporte que más ama, ha encontrado a una «familia», cuenta a la AFP.
Vargas jugó en la selección de amputados de Perú y ahora espera repetir gesta con el equipo estadounidense para participar en el Mundial del año próximo en Costa Rica.
«Me abrieron las puertas de la selección nacional, ellos quieren que juegue. Estamos viendo cómo es el tema de los papeles», dice Vargas, en plenas turbulencias por la política antiinmigración de Donald Trump.
«Venezuela también quiere que juegue con ellos», dice. Lo fía todo a «diosito».
«Pa’lante»
Tras el parón invernal, el fin de semana pasado volvió a entrenar con su equipo en West Hempstead, en Long Island (este del estado de Nueva York), después de haber trabajado toda la noche en un restaurante de comida rápida.
Pero entrene o no con su equipo, sigue preparándose con la selección a distancia en el gimnasio, «al menos dos o tres veces a la semana».
«Esta temporada se nos avecinan grandes eventos», dice entusiasmado tras un agotador entrenamiento que ha reunido a 17 jugadores (varios de la selección nacional). Algunos recorren distancias de hasta ocho horas para entrenar dos horas, dos veces al mes.
La próxima cita es en abril, en un partido de exhibición que tendrá lugar en el Gillette Stadium de Boston (nordeste). Después, las eliminatorias para el mundial.
Según él, el fútbol de amputados está «evolucionando rápidamente» y espera que se pueda «convertir en una carrera para muchos jóvenes». Todos juegan con muletas.
«Queremos que se viralice y que la gente diga, ‘¡Guau! ellos pueden (…), nosotros también’», asegura.
Vienen de países como El Salvador, Honduras, Costa Rica, Ghana, Senegal, Ecuador, además de Estados Unidos; unos han perdido una pierna en accidentes de vehículos, otros en un terremoto o a causa de un cáncer.
«La única persona que puede entender a alguien que vive sin una extremidad es otra persona que también vive sin una extremidad», dice el entrenador Jim Franks.
«Así que el hecho de que puedan venir y estar junto a otra persona que los entiende y hacer deporte y ejercicio, los hace felices», dice a la AFP. «Es simplemente una forma diferente de vivir su vida».
Muchos necesitan traductor de español o francés para entender las consignas del entrenador. Pero todos han encontrado en el fútbol de amputados a «una familia» y una pasión.
Pero sobre todo, detrás de cada uno, hay una historia de superación personal: «yo creo que ya no tengo límite. Llegué aquí, estoy vivo y de ahí vamos pa’lante», dice el jugador que dejó en Perú a su esposa y a su hija de 8 años. AFP