La Primaria de la oposición y el ataque a la dictadura

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“Es tan evidente la desolación que ha reinado desde la llegada del teniente coronel Chávez y se ha incrementado durante el régimen de su sucesor, que resulta inverosímil que no sea el eje de la campaña de quienes pretenden sacarlo del juego en la próxima oportunidad que la ley facilite. Por consiguiente, el discurso de los contendientes de la Primaria debe considerar esa destrucción, realizada hasta extremos apocalípticos, como esencia y preferencia”.

ELÍAS PINO ITURRIETA La Gran Aldea | 23 JULIO 2023

Los precandidatos que presentan su opción en la Primaria de la oposición se han ocupado de hablar de cómo sacarán a Venezuela del caos, sin profundizar en el tema de la opresión que ha impuesto su dominio en la sociedad. Parece sensato que las personas que se presentan como salvadores traten de referir sus planes para el futuro, pero no deja de ser curioso que los planteen sin el desenmascaramiento del régimen.

La sugerencia de cómo será el mañana cuando salgamos de los problemas de la actualidad tiene sentido cuando se participa en un pugilato como los de la democracia representativa, como los procesos electorales llevados a cabo a partir de 1958 y hasta el surgimiento del chavismo, pero la realidad de nuestros días no aconseja la repetición de tal conducta. La pavorosa postración del país no permite la conformidad de unos planes como los que se asomaban antes, sino la presentación pormenorizada de la calamidad que ha destrozado a la sociedad en las dos décadas últimas.

“¿Se va a salir del mortífero dragón, sin hacer antes su descripción más irrebatible ante lo que queda de sus víctimas?”

Es tan evidente la desolación que ha reinado desde la llegada del teniente coronel Hugo Chávez y se ha incrementado durante el régimen de su sucesor, que resulta inverosímil que no sea el eje de la campaña de quienes pretenden sacarlo del juego en la próxima oportunidad que la ley facilite.

Si el futuro se piensa o se debe pensar desde el desastre del madurismo, ningún proyecto asentado en la tierra convertida en desierto puede eludirlo. Porque no es una pelea como las viejas entre adecos y copeyanos con compañía masista, sino entre los descendientes de ellas y los destructores de lo que fue un modelo de convivencia digno de reconstrucción, o de memoria.

Por consiguiente, el discurso de los contendientes de la Primaria debe considerar esa destrucción, realizada hasta extremos apocalípticos, como esencia y preferencia. No solo porque conviene mostrarla con los testimonios del caso, con las pruebas más evidentes de cómo el chavismo convirtió una república decente y manejable en un agujero de injusticia, depredación y mediocridad; sino también porque, de lo contrario, propios y extraños pudieran pensar que no han sucedido tragedias de peso como para conducir al experimento de un sufragio preliminar entre fuerzas exhaustas como el que está sucediendo entre tumbos en la actualidad.

Las tragedias de peso se han experimentado en este lapso tenebroso, se sienten en cada vida personal y en millones de frustraciones, pero un intento serio de captación de apoyos debe registrarlas y referirlas para que nadie dude de su existencia, o para que nadie las observe en sentido relativo. Un horror de estatura tan gigantesca debe estar necesariamente presente en el discurso de los candidatos, no solo porque se precisa un catálogo pormenorizado de los días más oscuros de la República sino porque, de otra manera, se torna banal o inconsistente el trajín de la Primaria. La Primaria es el intento contra un enemigo oprobioso que aparece en su desfile como un esbozo, como una pieza menor que no deja de eludirse. ¿No es algo inexplicable, o inaudito?, ¿se va a salir del mortífero dragón, sin hacer antes su descripción más irrebatible ante lo que queda de sus víctimas?

Quizá la explicación de la omisión radique el hecho de que se vea en la Primaria una posibilidad de selección parecida a las sucedidas durante la democracia representativa, cuando la mayoría de los rivales era manejable y los equilibrios mantenían su precedencia, pero aquello está muerto y enterrado. No hay emulación susceptible de rescate cuando la mayoría de las opciones se distingue por la fragilidad, a menos que esa fragilidad se vuelva fortaleza mediante la exhibición del ogro, a menos que el conjunto de las denuncias específicas en torno a un desfile de situaciones monstruosas encuentre el sendero de la fortaleza, a menos que todos adquieran de veras la conciencia de la necesidad de encontrar apoyos masivos partiendo de la existencia de un enemigo mortal que pretende engordar con la carne que le queda a los líderes de la oposición. Una pretensión de la dictadura con todo el fundamento del mundo, desde luego, porque siente que apenas se la persigue por la tangente.

Hay una posibilidad de explicar la omisión, que debe preocupar de veras a todos. ¿Acaso los precandidatos no se ven principalmente como enemigos, como defensores a ultranza de su parcela, y por eso prefieren la peleíta y el debatico, el artificio y la chuchería? No sé si la pregunta tenga sentido para el lector, pero tal vez perturbará la comodidad del oficialismo.