La reina del “tex-mex” y la asesina: el mito de Selena sigue vivo 30 años después de su muerte

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El museo de Selena Quintanilla-Pérez en Corpus Christi, una ciudad de mayoría hispana en el sur de Texas, frente al Golfo de México, contiene casi todo el universo de la Reina de la Música Tex-Mex: centenares de retratos de la cantante, su Porsche rojo, la colección de huevos de Fabergé, los premios y discos de oro y platino, una veintena de los trajes que ella misma diseñaba y la riada de fans que van pasando por grupos cada pocos minutos. De la mujer que la mató por la espalda, Yolanda Saldívar, no hay rastro. Y una sutil elipsis da cuenta ?en las cartas de pésame de, entre otros, el presidente Bill Clinton y George Bush hijo, entonces gobernador de Texas? de la muerte el 31 de marzo de 1995 de una artista de 23 años que ya había hecho historia en la industria del pop latino y en la comunidad mexicano-americana en Estados Unidos.

Por El País

“No hace falta recordar aquello que pasó; todo el mundo lo sabe, y aún duele para muchas de nosotras”, dijeron el 20 de marzo en el aparcamiento del museo dos amigas, “fans de la cantante”, llegadas desde muy lejos, Montana y Míchigan.

Este lunes se cumplen 30 años de “aquello que pasó”, y por más que la familia de Selena y algunas de sus seguidoras prefieran olvidarlo, la marea de la memoria se empeña en devolver esos recuerdos. El aniversario no es especialmente redondo, pero coincide con la primera ocasión en la que podía aspirar a la libertad condicional Saldívar, una mujer menuda de 64 años que fue presidenta del club de fans y llevó los negocios de moda de la cantante. La Junta de Indultos de Texas le denegó el jueves pasado su clemencia al entender que “la agresora representa una amenaza continua para la seguridad pública”. La junta dictaminó que debe permanecer entre rejas al menos hasta 2030, cuando podrá pedir de nuevo la revisión del caso.

Un juez de Houston la condenó en 1995 a cadena perpetua, después de un juicio del siglo de tres semanas que marcó ?junto al de O. J. Simpson, celebrado poco antes? el inicio de una edad dorada en la espectacularización de la justicia en Estados Unidos. Al jurado popular le bastaran poco más de dos horas para hallarla culpable de asesinato en primer grado por disparar a Selena en una habitación de un motel de Corpus Christi.

Un portavoz dijo la semana pasada a EL PAÍS que “ni la familia, ni los herederos” tenían previsto “dar entrevistas o hacer comentarios” en este momento. Tampoco dieron permiso para reproducir parte de una conversación casual con el patriarca, Abraham Quintanilla, mientras este firmaba en el museo un ejemplar de sus memorias, El sueño de un padre. Quintanilla, de 86 años, es el hombre que impulsó la carrera de su hija y que ha mantenido un férreo control sobre su posteridad desde este edificio achatado que la familia convirtió en un lugar para el recuerdo cuando vieron que miles de personas peregrinaban a las oficinas de la empresa, Q Productions, para llorar la muerte de la diva. El sitio cuenta con una nutrida y ajetreada tienda de regalos y con un estudio en el que han seguido grabando a artistas de música tejana y pop.

Después de conocer el jueves el dictamen sobre Saldívar, Suzette, hermana de Selena y baterista de Los Dinos, la banda que la acompañaba, publicó en Instagram un mensaje, firmado por la familia y por Chris Pérez, viudo de la cantante y guitarrista de Los Dinos, que decía: “Esta decisión reafirma que la justicia sigue defendiendo la hermosa vida que nos fue arrebatada a nosotros y a millones de fans en todo el mundo demasiado pronto”.

Todo indica que la junta de la libertad condicional sigue sin creer la versión de Saldívar, que lleva 30 años sosteniendo que todo fue un “accidente”. Tampoco, la de la persona de su entorno que, en un artículo reciente del tabloide The New York Post, dijo anónimamente que la “agresividad” de la víctima provocó que la asesina apretara el gatillo.

“La tesis del accidente, que es a la que se agarró durante el juicio, nunca se sostuvo”, explica en una conversación telefónica Mark Skurka, que trabajó como fiscal en el caso cuando era un joven abogado de Corpus Christi, ciudad de clase obrera que Selena nunca abandonó, tampoco en lo más alto de su fama. “Teníamos una confesión, que fue admitida como prueba, en la que nunca pronunció la palabra ‘accidente’. Convencimos al jurado de que [Saldívar] estaba enfadada con Selena y que le aterrorizaba que la apartara de su lado, así como la idea de tener que volver a su vida insignificante de antes de conocerla. En cuanto a la defensa propia: ¿qué decir? Es muy difícil de creer que te estás defendiendo de alguien que recibe un balazo por la espalda. Además, la víctima no iba armada, y cuando disparas a alguien accidentalmente haces algo por ayudarla, máxime, teniendo en cuenta que Saldívar era una enfermera titulada”.

No fue el caso. Tras recibir el disparo, Selena se arrastró hasta la recepción, donde se desplomó. Los empleados del motel llamaron a urgencias, pero los médicos no pudieron salvarla.

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