La despolarización, Por César Pérez Vivas

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La tragedia de nuestra nación, creada por el largo y destructivo socialismo del siglo XXI, nos convoca, hoy más que nunca, a la unidad real de la sociedad para poder rescatar la democracia y reconstruir la vida civilizada. La dictadura madurista, luego de la derrota en la elección parlamentaria del 2015, amenazada su permanencia en el poder, se dedicó a desarrollar todo un conjunto de tácticas para perpetuarse.

Tal comportamiento los lanzó por el tobogán autoritario y fraudulento. Una de las líneas desarrolladas con éxito fue impulsar la división de la oposición. No le resultó difícil esa tarea. Al fin y al cabo los venezolanos estamos hechos en el mismo crisol cultural. Encontraron actores dispuestos a ofrecer su concurso para tal fin. Un conjunto de factores favorecieron la inmoral táctica del régimen. Ahora a la división de la oposición la buscan disfrazar con el eufemístico concepto de la despolarización.

Claudio Fermín con ocasión del fraudulento evento electoral de la Asamblea Nacional del 6 de diciembre de 2020, justificó su actuación con la tesis de que “la sociedad venezolana necesitaba despolarizarse” y en razón de tal planteamiento su grupo político presentó planchas propias, separadas del resto de los demás grupos o alianzas, en todos los estados, negando la posibilidad de integrar una plataforma unitaria. La misma idea sostuvo con ocasión de la celebración de las elecciones regionales y locales del pasado 21 de noviembre.

Fermín y un creciente número de actores políticos han venido asumiendo un comportamiento público de impulsar proyectos partidistas o personales con la tesis de que es necesario “despolarizar” la escena política. De esta manera rechazan la unidad de la sociedad democrática para lograr el retorno a la vigencia plena del estado de derecho y favorecen una división del espectro político, fríamente planificado desde los aposentos del poder.

Si bien es cierto que la unidad democrática ha sufrido los embates de una conducción errática, soberbia, autoritaria y clientelar, tampoco es menos ciertos que estos promotores de “la despolarización”, deliberadamente, han venido evadiendo tanto el dialogo, como la tramitación democrática de las diferencias y aspiraciones que tienen como aspirantes a liderar a la oposición política venezolana.

El tema no es abordado con criterios objetivos, ni mucho menos a partir de un examen científico, sociológico y politológico, de la grave situación existente en nuestro sistema político. Se trata el tema como si los niveles de disenso y confrontación padecidos en las últimas dos décadas fuesen los naturales a la política, y más concretamente a una política democrática.

Ciertamente vivimos en un país altamente polarizado, donde la distancia entre los actores políticos se ha vuelto, en muchos casos insalvable, hasta el punto de plantearse las diferencias en la categoría amigo-enemigo que de forma magistral desarrolló el filósofo del nazismo Carl Schmitt.

Concurrimos a una polarización impulsada desde la nomenclatura del estado, la cual ha impregnado a toda la estructura social creando una cultura polarizante en toda la sociedad.

El estado autoritario al dominar todo el aparato del estado y convertirlo en una estructura para el control social ha creado un polo hegemónico que obligó a la sociedad a nuclearse, para protegerse y para buscar el retorno al pluralismo y la democracia. De modo que nuestra polarización no es la normal, con mayor o menor intensidad, que por razones ideológicas, programáticas o de disputa natural del poder se presenta en otros sistemas políticos. La nuestra es una polarización impuesta por el estado centralista, militarista y autoritario. Es la polarización típica de los totalitarismos, adecuado a los tiempos presentes.

Desmontar esa polarización supone un cambio de régimen político o una metamorfosis del actual para volver a someterse a la constitución y a los principios universales de la democracia. La despolarización promovida por Fermín, en la que están cooperando los directivos de los partidos intervenidos por el TSJ, y a la que se irán sumando otros actores y grupos políticos que tomaran esa tesis para justificar su comportamiento, antes que despolarizar a la sociedad, lo que termina siendo es una contribución a mantener la hegemonía del polo totalizante que ha logrado, mediante diversas tácticas, dividir a la sociedad para mantener su hegemonía.

Según esta línea de pensamiento la sociedad democrática debe dividirse de tal forma que el país no se divida en dos polos. Es decir dejar tranquilo al polo que encabeza Maduro y su camarilla de tal forma que no generemos tensiones a lo interno. El tiempo va ir decantando el espectro y nos va a ir mostrando a quienes autocalificándose “independientes”, pero creando sus propios grupos políticos, colocaran sus ofrendas en el altar del fraccionalismo, antes que hacer esfuerzos sinceros y honestos para reconstruir una autentica unidad nacional basada en la participación ciudadana, reglas democráticas y verdadera voluntad política de producir un cambio que nos lleve al rescate de la democracia.

Será en democracia que podremos lograr un proceso de despolarización que debe comenzar por la estructura del estado, y que inmediatamente debe permear a la sociedad y sus instituciones, para crear un clima donde la distancia entre los diversos agentes sociales y entre los actores políticos sea la natural a la diversidad y a la libre concurrencia, al debate y a los procesos electorales, con los cuales se definen las plataformas conductoras de la sociedad.