La catástrofe socionatural de diciembre de 1999: algunas cifras, reflexiones y referencias

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Han pasado casi 25 años desde que la palabra «vaguada» se convirtió en parte del lenguaje popular en Venezuela. Esto se debe a los trágicos eventos que se conocieron como «la tragedia de Vargas», según Ana Teresa Torres. La tragedia no solo afectó al estado de Vargas, actualmente conocido como La Guaira, sino también a otras regiones de Venezuela como la capital y los estados de Miranda, Yaracuy, Falcón y Táchira. Desde entonces, el término «vaguada», que en meteorología se refiere a un sistema de bajas presiones de gran extensión, se ha utilizado para describir cualquier episodio lluvioso de cierta intensidad.

Eventos hidrometeorológicos similares ya se habían registrado en varias ocasiones desde la época colonial, como la inundación que ocurrió en La Guaira y Macuto en febrero de 1951. Este evento fue descrito detalladamente por Antonio Goldbrunner, cofundador de la Sección de Pronóstico del Servicio de Meteorología de la Fuerza Aérea Venezolana. Durante esos días, el salvavidas Quintín Longa rescató el valioso archivo municipal de Macuto de la inundación.

En diciembre de 1999, las fuertes lluvias y las condiciones atmosféricas afectaron gravemente a varias regiones de Venezuela. Desde el 4 de diciembre, se reportaron personas fallecidas, viviendas destruidas e inundaciones, así como interrupciones en las vías de comunicación que conectan la capital con el litoral central. Las lluvias continuaron en los días siguientes y el 14 de diciembre, el Servicio de Meteorología de la Fuerza Aérea Venezolana emitió pronósticos de fuertes aguaceros para las próximas 48 horas en varios estados del país. Estas lluvias fueron causadas por una vaguada estacionaria y restos de frentes fríos, que interactuaron con el relieve de las serranías costeras.

El impacto de estas lluvias fue devastador, especialmente en el estado Vargas, donde se registraron numerosas víctimas y daños materiales. Los medios de comunicación nacionales e internacionales prestaron especial atención a esta tragedia, que posteriormente fue objeto de estudio por parte de especialistas en diversas disciplinas científicas.

En cuanto a los datos recopilados durante este evento, se destacaron los registros pluviométricos de las estaciones operativas en la región. Sin embargo, surgieron dudas sobre la veracidad de estos datos, como se planteó en un artículo del profesor Maximiliano Bezada Díaz de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Además, las cifras iniciales de víctimas fatales, que se estimaron en decenas de miles, fueron revisadas posteriormente y resultaron ser mucho menores. Aunque esto no disminuye el dolor por las vidas perdidas, resalta la necesidad de utilizar metodologías adecuadas en este tipo de investigaciones.

Casi un cuarto de siglo después de esta tragedia, es importante reflexionar sobre las lecciones aprendidas y no limitar el término «vaguada» al vocabulario popular venezolano. Es necesario utilizar este evento como una oportunidad para mejorar la prevención y mitigación de riesgos en el país.

Referencias:
– Torres, Ana Teresa. 2000. El diálogo de la pérdida. Revista Bigott, (54-55),114-120.
– Röhl, Eduardo. 1949. Los diluvios en las montañas de la Cordillera de la Costa. Boletín de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, 12(38), 35-59.
– Goldbrunner, Antonio. 1960. Las causas meteorológicas de las lluvias de extraordinaria magnitud en Venezuela. Caracas: Ministerio de Obras Públicas.
– Lastra Rafael y María José Mairena. 1999. Un muerto y cuatro heridos por lluvias en Vargas. El Nacional, diciembre 4, p. D12.
– López, José Luis. (Editor). 2010. Lecciones aprendidas del desastre de Vargas. Aportes Científico-Tecnológicos y Experiencias Nacionales en el Campo de la Prevención y Mitigación de Riesgos. Caracas: UCV.
– Bezada D. Maximiliano. 2000. Rastros de verdad en Vargas. El Nacional, julio 05, p. A4.
– Altez, Rogelio. 2007. Muertes bajo sospecha: Investigación sobre el número de fallecidos en el desastre del estado Vargas, Venezuela, en 1999. Cuadernos de Medicina Forense, 13(50), 255-268.